“¡Salarios dignos, salarios dignos!”, gritaban trabajadores empobrecidos del sector público de Venezuela, que comenzaron el año con una ola de protestas para exigir un aumento que al menos les alcance para costear sus alimentos.
Maestros, enfermeros, médicos, obreros pertenecientes a la gigantesca nómina estatal, han visto sus ingresos mermados en medio de una altísima inflación, que cerró con más de 300 % el año 2022, según estimaciones privadas.
El salario mínimo base en Venezuela no llega hoy a los 10 dólares mensuales al cambio. Y un empleado público puede llegar a unos 30.
Entonces, los trabajadores demandan que sus pagos se equiparen a la canasta básica, calculada en unos 470 dólares, y que además se indexen al valor del billete estadounidense, en medio de la dolarización de facto que vive el país desde 2018.
“Exigimos que la firma de nuestra convención colectiva se ancle al dólar», gritaba la líder gremial Griselda Sánchez en una marcha convocada por los maestros hace una semana.
En una pancarta se leía: “Salario justo igual a la cesta básica”.
¿Es eso posible?
Una propuesta “inviable… poco realista”, dijo a la Voz de América el economista Andrés Guevara, profesor del Instituto de Estudios Superiores de Administración (IESA).
“Es improbable”, coincide Giorgio Cunto, economista de la firma Ecoanalítica. “La canasta básica, ya de por sí excede el salario promedio en el sector privado, que es mucho más productivo que el sector público”.
Los expertos hacen esta matemática básica: la nómina pública supera los 5 millones y medio de empleados, sin contar pensionados, entonces, si se fija el salario en 500 dólares, representaría 33.000 millones de dólares al año.
“El Estado venezolano en este momento, si quisiera pagar ese salario que están pidiendo las personas, debería destinar más de la mitad de los ingresos que tiene la economía venezolana total solo en el pago de salarios de funcionarios públicos activos”, explicó Guevara.
El economista estima que el tamaño del PIB venezolano está entre 55.000 y 60.000 millones de dólares. No hay cifras oficiales.
El gobierno se escuda en las sanciones internacionales para justificar la crisis, la más grave de la historia moderna de este país productor de petróleo con años de recesión e hiperinflación.
Y para paliar la caída del poder adquisitivo, entrega cada cierto tiempo bonificaciones.
«¡Basta de bonos! Son pan para hoy y hambre para mañana», señaló Jaime Galvis en la manifestación de los maestros. «Estamos viviendo, prácticamente subsistiendo».
¿Cuál es el mejor camino para ajustar sueldos sin impactar la inflación?
Los bajos sueldos en Venezuela se deben “a la baja productividad en el país”, coinciden los expertos.
“Sin aumento de productividad o sin aumento en los volúmenes de ventas o ganancias, tanto del Ejecutivo como de firmas, simplemente no hay capacidad de elevar los sueldos sin que estos causen presión inflacionaria”, dijo Cunto.
Y para ser Venezuela una nación productiva se “necesitan una serie de arreglos institucionales”, continuó Guevara. “No basta con frases o consignas (…) lógicamente se tiene que desmontar el aparataje del Estado a nivel que está”.
“Tienes que generar riqueza, tienes que tener mayor apego institucional y estado de derecho para poder crecer (…) Por muy duro que suene tenemos tiempos muy duros, acomodar la economía venezolana no será de la noche a la mañana, no es una tarea fácil ni rápida.
El presidente venezolano Nicolás Maduro dijo que 2022 cerró con un crecimiento de 15 %, sin dar mayores detalles.
Es “el mayor crecimiento de América Latina y el Caribe, con el impacto de diversificación de la economía que no habíamos tenido en años”, celebró el mandatario en su mensaje anual al Parlamento el 12 de enero.
El gobierno ha tratado de disminuir el gasto público en los últimos años y eso ha incluido no tocar los salarios.
Los analistas coinciden en que al no hacer el ajuste salarial, muchos trabajadores se verán empujados a migrar al sector privado o a la informalidad… y eso, al final, al gobierno le conviene porque le “aliviaría la carga”.
Voz de América