Es la primera vez que Alan Ereipa, de cinco años, va al cine. Es autista y su mamá siempre tuvo miedo de cómo reaccionaría con los demás niños, y de cómo manejaría el sonido alto, la sala oscura y la pantalla brillante.
Pero encontró ahora un espacio seguro: la primera sala para personas con esta condición en Venezuela.
“Él está emocionado, pero ya está desesperado porque como es primera vez que viene, él quiere ver la película ya”, dice a la Voz de América Ana Guzmán, madre de Alan, que está sentada en las primeras butacas de esta sala de cine en Caracas.
“Se estaba poniendo un poco furioso por la cuestión de que hay niños y eso es lo que lo aturde. Por eso era que yo en realidad nunca lo había llevado al cine, porque yo sabía que no estaba apto”, sigue esta mujer de 38 años.
Pero está tranquila. Sabe que no tendrá que dar explicaciones.
La sala, que se estrenó a comienzos de septiembre, está llena de espectadores con Trastorno de Espectro Autista como Alan y de niños con Síndrome de Down. Muchos que por primera vez están frente a la pantalla gigante.
El espacio tiene adaptaciones de sonido e iluminación para evitar cargas a nivel sensorial. La temperatura también está regulada. Además, hay pictogramas para saber qué hacer o a cuál lugar ir. También hay una “zona segura” para asistentes que se sientan abrumados o en crisis. Y ofrecen productos libres de azúcar, no hay refrescos.
“Estas regulaciones que se hacen dentro de la sala son muy importantes porque nos ayudan muchísimo, son importantísimos para las personas dentro del espectro”, agrega Gabriel Barbosa, vocero de la Fundación Asperger de Venezuela.
Venezuela “en pañales”
¿Estás emocionado? “Sí, (…) ¡Vamos a ver Spiderman!”, responde Aron Soto, de 14 años, que también está dentro del espectro autista, y está sentado unas filas más arriba con sus “grandes poderes”.
“Soy el rey de los superhéroes”, susurra.
Pero a último minuto cambiaron el título de la película. El error, aunque involuntario, genera estrés en estos niños, que modificaciones no anticipadas no siempre son bien recibidas.
Lisbeth, al enterarse, comenzó a preparar el terreno. Le explicó a Aron, que verían “Spiderman”, después; que ese día sería “Supermascotas”.
El joven se quedó tranquilo.
“Chicos que son sumamente sensoriales, muy sensibles y no tenían la oportunidad de que su familia asistiera a una sala de cine porque no soportaban el nivel del volumen o porque el frío es muy intenso, o porque los colores de la pantalla son muy brillantes, o porque la luz queda totalmente a oscuras”, afirma.
Tanto Ana como Lisbeth reconocen que todavía hay mucho por hacer en Venezuela.
“Estamos en pañales en comparación con lo avanzado que están otros países”, dice Lisbeth. Su hijo Aron tiene indicación terapéutica de estar en colegio regular, pero “no están adaptados”.
“No tienen especialistas que tengan las estrategias pedagógicas para recibir a estos chicos e integrarlos adecuadamente”, añade. “Estos chicos, en líneas generales, son personas que aprenden de manera diferente”.
Ana coincide. Faltan muchos más espacios de integración. “En la calle hay mucha ignorancia, tratan a los niños como si tuvieran una enfermedad, y es una condición”.
“Ellos son normales. La cuestión es que, ellos viven en su mundo y hay que aprender a vivir en el mundo de ellos”.
Al rato comenzó la película. Todos emocionados. Niños y jóvenes felices.
Voz de América