En la sede del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) en Ginebra, decenas de personas contestan el teléfono en ruso o en ucraniano. Su misión es localizar a soldados de ambos bandos o a personas desaparecidas en la guerra.
«A veces es demasiado difícil. Difícil emocionalmente», dice Natalia Novyk, que dirige el equipo de operadores telefónicos de habla ucraniana de la Agencia Central de Búsquedas de la Cruz Roja, creada poco después de que Rusia invadiera Ucrania el 24 de febrero.
El sistema existe desde hace más de 150 años y fue creado para ayudar a las personas a localizar a sus seres queridos en tiempos de crisis. Pero es la primera vez que se crea una oficina dedicada exclusivamente a un conflicto armado en más de 30 años.
La sección cuenta con 28 operadores telefónicos y docenas de otros funcionarios, repartidos en tres oficinas en Ucrania, Rusia y el centro suizo.
– Cicatrices invisibles –
Durante una reciente visita al centro, el director general del CICR, Robert Mardini, explicó a la AFP que el trabajo es clave.
«Esta es muy a menudo una de las cicatrices menos visibles de la guerra. Pero es muy importante que las familias conozcan el destino de sus hijos y maridos en medio de un conflicto armado violento», resaltó.
Al fondo del local suenan teléfonos y se escuchan conversaciones en voz baja. Con los ojos humedecidos por las lágrimas, Novyk recuerda a las mujeres ucranianas que rompen a llorar cuando se enteran de que sus maridos están vivos.
Además, en algunas tarjetas de registro, explica, algunos logran añadir un mensaje personal junto a los datos de identificación. «Te quiere y está vivo», recuerda que decía uno.
Anastasia Kushleyka, que dirige a los trabajadores de habla rusa que tratan de localizar a los desaparecidos, también describe la extraña y privilegiada sensación de transmitir mensajes personales a los prisioneros de guerra.
«La gente anuncia el nacimiento de sus hijos», dice. «Es extremadamente, extremadamente emotivo, nos da valor cada día», explica.
– 900 consultas diarias –
Algunos mensajes revelan la naturaleza compleja de esta guerra. En un mensaje a su madre, un prisionero de guerra ruso pidió el número de teléfono de su abuela en Kiev, la capital de Ucrania, «para poder pasarme por allí de camino a casa…».
La oficina gestiona unas 900 consultas diarias y desde marzo ha podido facilitar a más de 3.000 familias información sobre el destino de sus seres queridos.
Pero detrás de esos datos está la parte menos visible del trabajo, que consiste en escuchar a la persona del otro lado de la línea.
Las personas que llaman «están desesperadas (…) lloran», explica Marta Pawlak, una de las trabajadoras.
«Es muy duro, a veces tienes llamadas de desesperación, tienes llamadas de agradecimiento, pero también tienes llamadas de rabia», indica, subrayando que todo el personal del centro tiene acceso a apoyo psicológico.
Inna Iashchenko, que se ocupa de los primeros correos electrónicos y los formularios de solicitud de búsqueda, coincide en que puede ser difícil.
Recuerda el caso de una mujer que le envió fotos de su marido vivo, pero también imágenes encontradas en la red de un hombre muerto, que creía que era su marido.
Aunque las redes sociales pueden ser útiles para localizar a un ser querido, también pueden llevar a confusión.
Robert Przdepelski, de la parte rusa, recibió hace poco una solicitud para organizar la recuperación de un cuerpo. La madre había encontrado una foto de un soldado muerto y estaba convencida de que era su hijo.
«Tras cotejar con nuestra base de datos, [encontramos que] la persona había sido visitada hace dos semanas en la cárcel por el CICR», recuerda.
«Por supuesto, dar este tipo de noticias no tiene precio», exclama Kushleyka.
AFP