Desde el comienzo de la guerra entre Israel y Hamás, prestigiosas universidades de Estados Unidos han sido objeto de críticas, acusadas de no hacer lo suficiente para combatir el antisemitismo en sus campus.
La polémica ya le ha costado el puesto a la presidenta de una universidad y algunos observadores advierten de que podría tener repercusiones en la libertad de expresión en las facultades.
Aquí, un repaso de los acontecimientos.
¿Cuál es la situación actual?
Tras una tensa comparecencia ante el Congreso la semana pasada, legisladores y donantes pidieron a la presidenta de Harvard, Claudine Gay, su renuncia. Pero Gay logró permanecer en su cargo cuando el órgano rector de la institución renovó su confianza en ella.
La presidenta del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés), Sally Kornbluth, también recibió el apoyo de su institución.
Elizabeth Magill, presidenta de la Universidad de Pensilvania (UPenn), en cambio, se vio obligada a dimitir tras intensas presiones.
Las tres directoras habían sido convocadas el 5 de diciembre por una comisión parlamentaria cuyo objetivo declarado era «hacerles rendir cuentas» después de «innumerables manifestaciones antisemitas».
¿Cómo fue la audiencia?
Las tres dirigentes fueron bombardeadas con preguntas sobre cómo pretendían sus instituciones combatir el antisemitismo.
Los intercambios clave surgieron de preguntas de la diputada de derecha Elise Stefanik.
Stefanik comparó los llamamientos de algunos estudiantes a una «intifada» -término árabe que significa «levantamiento»- con una exhortación al «genocidio contra los judíos».
Cuando preguntó si «llamar al genocidio de los judíos viola la política de acoso de Harvard», Gay respondió «puede, dependiendo del contexto», antes de añadir «si se dirige contra una persona».
Preocupadas por no infringir los derechos de la libertad de expresión y por respetar las políticas de conducta de sus instituciones, las tres autoridades de las universidades se apegaron a respuestas legalistas.
«Si el discurso se convierte en conducta, puede ser acoso», respondió Magill, de UPenn, a la misma pregunta. «Es una decisión que depende del contexto».
Kornbluth dijo que «no había oído pedir el genocidio de los judíos» en sus campus.
«He escuchado cánticos que pueden ser antisemitas dependiendo del contexto» y esto «sería investigado como acoso si fuera generalizado y severo», añadió Kornbluth, quien durante la audiencia señaló que era judía.
¿Qué dicen los expertos?
Sus respuestas provocaron protestas, pero algunos expertos y académicos dicen que el trío tenía razón.
«El contexto sí importa», escribieron Eugene Volokh, profesor de derecho de UCLA, y Will Creeley, director jurídico de la Fundación para los Derechos y la Expresión Individual, en Los Angeles Times.
«Llamar a una ‘intifada’ en una marcha pacífica es generalmente una expresión política protegida», escribieron. «Pero en un contexto diferente, un canto de ‘intifada’ podría ser una verdadera amenaza, si, por ejemplo, alguien se lo dice a un estudiante israelí-estadounidense mientras avanza amenazadoramente hacia él durante una protesta que se ha vuelto violenta».
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Para Jenna Leventoff, de la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles, «los principios de la libertad académica exigen que las instituciones de educación superior salvaguarden todo discurso protegido, incluso cuando ese discurso sea polémico u ofensivo».
El profesor de ciencias políticas de Harvard Ryan Enos, cree que «los conservadores quieren acabar con la libertad de expresión en los campus».
«Ya han logrado silenciar en cierta medida las voces propalestinas», afirmó a la AFP.
Pero Laurence Tribe, profesor emérito de la Facultad de Derecho de Harvard, adoptó una postura diferente. «Incluso los intentos de ‘aclaraciones’ por parte de las directoras de estas universidades… mostraron con qué facilidad la búsqueda de la corrección política puede triunfar sobre la sabiduría y el coraje», opinó.
AFP