Colombia es, de lejos, el principal destino de la diáspora venezolana. Su política de acogida y flexibilidad migratoria durante los últimos años, elogiada por la comunidad internacional, ha puesto al país a la vanguardia de América Latina. Sin embargo, mientras el Gobierno de Gustavo Petro avanza paso a paso en normalizar de manera gradual sus relaciones con la vecina Venezuela, después de años de tensiones, el tema de la migración venezolana asentada en el país pierde fuerza entre las prioridades de la nueva Administración.
Es un fenómeno de enormes dimensiones. Las cifras oficiales dieron hace poco un nuevo salto, otro más, hasta 2,5 millones de venezolanos en todo el territorio colombiano. La radiografía de Migración Colombia ―publicada en vísperas de la posesión presidencial, el pasado 7 de agosto― muestra que los migrantes pasaron de 1.842.390 en agosto de 2021 a 2.477.588 en febrero de este año. Casi medio millón se ha radicado en Bogotá, seguida por Medellín (190.000) y la fronteriza Cúcuta (167.000), la principal ciudad sobre una porosa línea limítrofe de más de 2.200 kilómetros que se ha convertido también en el embudo de uno de los mayores flujos de personas en el mundo.
Ya son 6,8 millones los venezolanos que han huido de su país en sucesivas oleadas, empujados por la crisis política, social y económica de los últimos años, con un incremento significativo en el último año, de acuerdo con las cifras de R4V, la plataforma de coordinación interagencial para refugiados y migrantes de Venezuela. La mayoría se ha dispersado por América Latina y el Caribe; una enorme porción de ellos ha cruzado páramos y montañas, en autobús, a pie o haciendo autoestop, en busca de oportunidades en Colombia, un fenómeno que el Gobierno de Nicolás Maduro suele negar. El chavismo ha llegado a desdeñar la diáspora como un ejercicio propagandístico de los enemigos de la Revolución Bolivariana.
La migración no solo es importante dentro de la “normalización” de relaciones con Caracas que ya puso en marcha el Gobierno de Petro. También está entre los asuntos a tratar en los escenarios regionales, donde el primer presidente de izquierdas en la historia reciente de Colombia aspira a tener protagonismo. “Hay expectativa, por parte de autoridades locales y la comunidad internacional, por el aterrizaje de la visión del nuevo Gobierno acerca de la integración socioeconómica de los migrantes provenientes de Venezuela”, dice Andrés Segura, consultor en asuntos migratorios. “Esta población ya ronda el 6% de los habitantes en Colombia y según diferentes estudios alrededor del 90% de ellos piensan quedarse en el país, así cambien las condiciones en Venezuela”, señala.
El nuevo presidente de Colombia debe cooperar con los donantes internacionales para mejorar la protección de los migrantes venezolanos que llegan al país, y ayudarlos a acceder a oportunidades económicas para así evitar tanto alimentar el ciclo de la xenofobia como que acaben reclutados por grupos violentos, advertía un reciente informe del International Crisis Group. Aunque el Gobierno de Iván Duque los cobijó con un Estatuto Temporal de Protección para Migrantes Venezolanos, uno de sus principales legados, muchos enfrentan dificultades extremas, tienen escasos recursos para subsistir y alimentan las filas de la informalidad. El repunte de la economía de Venezuela, impulsado por la dolarización de facto del país, abre la puerta a que algunos de ellos decidan regresar voluntariamente, pero la inmensa mayoría tiene vocación de permanencia.
El tema perdió la relevancia que había tenido durante las administraciones de Juan Manuel Santos (2010-2018) y Duque (2018-2022), valora Ronal Rodríguez, investigador del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario, en Bogotá. “El fenómeno de movilidad humana proveniente de Venezuela era una de las prioridades del Estado, y para el presidente Petro sin lugar a duda no lo es. No fue parte de su discurso presidencial, lleva un mes sin hacer un pronunciamiento claro ni dar orientación de cuál va a ser la dinámica de acogida”, apunta. “La respuesta colombiana era de admirar, y se ha perdido de forma importante”, concluye.
La migración ha estado “totalmente ausente en las acciones del gobierno en su primer mes de gestión”, al punto de que no se ha anunciado oficialmente quién va a estar a cargo de lo que hasta ahora había sido la oficina para la integración de la población migrante, que se conocía como la Gerencia de la frontera, coincide Txomin Las Heras, presidente de la asociación Diálogo Ciudadano Colombo Venezolano e investigador asociado del observatorio. La atención al fenómeno, que en los gobiernos anteriores se mantuvo muy cerca a la Presidencia, apunta a pasar a la Cancillería, y eso le resta importancia, advierte. La mayor preocupación, agrega Las Heras, es que el tema de la migración, a semejanza de lo que ocurrió con la paz en el periodo de Duque, no sea prioritario y de alguna forma pase al olvido.
En el marco del restablecimiento de las relaciones, tampoco ha ocupado un lugar importante. “Tomando en cuenta la cuantía de la migración venezolana en Colombia y de la migración colombiana en Venezuela, el tema tiene que ser estratégico. Se ha hablado de comercio, de frontera, se han designado embajadores, se ha hablado incluso de relaciones consulares, pero de migración en concreto no se ha dicho nada”, señala Las Heras. El presidente Petro ha sido muy claro en que va a respetar el estatus de los refugiados venezolanos, agrega, pero del lado venezolano ha habido mucha insistencia en buscar la extradición de opositores políticos. “Es un tema que nos mantiene alerta”.
Con información de El País.