El militante ecologista Nyombi Morris vino a Egipto desde Uganda con la ilusión de poder hablar a los dirigentes reunidos en la COP27, manifestarse, expresar la voz de los africanos afectados por el cambio climático… Pero desde que llegó al aeropuerto sus proyectos chocaron con unas medidas de seguridad que lo han mantenido apartado.
Morris tenía apenas 10 años cuando unas inundaciones, agravadas según él por la extracción ilegal de arena en las orillas de un río cercano, se llevaron por delante la casa y la granja de su familia en Butaleja, en el este de Uganda.
«Estoy aquí para dar voz a mi madre, que perdió su granja y su casa en 2008», cuenta este hombre de 24 años.
Cuando se enteró de que la COP27, la cumbre anual del clima, se desarrollaría en Sharm el Sheij, en Egipto, Morris, fundador de la oenegé Earth Volunteers, decidió viajar para hacer oír su voz y la de los suyos.
«Estoy aquí para pedir compensaciones en favor de mi comunidad», asegura.
Sin embargo, los obstáculos no faltaron desde el primer día.
Para manifestarse, hay que pedir una acreditación 36 horas antes, precisando los nombres de los organizadores, sus datos de acceso y el detalle del desarrollo de la marcha. Si se logra obtener autorización, las manifestaciones están permitidas sólo «entre las 10H y las 17H», según los organizadores, y en una zona específica, apartada.
Morris fue recibido con un interrogatorio nada más aterrizar en Sharm el Sheij, una ciudad turística a orillas del mar Rojo.
«A la vista del interrogatorio que tuve en el aeropuerto, no va a ser fácil hacer lo que habíamos previsto», dice el activista, que pretendía entrar en las salas donde se desarrollan las negociaciones.
– «La COP de los contaminantes» –
Y es que todos los militantes contra el cambio climático tienen en mente la historia de su compañero indio Ajit Rajagopal.
Una semana antes de la COP27, intentó acometer un gesto simbólico recorriendo en ocho días los 500 km que separan El Cairo de Sharm el Sheij.
Pero nada más salir fue detenido, al igual que el abogado egipcio que vino en su ayuda. Los dos fueron luego liberados gracias a una movilización internacional.
«Con lo que le pasó a ese activista indio, ¿cómo podemos estar seguros de que nos van a dejar tranquilos?», se pregunta Morris.
Adam Coogle, de la oenegé Human Rights Watch (HRW), afirma que «el poder egipcio no tiene ninguna intención de suavizar sus medidas de seguridad abusivas para darle espacio a la libertad de expresión y reunión».
Según las oenegés, ya hubo al menos «138 detenciones arbitrarias» al hilo de unas convocatorias para manifestarse en otros lugares de Egipto el 11 de noviembre contra la represión y la carestía de vida.
«La COP se desarrolla en África, pero no nos han dado ninguna posibilidad de expresarnos. ¿Qué hacemos aquí entonces?», se pregunta Morris.
«Más que la COP africana esto es la COP de los contaminantes, mira Coca-Cola», dice el ugandés refiriéndose a este patrocinador oficial de la cita climática, que según Greenpeace es «el primer responsable de la contaminación con plástico en el mundo».
Mientras tanto, los activistas se quedan «fuera» y «no pueden participar en las negociaciones», como tampoco «reclamar los 100.000 millones de dólares anuales prometidos en 2009 y nunca entregados» por los países desarrollados a los países del sur, para que reduzcan sus emisiones y se adapten a los efectos del calentamiento, añade el activista ugandés.
Este domingo, desafiando las restricciones, un puñado de activistas de un grupo vegano se manifestaron con pancartas en las que se leía «Be vegan, make peace» (sean veganos, hagan la paz), en la entrada del palacio de congresos.
«Intentamos promover el veganismo para ayudar a salvar el planeta de los gases de efecto invernadero», explica a AFP Tom Modgmah, miembro del «Culto del maestro supremo Cheng Hai». «La ganadería es responsable de buena parte del desastre actual», añade.
Morris se quedó en la puerta. «Nuestras acreditaciones de ‘observadores’ no nos permiten el acceso. Así que aquí estoy siguiendo con las retransmisiones en internet lo que ocurre».
AFP