La espesa selva del Guaviare es el escenario de una de las misiones de rastreo más grandes de Colombia en los últimos 20 años. Más de 150 militares, rescatistas de la Defensa Civil y otros organismos caminan día y noche –también sobrevuelan– en búsqueda de un milagro: hallar con vida a cuatro niños que viajaban en la avioneta HK-2803, que se estrelló el pasado primero de mayo cerca del río Apaporis. En la aeronave volaban siete personas. Las autoridades hallaron los restos de la avioneta y tres cuerpos que corresponden a Magdalena Mucutuy Valencia, Hernán Mendoza y Hernando Murcia, quien era el piloto.
De los otros cuatro ocupantes (de 13, nueve y cuatro años, y un bebé de 11 meses) no hay rastro. Hasta el cierre de esta edición, su suerte es incierta. No se trata de una simple búsqueda, sino del hallazgo de un milagro. Algunas pistas mantienen la fe intacta de que los niños están con vida.
En medio de la selva, climas agrestes y animales peligrosos, se han encontrado huellas, un improvisado cambuche, tijeras y una moñita. Todo apunta a que están sobreviviendo solos. No obstante, Fátima, la abuela de los niños, cree que no están del todo solos. Ella, junto con un puñado de personas, considera que sus creencias indígenas de espíritus en la selva son ciertas.
“Algún bicho los carga, por eso van p’allá y p’acá, ya miraron huellas nuevas, pero se pierden, entonces eso me preocupa. Nuestros saberes nos dicen que debemos buscarlos de noche, porque creemos que los tiene el duende, quien se aparece como mamá, papá o tío”, señala Fátima.
El Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) se mantiene en la tesis de que los menores están con vida. La abuela de los niños, aferrada a sus creencias, les pidió a las autoridades emitir desde el aire, a través de un helicóptero, un mensaje en su lengua nativa. Lo curioso –conoció SEMANA– es que no se trata de un llamado para los niños, sino de un aviso al supuesto duende que los tiene cautivos.
Con información de Semana