“Tu hija se suicidó”, le dijeron por teléfono a Erlymar Romero, que estaba en Estados Unidos y entró en shock. Compró pasajes y esa misma noche partió a Venezuela.
Una semana después, los exámenes forenses revelaron que su niña, Sofía, de 12 años, que estaba al cuidado de su padrastro, había sido “golpeada” y abusada sexualmente “media hora antes” de ser lanzada “presuntamente desmayada” desde el edificio donde vivía en Guarenas, una ciudad satélite de Caracas.
“Hace nueve meses, el 24 de enero del presente año a mi hija la mataron y no solamente la mataron, la violaron, lo quisieron hacer pasar por un suicidio”, dijo a la Voz de América Erlymar Romero, de 36 años, desde su casa en Cagua, en el norte de Venezuela.
Por el caso, están detenidos su esposo, Carlos Herrera, de 30 años, y su suegra, Lorena Istúriz, de 52 años, que eran los únicos adultos que estaban en casa al momento.
Al hombre se le acusa de feminicidio agravado y abuso sexual a un niña con penetración en grado de continuidad. Y la mujer es juzgada por cómplice no necesario de feminicidio. Ambos defienden su inocencia.
“Nunca te vas a imaginar que la persona con la que te casas, y tienes un hijo va a hacer algo así”, sigue Romero, que aún trata de asimilar qué pasó.
“Si te dicen media hora antes, la única persona que estaba era él y su mamá, y mi bebé de un año y medio”, sigue.
El juicio aún no ha comenzado y el proceso es constantemente diferido.
“Yo lo que quiero es que haya una sentencia definitiva y que no se siga postergando porque lo que han hecho es eso, postergar cada sesión, cada audiencia”, insiste la mujer, que denuncia que acusados gozan de privilegios.
“Está en una celda especial (…), tiene uso de teléfono, redes sociales, tiene visitas de todo tipo, nada más por pagar. Entonces, sabes, como yo digo, siguen viviendo una vida normal. O sea, mientras tengas plata, mientras puedas pagar, ellos van a estar tranquilos y no, él no tiene arrepentimiento de nada”.
Según el Ministerio Público, de enero a octubre de 2022, en Venezuela se registraron 1.024 casos de abusos a menores; aproximadamente unos 100 cada mes, tres diarios.
“Hemos imputado a 1.426 agresores (…) 752 han sido condenados y quiero aclarar, con la pena máxima de 25 a 30 años”, dijo el Fiscal Tarek Saab, a un canal de televisión local, sin hacer referencia a este caso en específico.
Mientras, el número de mujeres asesinadas por motivos de género se elevó a 175 en los primeros nueve meses del año, según el más reciente informe de la ONG Utopix.
La pareja, que tiene en común un bebé de año y medio, se conoció en Ecuador en 2017, donde ambos habían emigrado. Al tiempo, decidieron formalizar la relación. Luego regresaron a Venezuela con Estados Unidos en la mente.
Ella se fue primero porque tenía visa, y los niños quedaron a cargo de él, mientras ella tramitaba un pedido de asilo, muy común entre venezolanos que buscan migrar a ese país. También tenían que tramitar los pasaportes, que fueron entregados pocos días después del crimen.
“Estaba toda contenta porque ya faltaba nada para llevarla”, dice Romero que desmiente cualquier hipótesis de suicidio. “Era una niña completamente alegre”, insiste.
“Ya estaba todo listo para llevarlos en febrero y solo me fui seis meses y 20 días. Nunca abandoné a mis hijos”, asegura, en respuesta a los comentarios con los que ha tenido que lidiar en redes sociales.
El padre de Herrera, con quien comparte el mismo nombre, defiende su inocencia. “Es una persona correcta y su mamá también”, dice en una entrevista con el sitio de noticias El Pitazo.
“Yo sé quién es mi hijo. Él nunca tocó a esa niña, jamás abusó de ella ni, mucho menos, la asesinó”, insiste. “El fiscal que lleva el caso armó una película que le pudo costar la vida a mi hijo si lo hubiesen trasladado a una cárcel”.
Herrera defiende la hipótesis del suicidio. Cuenta que esa noche, la niña quería hablar con su madre, pero no pudo comunicarse.
“Mi hijo le dijo que le enviara un mensaje y se acostara a dormir, que seguro su mamá le contestaba luego. Él se fue a su habitación y a los minutos escuchó un golpe al que le siguieron los gritos de unos vecinos”, explica.
“Corrió hacia el cuarto de su madre y le gritó a la niña, pensando que estaba en su habitación, que no se asomara. Cuando mi hijo bajó del edificio con su mamá se consiguió con el cadáver de la niña”.
Ese mensaje, que recibió 30 minutos antes de enterarse de su muerte, es el que Erlymar reproduce una y otra vez, que acompaña con llanto: “Hablamos mañana mami, voy a dormir, te amo”.
Voz de América