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Venezuela

Armando Info | De Chirikayén a Miami: la vuelta dorada de ‘Toñito’

Uno de los principales traficantes de oro del estado Bolívar edificó un circuito para explotar el codiciado mineral en un territorio del pueblo pemón, rico en minerales en Guayana, para llevarlo a Miami, en Estados Unidos.

El sitio web Armando Info reveló en un trabajo de investigación, publicado este domingo, que la inusitada ruta empieza en Chirikayén, una apacible comunidad indígena fundada en 1971 en el municipio Gran Sabana, un altiplano entre tepuyes, las características mesetas de esa antigua formación geológica en el sureste del estado Bolívar.

Por imágenes satelitales, o de acuerdo a la experiencia de los pobladores, se sabe que los yacimientos mineros están camino adentro, hacia la comunidad de Ikabarú y las orillas del río homónimo, que desemboca en el negro Caroní y bordea otro grupo de minas ilegales.

De hecho, Chirikayén no queda dentro del perímetro del megaproyecto estatal Arco Minero del Orinoco, creado en 2016 por el régimen de Nicolás Maduro. En las 45.000 hectáreas de la comunidad no hay áreas delimitadas por ley para el ejercicio de la minería, un requisito indispensable para la extracción comercial de los recursos naturales en el subsuelo. Pero a hora y media de caminata desde los pies del Indio Acostado ya se encuentran minas activas, ilegales, controladas por el pueblo indígena.

En ese enclave, Andrés Antonio Fernández Soto, mejor conocido como Toñito, operó con permiso, pero no del Estado venezolano, sino de la capitanía indígena. El hombre de 47 años, oriundo de La Fría, una localidad del estado Táchira, en los lejanos Andes del suroeste venezolano, se desenvuelve sobre una zona gris de actividades en la que, si bien es considerado un empresario, también se ha ganado motes como El Rey, que alude a su poder, o El Pran, referido a su posición en el organigrama vertical de un grupo criminal.

Toñito creció, estudió y empezó a hacer negocios en Santa Elena de Uairén, la última población del estado Bolívar venezolano sobre la Troncal 10, antes de cruzar a Brasil. Sus padres eran dueños de una venta de repuestos, Mercantil Parks. Acumuló poder económico, pero sin abandonar el bajo perfil. Tratando de no exponer el origen de su riqueza fortuita, se empeñó en hacerse popular entre indígenas y criollos mediante dádivas y beneficios.

En los predios de la zona minera de Chirikayén tenía un helipuerto y un galpón que servía como depósito y sitio de trabajo. Una aeronave llegaba, de día y de noche, y cargaba material rocoso. Varias veces aterrizó en la cancha de fútbol comunitaria. También por tierra, camionetas movían en nombre de Toñito insumos y sacaban sacos de material aurífero para supuestas pruebas de pureza. Al menos, eso establecía el acuerdo más reciente que había pactado con la comunidad.

Mientras tanto, lejos del punto de extracción, detrás del telón, Fernández Soto armó un conglomerado familiar que le permitía venderse oro a sí mismo, desde compañías en Venezuela a otras en Estados Unidos. Pero no solo eso. Tenía también una aeronave, con matrícula norteamericana, para hacer los traslados que, al menos hasta mediados de 2018, despegaban desde el principal aeropuerto de Ciudad Guayana, en el estado Bolívar.

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