evtv
Opinión

Orlando Vieira Blanco | La cultura de la adulación

Betancourt fue un líder democrático que algunos historiadores [Carrera Damas] le adularon como “el padre de la democracia”, alabando su capacidad para dirigir al país en tiempos difíciles.

La adulación es una alabanza exagerada e interesada, hecha con lo que se cree puede halagar al otro con propósito de ganarse su voluntad para fines interesados. Pero ya lo alerta la biblia:»El que adula a su prójimo le tiende una trampa ante sus pies» …y lo desangra como una pulga a su víctima [Bertolt Brecht dixit].

La adulación es tan antigua como el mundo. Ejemplo evidente de ella es la célebre frase de Luis IV «L’État, c’est moi» («El estado soy yo») fruto de las más desatinadas adulaciones de cortesanos y de no pocos literatos de su época.

La adulancia criolla-que popularmente se apellidada jala bolas o jala mecates -es un personaje aborrecido pero muy común. En política es una táctica que busca manipular la percepción del líder para influir en decisiones, obtener favores o mantener una buena relación con él a costa de su honestidad e integridad. Pero qué pasa cuando el hombre de mando hace cumbre, precisamente por trepador, carmelero o lisonjero? Repasemos la historia.

De Stalin a Putin

El peligro de la “estrategia» celestina y trepadora de la jaladerocracia es que cuando la justicia, la defensa y la integridad de la nación están comprometidas por esta carmelita, el resultado es fuelle y aguijones donde monarcas, dictadores y demagogos convierten la luz en oscuridad, la pasión en muerte y la razón en perversión, rodeados [los adulados] de “mieles y flautas”.

Si nos vamos al Estalinismo en la Unión Soviética (1924-1953), bajo el liderazgo de Josef Stalin, la adulación se convirtió en un medio de supervivencia para muchos burócratas soviéticos. Alabaron públicamente a Stalin como un genio y salvador a través de discursos y actos públicos. Esta adulación tenía como propósito político asegurar la propia posición y evitar las purgas políticas de Stalin.

Nicolás II [a principios del siglo XX] fue adulado por la nobleza y la burocracia rusa en momento que las tensiones sociales y políticas aumentaban. Este exceso de adulación contribuyó a su aislamiento y fracaso en reformar el imperio.

La adulación hacia Vladimir Putin ha sido un elemento clave en la consolidación de su poder y en la creación de su imagen pública a nivel nacional e internacional. La maquinaria política y mediática rusa ha construido un culto a la personalidad en torno a Putin, donde la adulación pasa por el control de los medios de comunicación. La televisión nacional ha promovido una imagen de Putin como un líder fuerte, protector de Rusia. Los noticieros muestran a Putin como un defensor incansable de los intereses rusos frente a la amenaza especialmente de Occidente.

Dmitry Medvedev, cuando fue primer ministro y presidente interino, se refería a Putin como un líder brillante y un mentor, destacando su experiencia y liderazgo como fundamentales para el bienestar del país. Muchos otros políticos elogian a Putin por su capacidad para mantener la estabilidad y “restaurar el orgullo ruso”. Se le atribuyen éxitos como la recuperación de Crimea en 2014, que fue presentada como una gran victoria patriótica.

El “Día de la Nación” es un evento patriótico conocido como el Día de la Victoria que celebra la derrota de la Alemania nazi en la II Guerra Mundial. La figura de Putin es central. Se le presenta como el heredero de los líderes soviéticos que salvaron a la patria del fascismo y se utiliza esta narrativa para crear un paralelismo entre su liderazgo y las victorias históricas de Rusia.

De Bolívar a Pérez Jimenez y Betancourt

La adulación en Venezuela es cutánea. Ha jugado un papel notable en la política venezolana especialmente en momentos de concentración de poder. La adulación republicana sin duda fue notable desde Bolívar pasando por el caudillaje hasta nuestros días. En 138 años de vida republicana [1830-1958], se entabló un campeonato de frases laudatorias para mandatarios. Desde Bolívar a Páez, de Boves a Zamora o desde Guzmán Blanco, Castro, Gómez a Pérez Jiménez, la adulancia ha sido nutriente cultural de la vanidad en el poder.

Durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, los medios de comunicación y funcionarios del gobierno utilizaron un lenguaje excesivamente elogioso para describir al líder, presentándose como un héroe de la patria. Se promovía la idea de un gobierno que representaba progreso y modernización, pero se ignoraban las denuncias de violaciones a los DDHH. Se le atribuía la construcción de grandes obras públicas como si fuesen el único camino hacia el desarrollo del país. A Gómez se le veneró como “el generalísimo quién con el sudor de su frente bañaba la gloria de la patria, siendo [como Bolívar], la luz del pueblo”.

Rómulo Betancourt (1959-1964) tampoco escapó de la adulación

Betancourt fue un líder democrático que algunos historiadores [Carrera Damas] le adularon como “el padre de la democracia”, alabando su capacidad para dirigir al país en tiempos difíciles. A lo largo de su carrera política fue objeto de elogios constantes por su habilidad para mantener el liderazgo dentro de su partido y por su figura prominente en la transición de la dictadura a la democracia. La diferencia es que hay adulados que se engolosinan con las mieles del adulador, mientras otros se asquean del lisonjero. EL verdadero líder sabe de quién rodearse y pasa de los aduladores porque sabe que pronto el adulador le pondrá un grillete a sus pies.

Theodore Roosevelt decía del liderazgo: “El mejor líder es aquél que sabe elegir a los mejores para hacer las cosas y tiene la templanza suficiente para no entrometerse mientras las hacen” Un día a Betancourt lo llamó su Ministro de Salud y le pregunta: ¿por qué no me convoca a reuniones? Betancourt le respondió: porque yo lo puse allí para que los problemas los resolviera usted. No fueron los amigos ni aduladores quienes hicieron gabinete con Betancourt. Ilustres como Valmore Rodríguez, Raúl Leoni, Ricardo Montilla, Rómulo Gallegos, Luis Beltrán Prieto Figueroa, Andrés Eloy Blanco, Alberto Carnevalli, Leopoldo Sucre Figarella, Gral. Antonio Briceño Linares o Juan Pablo Pérez Alfonzo [Fundador de PDVSA Y OPEP] lo rodearon. Y fue capaz de persuadir personajes regios como Rafael Caldera y Jóvito Villalva para liderar el Pacto de Puntofijo.

De Chávez a Maduro y el militarismo

La adulación hacia Hugo Chávez alcanzó niveles extremadamente altos durante su presidencia y después de su muerte. Los seguidores de Chávez-funcionarios de alto rango y figuras públicas lo llamaban “Comandante Supremo” y «líder Eterno”, construyendo en torno a su figura una imagen omnipresente. Se refieren a él como el “libertador del siglo XXI”.

El cambio de nombre de instituciones y lugares en su honor ha sido parte del culto. Tras su muerte, Nicolás Maduro cita a Chávez como “padre y guía espiritual” de la Revolución Bolivariana. Esta banalización del poder ha sustituido la institucionalidad por la oda. A partir de esta transmutación moral, el poder no se escala: se trepa.

Nicolás Maduro también ha sido objeto de una adulación similar por parte de aliados políticos. En discursos se le presenta como el “hijo y heredero” de Chávez, con el objetivo de perpetuar el legado chavista. Maduro-pese a las dificultades económicas y sociales de Venezuela-muchos de sus ministros y funcionarios alaban constantemente su liderazgo y su capacidad para resistir las presiones internacionales. Ejemplo claro es el uso del término “presidente obrero”, enfatizando su origen como conductor de autobuses y destacando su cercanía con el pueblo trabajador.

El militarismo en la política venezolana ha convertido la adulación en un factor de ascenso hacia altos mandos militares. El uso de términos como “patriotas o garantes de la paz y la soberanía”, así como las exaltaciones públicas de sus “sacrificios y lealtad” hacia la revolución bolivariana, forman parte de la dinámica. Este elogio busca asegurar el apoyo incondicional al gobierno.

España y México. De Franco a Porfirio Díaz y AMLO

El ejemplo más notable de adulación política en España fue durante la dictadura de Francisco Franco [dictador desde 1939 hasta su muerte en 1975]. Franco fue objeto de una intensa adulación por parte de los sectores políticos, militares y religiosos afines a su régimen. Franco fue retratado como el “Caudillo de España por la gracia de Dios”. Este título, ampliamente utilizado por sus seguidores lo elevaba casi a una figura divina, asociada con la salvación de España tras la Guerra Civil. Franco era presentado como el salvador de la patria frente al comunismo, el anarquismo y el separatismo. El régimen franquista controlaba los medios de comunicación que elogiaban continuamente al dictador. El NO-DO-un noticiario que se proyectaba obligatoriamente en todos los cines antes de las películas-difundió imágenes de Franco en situaciones heroicas y como un líder paternalista. La prensa también lo retrataba como un hombre sabio y fuerte, capaz de mantener la estabilidad y la unidad de España.

En México el ejemplo más notable de adulación política fue durante el largo gobierno de Porfirio Díaz conocido como el Porfiriato (1876-1911). Durante su régimen la élite política y económica de México veía en Díaz el garante del desarrollo. Sus seguidores lo presentaban como el gran modernizador de México, subrayando avances en infraestructura, como la expansión del ferrocarril y el telégrafo, así como el crecimiento económico. Se le atribuía el haber traído “orden y progreso” tras un período de inestabilidad política en el siglo XIX.

En México, la figura de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), [2018-2024], ha sido objeto de una notable adulación, en especial dentro del contexto de la Cuarta Transformación (4T), que promovió un movimiento histórico. Desde su ascenso político López Obrador fue presentado como “un líder del pueblo y para el pueblo”. Sus seguidores lo llaman “el presidente de los pobres”, destacando su lucha contra la corrupción y las élites. Las conferencias matutinas diarias de López Obrador, las mañaneras, han sido uno de los escenarios más visibles de adulación. Se le ha comparado con figuras históricas como Lázaro Cárdenas, quien nacionalizó el petróleo y es considerado un símbolo de justicia social. Esta comparación alimentó la idea de AMLO cómo un líder reformador que deseaba llevar a México hacia una nueva etapa de igualdad y desarrollo social.

Entre piojos y alacranes. Fin de la era republicana

Es inevitable comentar esa mezcla de traidores y aduladores, expresión tope de bajo espíritu que chupa la sangre de las democracias y la repúblicas. Desde esta perspectiva, Plutarco consideraba que las personas que hacen de la adulación, profesión, son auténticos parásitos.

De ellos dice: “Todo su cuerpo es vientre, ojo que mira por todas partes, una bestia que camina sobre sus dientes”. Son como los piojos. Una vez que obtienen lo que desean, huyen y le dan la espalda: “En efecto, los piojos se marchan de las personas muertas y abandonan sus cuerpos al perder la vitalidad, la sangre de la que se alimentan […] Es completamente imposible ver a los aduladores aproximándose a asuntos enjutos y fríos. Se acercan y medran en los poderes y en los cambios desaparecen con rapidez”. No es casual que el citado poeta Bertolt Brecht, escribiese: “De los tiburones logré escapar. Al tigre lo derribé a tiros. Los que me devoraron fueron los piojos”.

La adulancia ha sido historia recurrente de nuestra cultura política. Pocaterra los llamó las cerbatanas, los generalotes, los ministrotes, los gorilas, los cretinos; en definitiva: piedras de mar… Seres ocultos en el fondo y en la oscuridad tipo Ramonet, Bernard Cassen, Barnet, Sean Penn, Danny Glover, Chomsky, Pérez Esquivel, Thiago de Mello, Lebowitz, Córdoba o la pacifista Cindy Sheehan, por nombrar algunos, quienes con la túnica de intelectuales, actores o poetas, enterraron sus dientes para comer juntos los restos de la revolución. Y qué decir de funcionarios, políticos y empresarios: piedras de mar.

Entre aduladores te vea y entre aduladores se nos va la vida. Al decir de Mario Briceño Iragory en su obra escrita, mensajes sin destinos, por la cultura de la adulación restamos valor a nuestra historia por vanagloriar a los hombres por encima de nuestras epopeyas, de nuestras gestas, de nuestra verdadera esencia cultural. Y te encadenarán los pies, el orgullo y las manos. Y la voz también.