Bud Light contaba con la polémica como parte del impacto de la campaña de marketing.
El 1 de abril, con un atuendo y un peinado que evocaban a Audrey Hepburn, la influencer trans Dylan Mulvaney promovió la cerveza Bud Light, que produce Anheuser-Busch, en su cuenta de Instagram, que acumula 1,7 millones de seguidores. “Este mes celebré mis 365 días de mujer y Bud Light me envió quizá el mejor regalo posible: una lata con mi cara impresa”, comentó en referencia a su transición, que expuso en las redes sociales.
El 4 de abril, el cantante Kid Rock dijo en un video en Twitter que quería expresar algo “tan clara y concisamente como sea posible”, y a continuación apuntó con un arma larga a varias cajas y latas de Bud Light y las destruyó a balazos. Pocos días antes tres niños y tres adultos habían sido masacrados por un rifle similar al del músico en una escuela de Nashville, Tennessee; pocos días después, cuatro adultos correrían la misma suerte en un banco de Louisville, Kentucky. “¡A la mierda con Bud Light! ¡A la mierda con Anheuser-Busch!”, cerró Kid Rock su protesta contra la unión de la marca de cerveza y una personalidad LGBT+ famosa.
Según la publicación del sector cervecero Beer Business Daily, Bud Light sufrió “notables descensos de volumen en algunos mercados durante el fin de semana de Pascua”. Ese tropiezo “podría estar vinculado a una nueva campaña de marketing con la activista transgénero e influencer Dylan Mulvaney”.
El cambio de la curva parece reproducir el ciclo habitual de estos boicots: “Se pueden ver algunos vientos en contra a corto plazo, pero no creemos que sean materiales o duraderos” dijo el analista de Citibank Simon Hales a la consultora de inversiones Seeking Alpha. En general la indignación funciona al inicio, pero luego los factores habituales de la decisión de compra —precio y disponibilidad, por ejemplo— predominan.
Con información de INFOBAE