Tras un año de fenómenos meteorológicos extremos, el mundo se enfrenta a una disyuntiva: combatir el cambio climático, lo que implica una profunda mutación del modo de vida del ser humano, o seguir consumiendo energía abundante y barata.
«Hemos perdido un año», lamentaba el vicepresidente de la Comisión Europea, Frans Timmermans, después de la última conferencia sobre el cambio climático de la ONU (COP27) en Egipto.
Luego de dos semanas de negociación, los casi 200 países presentes apenas lograron ponerse de acuerdo en la creación de un fondo para cubrir los daños y pérdidas sufridos por los países más pobres. Los detalles del fondo (montante, participantes, beneficiarios) deberían concretarse a finales de 2023, en la COP28 de Dubái.
La COP27 no aludió a la necesidad de acabar con las energías de origen fósil (petróleo, carbón o gas).
Pero ese compromiso es imprescindible para cumplir con los propios objetivos de la comunidad internacional de mantener el aumento de la temperatura del planeta a un máximo de 1,5 ºC, tal como estableció el Acuerdo de París en 2015.
– Solo el principio –
Los récords de temperatura durante el verano en Europa, las inundaciones catastróficas en Pakistán o las hambrunas en regiones africanas fueron noticia a lo largo de 2022.
Pero «desgraciadamente esto es solo el principio: estamos viendo a pequeña escala lo que nos podría suceder a gran escala», advierte Robert Vautard, director del instituto francés Pierre-Simon Laplace.
La esperanza pasa por la aceleración en el empleo de las energías renovables, según los climatólogos y las organizaciones ecologistas.
La capacidad energética de las fuentes renovables crecerá en 2.400 gigavatios en los próximos cinco años, según las previsiones de la Agencia Internacional de Energía.
Esas fuentes alternativas superarán al carbón como fuente de energía eléctrica de aquí a 2025, de acuerdo con ese informe.
Pero una visión más cercana de los datos arroja inquietantes claroscuros.
Por ejemplo, en Alemania, uno de los países más afectados por la crisis energética provocada por la guerra en Ucrania, tres cuartas partes de la generación de electricidad sigue dependiendo de los combustibles de origen fósil.
Y de las fuentes renovables, la mayoría es biomasa (18%), muy por delante de la solar o las eólicas, según datos oficiales.
«La energía renovable es intermitente, eso es algo conocido. Por sí solo eso no es algo malo, pero tenemos que asumirlo», advirtió en un tuit Javier Blas, experto en el sector energético de Bloomberg.
El precio del gas en Europa es muy volátil. De 20 euros el megavatio llegó a cotizar a 300 euros, antes de volver a caer a 100 euros.
«Nunca he visto un momento más caótico», explicaba Graham Freedman, un analista del sector del gas de la consultoría Wood Mackenzie, a AFP.
La próxima COP se celebrará en Dubái. Los Emiratos Árabes Unidos son grandes exportadores de petróleo.
«En esa COP se va a hablar mucho del sector petrolero y gasístico y de su eventual contribución financiera» a la lucha contra el cambio climático, vaticina Laurence Tubiana, experta francesa y una de las arquitectas del Acuerdo de París de 2015.
Las lecciones que deje este invierno en el Hemisferio Norte serán claves para ver el grado de compromiso real de las economías más desarrolladas.
La mayoría de los países desarrollados tienen ambiciones climáticas incompatibles con los objetivos del Acuerdo de París, según un estudio reciente.
En lugar del objetivo de 1,5 ºC, la Unión Europea se situaría en 2,3 o 2,5 ºC de aquí a finales de siglo, y Estados Unidos en 3 o 3,4 ºC, según ese estudio de Paris Equity Check.
Pero del lado de los países en vías de desarrollo las perspectivas no son mucho mejores: Brasil se ajustaría a un calentamiento de 2,1 o 2,9 ºC, y México de 2,7 o 3,2 ºC.
China, Rusia o Turquía superarían los 5 ºC, lo que en términos científicos supone un umbral desconocido, que podría provocar cambios climatológicos dramáticos.
En la COP27 de Egipto, apenas una sexta parte de los casi 200 miembros presentaron nuevos compromisos de reducción de emisiones.
Y en Dubái el año que viene esos países deberán rendir cuentas, lo que promete duras recriminaciones mutuas.
AFP