El presidente saliente de Colombia, Iván Duque, se despidió del pueblo colombiano a través de una carta en la que contó quiénes lo inspiraron a servir «con amor y entrega», hasta los retos y esfuerzos llevados a cabo por su gobierno en un país «lleno de conflictos, debates y tensiones».
«El 7 de agosto de 2018 juré como presidente de Colombia, en medio de innumerables retos (…) Ante estos retos empezamos un gobierno motivado por dar resultados efectivos (…) Nos preocupamos por poner en marcha una administración tecnocrática, pragmática, gerencial y efectiva que promoviera nuevas agendas sociales, tecnológicas, fiscales, y que, por supuesto, irrigara en todo el territorio la cultura de concluir obras estratégicas y transformar nuestra matriz energética. Así empezó nuestro gobierno y así hemos gobernado», expresó en la misiva publicada por la revista Semana.
Duque señaló que los desafíos vistos en retrospectiva «son impactantes», porque de 48 meses de gobierno, 30 de ellos, se desarrollaron en medio de una declaratoria de pandemia por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS). «Ningún gobierno en la historia de nuestro país ha tenido que enfrentar algo semejante, en paralelo a los retos estructurales de seguridad que agobian a Colombia y que siempre estuvieron presentes», aseveró.
A continuación la carta completa:
El honor más grande que puede tener un colombiano es presidir esta gran nación, llena de historia, grandeza, resiliencia, biodiversidad, multiculturalidad y un sentido inagotable de salir adelante por más retadoras que sean las circunstancias. Desde muy niño, y tal vez motivado por el espíritu de servicio a la comunidad que me inspiraron mi padre, Iván Duque Escobar, y mi madre, Juliana Márquez Tono, me fijé como un propósito de vida ser presidente de Colombia y servirle a mi país con amor y entrega. Fueron muchos los momentos en los que, en cada acción, cada aprendizaje, cada responsabilidad y cada experiencia laboral, académica, familiar y espiritual, siempre estuvo presente construir, peldaño a peldaño, ese camino que me permitiera dejar hechos que recogieran un sueño y, al mismo tiempo, una materialización real de una visión moldeada en el trayecto de la vida.
El 7 de agosto de 2018 juré como presidente de Colombia, en medio de innumerables retos: nuestro país se encontraba sumido en una tremenda polarización política; enfrentábamos un frágil proceso de paz con las FARC, en el que existían múltiples obligaciones y un marco fiscal precario; los cultivos de coca se encontraban en su máximo histórico; el país registraba un crecimiento económico lánguido; grupos armados, como las disidencias de las FARC, el ELN, Los Pelusos, Los Puntilleros, Los Caparros y el Clan del Golfo, se habían fortalecido, y nos encontrábamos con una creciente crisis migratoria sin una agenda integral para enfrentarla, sumado a un sector privado asfixiado por la carga tributaria; una serie de proyectos de infraestructura con poco nivel de avance y una realidad triste frente a las energías renovables no convencionales, pues el país contaba con insignificantes 28 MW de capacidad instalada. Por supuesto, esta situación también contrastaba con un gran avance en otros frentes, producto de políticas de Estado que habían evolucionado positivamente a lo largo de los años.
Ante estos retos empezamos un gobierno motivado por dar resultados efectivos, por estar en los territorios más que en los escritorios del centralismo, por pasar las páginas de la fractura del Sí y el No y empezar un espíritu de gobierno alejado de los ataques, las diatribas y las estigmatizaciones. Nos preocupamos por poner en marcha una administración tecnocrática, pragmática, gerencial y efectiva que promoviera nuevas agendas sociales, tecnológicas, fiscales, y que, por supuesto, irrigara en todo el territorio la cultura de concluir obras estratégicas y transformar nuestra matriz energética. Así empezó nuestro gobierno y así hemos gobernado, pero hemos tenido que enfrentar el momento más difícil de nuestra historia: la irrupción de la pandemia del COVID-19, que llevó a Colombia y al mundo a una recesión económica profunda y a retrocesos en 2020 en el plano del mercado laboral y los índices de pobreza, y tuvimos que asumir semejante reto en paralelo con la mayor crisis migratoria que haya conocido América Latina y el Caribe; con la presencia del primer huracán categoría 5 en nuestro territorio insular, y con los embates de un proceso de recuperación social y económico en medio de un mundo político contaminado por la posverdad, el populismo y la polarización, que pretendió desestabilizar de manera permanente la gestión de nuestra administración.
En medio de tantos retos y la realidad de tener que atender los reclamos sociales contenidos por décadas, decidimos mirar siempre hacia adelante, asumir las decisiones correctas (aunque muchas de ellas fueran abiertamente impopulares) y nunca dejar de avanzar en el cumplimiento de nuestras metas del Plan Nacional de Desarrollo y del Plan de Gobierno, que le planteamos al país bajo las premisas de legalidad, emprendimiento y equidad.
Los desafíos vistos en retrospectiva son impactantes, porque de 48 meses de gobierno, 30 de ellos, es decir el 62 % del periodo de gestión, se desarrolló en medio de una declaratoria de pandemia por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Ningún gobierno en la historia de nuestro país ha tenido que enfrentar algo semejante, en paralelo a los retos estructurales de seguridad que agobian a Colombia y que siempre estuvieron presentes. Así, nos vimos enfrentados a gobernar en un mundo de ambiente VICA (volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad), en el que gestionar se hace cada vez más difícil. Tuvimos que lidiar con la volatilidad del tipo de cambio, de los precios de las materias primas y de la estabilidad logística mundial y con las afectaciones al comercio, al transporte y al turismo. Tuvimos que enfrentar la incertidumbre en la política hemisférica, en las decisiones de los organismos multilaterales y en el acceso a ventiladores, vacunas e insumos clínicos. Tuvimos que ver las complejidades de las guerras comerciales y de conflictos absurdos, como la invasión y el genocidio contra el pueblo ucraniano, y nos vimos enfrentados a que cada reto de estos representara un desafío al orden internacional.
Ante todos estos complejos ingredientes salió a relucir una palabra: resiliencia, cuya definición es la capacidad de convertir las adversidades en una oportunidad. ¡Y así lo hicimos! Nunca nos quejamos y siempre mantuvimos en alto la frente y la motivación para sacar nuestro país adelante; para impulsar importantes reformas legales; para dinamizar sectores y transformarlos; para innovar y hacer apuestas firmes hacia la ciencia y la tecnología, la economía naranja y las energías renovables no convencionales, y para apuntar, en cada esfuerzo y cada acción, hacia quienes históricamente han sido los más necesitados.
En medio de las adversidades y los retos, logramos avances muy importantes para el pueblo colombiano, que la historia juzgará y analizará de manera individual y comparativa. Muchos de ellos se dieron en el debate regular y la gestión plural de la mano del Congreso, los alcaldes y gobernadores, y otros surgieron de la aplicación rigurosa de los estados de excepción contemplados en nuestra Constitución, con la declaración de dos emergencias económicas, frente a las cuales la Corte Constitucional aprobó el 98 % de más de 100 decretos para defender a Colombia del COVID-19 y sus efectos, lo cual nos permitió responder con celeridad y eficacia. Muchas de estas innovaciones y acciones se tornaron luego en medidas permanentes que hoy tienen reconocimiento internacional.
En ese mundo VICA y en medio de tantos desafíos, estuvimos siempre presentes en las regiones. Adelantamos más de 115 talleres Construyendo País, con el objetivo de definir acciones y compromisos en todos los departamentos de Colombia; estuvimos en más de 300 agendas regionales y en más de un centenar de consejos de seguridad y reuniones de seguimiento a proyectos e iniciativas. Pusimos a Colombia en lugares estratégicos del multilateralismo y mostramos cómo nuestros resultados sorprendieron a muchos sectores que clamaron por años ser escuchados y atendidos.
-Resultados inobjetables-
Cuando se haga el último levantamiento de información por parte del Departamento Nacional de Planeación en diciembre de 2022, fecha en la que operan los cortes de cuenta anualizados, habremos dejado más del 85 % de nuestro Plan Nacional de Desarrollo cumplido, el de mayor nivel de cumplimiento en más de 20 años. También habremos dejado desarrollado más del 90 % del Plan de Gobierno, utilizando una metodología a través de la cual integramos cada una de las propuestas a un sistema de seguimiento efectivo de legados. Teniendo en cuenta las complejidades enfrentadas, los resultados son una gran satisfacción, pero, sobre todo, una respuesta efectiva a quienes depositaron su confianza en nosotros.
Durante estos años la legalidad fue para nosotros una obsesión, y por eso obtuvimos logros significativos en este frente. Paramos el crecimiento exponencial de los cultivos ilícitos, que se había generado entre 2015 y 2018, y logramos las mayores incautaciones de droga registradas por Colombia. Desmantelamos a las bandas criminales de Los Pelusos, Los Puntilleros y Los Caparros, y dejamos desarticulada la estructura de mando del Clan del Golfo. Con el trabajo heroico de nuestra fuerza pública, proporcionamos los golpes más profundos a las estructuras de mando del ELN y las disidencias de las FARC, registrando en total más de 185 cabecillas capturados y neutralizados. Además, con orgullo podemos decir que le dejamos a Colombia la menor tasa de secuestros desde que se llevan estadísticas de este abominable crimen y alcanzamos la menor tasa de homicidios promediada en un cuatrienio en más de 40 años.
En cuanto a la lucha contra la corrupción, pudimos sacar adelante diferentes leyes: la que prohíbe la casa por cárcel a los condenados por corrupción, la que obliga a usar pliegos tipo en la contratación estatal, las que exigen hacer públicas las declaraciones de renta y los conflictos de interés de los altos funcionarios y las que permiten aplicar sanciones ejemplarizantes a las empresas que propicien actos de corrupción, incluyendo el levantamiento del velo corporativo. Estas medidas, que son históricas, estuvieron acompañadas de una profundización del uso del sistema de compras públicas, a través de Colombia Compra Eficiente.
En lo referente a la economía, logramos cerrar el 2019 con un crecimiento que estuvo por encima del promedio mundial y el de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Además, fuimos una de las economías que menos decrecieron en medio de la pandemia y en 2021 logramos el mayor crecimiento económico de nuestra historia, con un 10,6 %. Ahora, gracias a que durante el primer trimestre de 2022 alcanzamos el mayor crecimiento logrado en el siglo XXI, nos proyectamos como una de las economías que más crecerán en el mundo este año 2022. Todos estos logros son el fruto de nuestras reformas fiscales —por impopulares que hayan sido—, de haber estimulado la inversión y el comercio (con un aumento de la inversión extranjera directa no minero-energética cercano al 196 % durante todo el cuatrienio) y de haber alcanzado las más altas exportaciones agrícolas y no tradicionales registradas por nuestro país en su historia.
Nos enorgullece que Colombia haya sido reconocida en el informe del Global Entrepreneurship Monitor 2022 como una de las principales naciones emprendedoras del continente, y esto se debe a que en nuestro periodo de gobierno alcanzamos las mayores ventas de vivienda de la historia de nuestro país; multiplicamos por más de 100 veces los MW de capacidad instalada, con proyectos adjudicados en energías renovables no convencionales; pusimos en marcha la ruta del hidrógeno verde; logramos la inauguración de nuevos kilómetros de carreteras; alcanzamos la mayor inversión registrada por Colombia en industrias creativas y culturales; nos posicionamos como el mercado de mayor expansión de vehículos eléctricos per cápita dentro de las principales economías de la región y nos ubicamos como uno de los principales escenarios de transformación digital y adaptación hacia la cuarta revolución industrial de Latinoamérica.
Uno de nuestros principales objetivos de gobierno fue mejorar los niveles de equidad de Colombia, y los resultados en este sentido lo demuestran. Dejamos al país con el mayor aumento real del salario mínimo dentro de un cuatrienio en más de 40 años, con la menor informalidad laboral registrada en este siglo, la menor pobreza multidimensional desde que nuestro país utiliza esos indicadores de medición integral, la mayor cobertura histórica de salud y la educación superior pública gratuita para los estratos 1, 2 y 3, el mayor logro educativo en términos de equidad alcanzado por nuestro país para la juventud. A esta realidad se suma la entrega de centenares de colegios y miles de aulas, los avances en la atención integral para la primera infancia, la reducción histórica de las muertes por desnutrición, la cobertura universal de programas de transferencias a los adultos mayores de 70 años en condición de vulnerabilidad y la mayor expansión de la red de protección social.
Este enfoque en la equidad social nos deja excelentes programas en marcha: devolución del IVA a cerca de 2 millones de hogares; Ingreso Solidario, que en su condición de renta básica social llega a más de 4 millones de hogares; Jóvenes en Acción, que se quintuplicó; Nuevo Empleo (septiembre 2021-abril 2022) y Estrategia Sacúdete (agosto 2021-septiembre 2021), que han contribuido a generar más de 486.719 empleos en el país. De estos, 369.228 corresponden a empleados entre 18 y 28 años, 64.479 corresponde a mujeres mayores de 28 años y 53.012 a hombres mayores de 28 años. Todas estas cifras, vale decirlo, no corresponden necesariamente a la primera vez que acceden a un empleo formal, únicamente a la creación de nuevos puestos de trabajo en las empresas.
La búsqueda de la equidad también se hace tangible en la mayor inversión en vías terciarias que haya hecho algún gobierno en la historia de Colombia, en una inversión histórica en los municipios que hacen parte de los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET), en haber logrado cerrar el 50 % de la brecha de electrificación rural, en llevarles agua potable a 3 millones de compatriotas y en ampliar la conectividad de internet de alta velocidad en un 65 %. Equidad también ha sido enfrentar la pandemia con el programa más ambicioso de vacunación adelantado en nuestro país y con haber duplicado las unidades de cuidado intensivo para que ningún colombiano se quedara atrás enfrentando el COVID-19.
El campo también ha tenido para nosotros un rostro de equidad. Pusimos en marcha el catastro multipropósito, llegamos a 300.000 pequeños productores con el programa Agricultura por Contrato, ampliamos el crédito agropecuario y los seguros rurales, y promovimos que más de 500.000 productores tuvieran acceso real a servicios de extensión. Esa ruralidad es la misma que ha visto la agenda de Paz con Legalidad, a través de la cual se movilizan recursos públicos y de obras por impuestos, y que hoy alcanza un 30 % de cumplimiento, de cara a lograr su desarrollo total en el año número 15, desde el inicio. Los programas de reincorporación, protección social, desminado humanitario y Zonas Futuro son hoy realidades en funcionamiento, y lo más elocuente es que dejaremos la mayor entrega de títulos de propiedad rural, al superar los 50.000.
Finalmente, la equidad tuvo también un alcance ambiental. Nuestro gobierno deja el 30 % del territorio nacional declarado como área protegida; más de 158.000 hectáreas de silvopasturas, la mayor expansión silvopastoril registrada por Colombia; un millón de corales en recuperación; más de 10.000 familias con contratos de conservación natural, y una reducción histórica de la tasa de deforestación del 30 %. Con la agenda de transición energética, movilidad limpia y economía circular, apuntalada en la Ley de Acción Climática, aprobada por unanimidad en el Congreso de la República, Colombia ha dado pasos enormes que nos han merecido significativos reconocimientos internacionales.
-Hechos con corazón-
Son muchas las cosas que ocurren en un gobierno y sobre todo en un país como Colombia, lleno de conflictos, debates y tensiones. Pero es un orgullo ver avances en gestos y acciones que marcarán huella. Fue nuestro gobierno el primero en tener una mujer vicepresidenta, un gabinete paritario, un ministro hombre abiertamente perteneciente a la comunidad LGBTIQ y un programa de contratación por parte de las comunidades indígenas en proyectos de inversión territorial y en crear formalmente una universidad pública indígena. Además, el de mayor número de afrocolombianos en un consejo de ministros.
También nos enorgullece ser el gobierno que les dio vida a los ministerios del Deporte y de Ciencia, Tecnología e Innovación, con resultados tangibles: a través del primero alcanzamos el mayor número de medallas olímpicas y paralímpicas conjuntas (29 preseas) y con el segundo llegamos a la histórica cifra de inversión en ciencia y tecnología como porcentaje del PIB del 1 %, frente al 0,2 % que había sido el triste promedio de las últimas décadas.
A estos gestos y mensajes de fondo se suman: la dignificación de los veteranos a través de la implementación de la Ley del Veterano (1979 del 2019) y la creación de la Dirección del Veterano; haber cerrado el examen preliminar de la Corte Penal Internacional sobre Colombia, que llevaba abierto 17 años; haber liderado la Comunidad Andina de Naciones (CAN), el Foro para el Progreso de América del Sur (Prosur) y la Alianza del Pacífico mediante la presidencia pro tempore, además de haber llevado las relaciones de Colombia a los puntos más altos: fuimos declarados por el presidente Joe Biden como país aliado estratégico de Estados Unidos no miembro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN); alcanzamos el máximo nivel de cooperación con la Unión Europea, Corea del Sur, Turquía y Emiratos Árabes; finiquitamos el ingreso de Colombia a la OCDE, y firmamos los tratados de libre comercio con el Reino Unido e Israel.
Todos nuestros esfuerzos también se tradujeron en logros importantes en el Congreso de la República, donde aprobamos más de 100 leyes y reformas constitucionales, entre las que se cuentan: el acto legislativo que les quita la conexidad con el delito político al narcotráfico y el secuestro, el Acto Legislativo de Regalías, que mejoró la distribución territorial de estos recursos, el Acto de Bogotá-Cundinamarca Región Metropolitana, las leyes de Crecimiento Económico, la Ley de Inversión Social, la Ley de Orden Público, la nueva Ley de Vivienda, la Ley de Modernización de las TIC, la Ley de Emprendimiento, la Ley del Veterano, la Ley de Regiones, la nueva Ley de Turismo, la Ley de Alivios Financieros a los Pequeños Productores del Campo, la Ley del Fondo de Estabilización de Precios del Café, la Ley de Insumos Agropecuarios, la Ley de Trabajo en Casa, la nueva Ley de Delitos Ambientales, la Ley de Acción Climática, la Ley de Transición Energética, la Ley de Profesionalización Policial, las distintas leyes de desmonte de doble tributación y más de 20 tratados internacionales, entre otros. Todos estos esfuerzos normativos marcarán huellas históricas.
Con información de Semana.