En una hacienda, a media hora de Caracas, José Pereira y su familia cosechan unas 15.000 plántulas de café.
El año pasado, una de sus variedades de café fue escogida entre las cinco mejores de Venezuela; un reconocimiento que, tal y como cuenta, llega después de 20 años de lidiar con una serie de escollos.
» Hay fallas en los insumos, también, a veces, son muy costosos, por eso es que los productores ya estamos optando por trabajar con otro tipo de café. Cuando hablamos de otro tipo de café es un café de especialidad», explica Pereira, quien da empleo a unos 21 trabajadores.
El café de especialidad es llamado así porque pasa por pruebas sensoriales y alcanza una calificación superior a los 80 puntos en una escala de 100. Su precio es dos veces mayor al comercial, por eso está reservado para billeteras holgadas.
«Hay un buen mercado aquí en Venezuela para ese tipo de clientes que en verdad quieren un buen café», acota Pereira, quien forma parte de la tercera generación de una familia dedicada a este rubro.
Pero para que el negocio pueda mantenerse, José Pereira tiene que destinar la mayor parte de su cosecha al café comercial y entrar en una batalla en los anaqueles.
«No es fácil competir contra 400 marcas, porque en un estante puede haber 100 marcas de café», dice.
En las zonas gastronómicas de la capital venezolana, hay un auge de cafeterías, pero la Confederación de Productores Agropecuarios, Fedeagro, advierte que el café premium es apenas un 5 por ciento del total que se produce en el país.
«Tú consigues, en Caracas café de calidad, pero eso no es representativo del café que sacamos de nuestras plantaciones”, advierte el director de Fedeagro, Vicente Pérez.
Esa baja calidad en la mayoría de los cafés que se ofrecen en el mercado, la atribuyen los agricultores a lo costoso que es cultivar en Venezuela, por la escasez de fertilizantes y de combustible. Por eso, la producción pasó de un millón 800 mil sacos, en los años 80, a apenas 600 mil sacos actualmente.
«¿El productor qué es lo que hace? para más o menos tener algo de ganancia, espera tener la mitad del café maduro y la mitad verde, lo recoge; pero ahí no hay un sabor ideal», destaca Pérez.
No en vano, baristas como Pietro Carbone, con unos 20 años de experiencia, afirman que el campo venezolano se está abriendo a los cambios.
«Tenemos 20 zonas productoras de café en Venezuela, tenemos cafés, intensos, aromáticos, ricos, con todas las calidades que queramos. Estamos volviendo al ruedo, y ya vamos a empezar a hacer café de calidad para poder hacer la pelea con los hermanos colombianos», relata Carbone.
Al frente de la Academia del Café, en Caracas, Carbone educa semanalmente a decenas de ciudadanos interesados en catar, servir o tostar los granos de esta bebida universal.
«Hay que formar al productor, de manera que el café que se está procesando, sea la calidad que se pide para exportar. No puedes pretender que tu café cueste tan caro como el del vecino de al lado, sino tiene el mismo valor», señala.
Venezuela tuvo una historia destacada en exportación de café hasta 1920, cuando quedó rezagada por la explosión petrolera.
El año pasado los granos venezolanos llegaron a países como Turquía y Japón, pero según expertos, para avanzar hacen falta incentivos del Estado que mejoren las condiciones en los sembradíos y preparar a más especialistas en tecnologías que desarrollen esta industria.
Voz de América