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Opinión

Leon Sarcos | La esperanza, canto lirico del alma

Finlandia ocupó el puesto 1 en el informe mundial de la felicidad, Venezuela es el más infeliz
Cortesía: Webconsultas

La esperanza es esa cosa con plumas que se posa en el alma y canta sin parar. Emily Dickinson.

Puedes cortar todas las flores, pero no puedes evitar que llegue la primavera. Pablo Neruda.

Esperanza es creer en lo que no ves; la recompensa de esa fe, es acabar viendo en lo que crees. San Agustín.

La esperanza es el único bien común de todos los seres humanos; los que todo lo han perdido, la poseen aún.

Tales de Mileto

Hace algún tiempo escribí un artículo muy breve sobre la esperanza. No la había sentido, pensado y vivido tanto como estos últimos desesperantes y desesperados ocho años. Según la RAE: Estado de ánimo que surge cuando se presenta como alcanzable lo que se desea. Confianza, ilusión, optimismo, promesa, fe, expectativa, perspectiva. Para el filósofo Espinosa, algo más profundo: La esperanza es una alegría inconstante, que brota de la idea de una cosa futura o pretérita, de cuya efectividad dudamos debido al miedo.

 Decía en aquel entonces, para mí, una necesidad ontológica tan corta como la vida, y tan larga como la eternidad. Y allí lo dejaba. Ahora pienso. Eso, es cierto, pero desagregado es mucho más y le sumo un nuevo prisma: La esperanza, es el entusiasmo, entendido en su derivación del griego en Theos, que significa presencia de Dios en nosotros y en los otros, inspiración divina; fuente de fe, nutriente de la introspección y reflexión intima entre el tiempo perdido, el tiempo recobrado y el tiempo esperado, cercano al final y más allá de la desaparición física, cuando el espíritu humano en cualquiera de las religiones cobra trascendencia en la eternidad.

Una anécdota para recordar

Convencido de la belleza de la vida y de la grandeza de la inteligencia humana, no conozco en la historia una anécdota de tanto coraje y valor ético y estético como la célebre reflexión que han recogido los historiadores, cuando Alejandro Magno parte de Grecia a la conquista de Asia.

 El jefe de la expedición entrego a sus amigos antes de marchar todo su patrimonio: tierras, bosques, aldeas, e incluso las aduanas de los puertos y todas sus rentas. Una vez culminada la distribución de sus propiedades personales- no las del reino que gobernaba, donde dejaba instalada a Olimpia-, uno de sus generales y amigo personal Perdicca, le preguntó, si había reservado para él una sola cosa, aunque solo fuera como un recuerdo. Y Alejandro, mirándolo fijamente, le respondió: Si, la esperanza. Entonces Perdicca le replicó: repártela a tus generales. Renunció a la parte que le había sido donada y le dijo: A nosotros que iremos a combatir a tu lado, déjanos, aunque sea, compartir esa esperanza.

La esperanza y el miedo

Para Maya Angelou, la esperanza y el miedo no pueden ocupar el mismo espacio. Invita a uno a quedarse y a el otro a marcharse. Pero el miedo es consustancial a la naturaleza humana. Tenemos miedo desde que venimos al mundo y en la más cercana infancia-por lo menos en el occidente cristiano, equivocadamente es así- tomamos conciencia de que somos culpables, de que procedemos del pecado. 

En esa misma niñez tememos a la oscuridad, al castigo y a la reprimenda cuando cometemos alguna travesura. En la adolescencia vendrán otros miedos propios de la edad, los primeros enamoramientos y el temor a que nos digan que no o a descubrirnos sexualmente. Sin embargo, todos ellos van creando sus propios antídotos en valores que vamos aprendiendo en el proceso de socialización, primero en la casa y después en la escuela y en nuestro desenvolvimiento en el entorno. La dinámica de esos miedos va forjando a través de valores, nuestras propias fuerzas morales fundadas en la esperanza. 

Pero esos miedos tienen grados en los que la esperanza acentúa con más fuerza su presencia y se convierte en un verdadero escudo contra la adversidad. Mientras más intenso sea el miedo con más vehemencia responderá el ser humano con el rostro visible de la esperanza, el entusiasmo, que oscila entre la determinación y la flexibilidad para darle certeza a la resistencia, a la visión de futuro que la sostiene o saber abandonarla si comprueba que no tiene posibilidad de realización.

La esperanza de Francesco Alberoni

Encuentro la esperanza en los días mas oscuros, y me concentro en los mas brillantes. Yo no juzgo el universo. Dalai Lama

Por lo menos a nivel individual, los miedos creados van siendo combatidos y vencidos con la esperanza que, según Francesco Alberoni, no es un razonamiento, un cálculo de probabilidades, una afirmación psicológica. La esperanza es una intuición que proviene de un movimiento interior y que establece de nuevo una relación de confianza con el mundo, y que nos introduce nuevamente en el impulso vital del que habíamos sido expulsados. Perder la esperanza, a decir de Dostoievski, simplemente significa dejar de vivir. 

La esperanza proviene del deseo-dice Alberoni. Del deseo de amor, del deseo de expresarnos, del deseo de libertad. Y cuanto más fuerte sea ese deseo y, a la vez, cuanto más enraizado este, mayor será la capacidad de la esperanza de transformar el futuro, de presentárnoslo esplendoroso, infinitamente deseable. La esperanza tiene el poder de transformar nuestro corazón, de apaciguar nuestra ansia, de hacer soportable el presente y reforzar nuestra voluntad de luchar cuando se violan nuestros derechos.

La esperanza para Byung Chul Han

La esperanza es el océano para el rio, el sol para los árboles, y el cielo para nosotros. Plutarco

Para Byung Chul Han, donde hay miedo es imposible la libertad. Miedo y libertad son incompatibles en la adultez cuando tienes deberes y derechos. El miedo puede transformar una sociedad entera en una cárcel. El miedo -dice Chul Han-solo instala señales de advertencia. La esperanza, en cambio, va dejando indicadores y señalizadores de camino. La esperanza es la única que nos hace ponernos en camino. Nos brinda sentido y orientación, mientras que el miedo imposibilita la marcha.

Por la etimología del término, para Chul Han, la esperanza es opuesta al miedo y echa mano al diccionario etimológico de Friedrich Kluge quien explica la voz hoffen, esperar así: cuando uno quiere ver más lejos y trata de ver mejor, se estira hacia delante. Por lo tanto, esperanza significa, mirar a lo lejos, mirar al futuro. La esperanza nos abre los ojos a lo venidero, el verbo verhoffen, tomar el viento, tiene aún el sentido original de esperar. En la jerga de la caza significa, indagar o rastrear por el viento la caza. Detenerse para escuchar, acechar, olfatear. 

Esperanza y optimismo

El que tiene salud tiene esperanza, y el que tiene esperanza lo tiene todo. Proverbio indio

El entusiasmo es una explosión de esperanza, para Alberoni. Pero no se puede confundir esperanza con optimismo. El entusiasmo es una fuerza que nos impulsa hacia lo elevado, a lo que tiene valor. Es una potencia que nos ayuda a superar nuestra vida cotidiana, a ir más allá de lo que solemos ir ordinariamente. 

Es un impulso al futuro, una confianza en la propia meta y en las propias posibilidades. El optimismo es inocente e infantil. El entusiasmo esta soportado en valores y en experiencias. El optimismo es una ilusión, el entusiasmo es una consagración.

Para Chul, el optimismo no hace falta conquistarlo. Se tiene sin más como algo obvio, igual que uno tiene talla corporal o un rasgo personal invariable. El optimismo no necesita razonar su actitud. La esperanza muchas veces hay que suscitarla y concitarla expresamente.  A diferencia del optimismo falto de toda resolución, la esperanza se caracteriza por el entusiasmo. El optimista no actúa de propio. Toda acción conlleva riesgo. El optimista no arriesga nada. 

Esperanza y desesperación

Desear era tener que esperar. Jane Austen

Cuando el miedo se desborda a nivel individual, aparece la desesperación, sin la cual para Alberoni no se comprende la verdadera dimensión de la esperanza: ¡No!¡No! Para entender la esperanza hay que partir de su opuesto, la desesperación. La que experimenta el enfermo diagnosticado de cáncer, que la asume cuando llega el tratamiento que le da una posibilidad de prolongar su vida. La del condenado a muerte, cuando la Corte Suprema da curso a una apelación que suspende temporalmente la ejecución. La de la joven que está a punto de ser violada y escucha el canto de una sirena policial.

Por eso en los ejemplos que nos ilustran, el paso de la desesperación a la esperanza no es un paso de la incertidumbre a la certeza. No, al contrario. Es un paso de la certeza a la posibilidad. Porque la vida consiste en eso, en entreabrirse hacia lo posible, en abrirse hacia el horizonte del futuro. El horizonte es la vida.

Byung Chul Han, ilustra la relación dialéctica entre la esperanza y la desesperación de una manera más poética. Desesperación y esperanza son como valle y montaña. La negatividad de la desesperación es inherente a la esperanza, según Nietzsche: La esperanza es un arco iris desplegándose sobre el manantial de la vida que se precipita en vertiginosa cascada; un arco iris cien veces engullido por el espumaje y otras tantas veces rehecho de nuevo, y que con ternura y bella audacia despierta sobre el torrente, ahí donde su rugido es más salvaje y peligroso.

Y continua: No hay descripción más certera de la esperanza. Posee una tierna y bella audacia. Tiene la ternura de la receptividad y al mismo tiempo tiene algo que le da belleza y encanto. Para Chul la esperanza más íntima surge de la desesperación más profunda. No es casualidad que en la mitología griega Elpis; la diosa de la esperanza sea hija de Nix, la diosa de la oscuridad.

Chul Han, también diferencia la esperanza del pensamiento positivo y de la psicología positiva. Esta pretende desligar al individuo del sufrimiento y trata de ocuparse solo del bienestar y de la dicha. Si a uno lo que lo atormenta son pensamientos negativos -como si fuera una máquina- lo que debe hacer es cambiarlos en el acto por otros positivos.  Los aspectos negativos de la vida se obvian por completo. La psicología positiva ve al mundo como unos grandes almacenes de un mercado donde nos dan todo lo que pedimos. Según este análisis cada quien es responsable único de su propia felicidad.

La esperanza y la desesperación individual

Por muy larga que sea la noche, amanecerá. Proverbio africano

Cuando nos enamoramos sentimos que es imposible vivir sin la presencia del ser amado; en cada ocasión nos confirmamos en un nuevo encuentro y cuando no estamos junto a ella nos embriaga la nostalgia por su sonrisa, lejos de su figura podríamos enloquecer, si no fuera por la esperanza de volverla a ver y a tener de nuevo en nuestros brazos. Ese don de la esperanza en el amor puede ser igualmente rico y creativo cuando formamos parte de una sociedad oprimida y nos sentimos indigna e injustamente tratados. Toda visión de un mundo feliz, lleno de justicia, bienestar y equidad para todos nace de la esperanza, de rescate, de la liberación de los gobernantes que nos someten.

 A nivel individual, muchas situaciones en la vida pueden llevarnos al borde de la desesperación. Pero en términos estrictamente personales los riesgos o experimentación de grados de miedo y críticos de desesperación, serán mayores o menores, dependiendo de los niveles alcanzados de desarrollo institucional, y estabilidad política, económica social y cultural.  A mayores niveles de desarrollo material y espiritual, mejor calidad de vida, mayor estabilidad emocional y más confianza en la visión que se tiene de futuro.

Una cosa es la vida social compartiendo en familia, con una educación de calidad; asistencia a la salud integral desde el nacimiento hasta la muerte; servicios públicos de primera; asistencia social de países nórdicos, y otra cosa bien triste y desesperante es vivir como en algunos países de América hispánica como Cuba, Nicaragua y Venezuela, donde el 90 % de población vive en condiciones miserables de sobrevivencia. Somos prácticamente mendigos en la casa, refugiados en el mundo. Sociedades desintegradas, quebradas, repartidas por el mundo recibiendo el menosprecio indiscriminado sin tener culpa de nuestra condición.

Individualmente la vida es amenazada por muchos miedos y momentos de desesperación incluso en las sociedades más solventes económicas, social y culturalmente. Porque ningún ser humano es insensible y perfecto como una máquina, para escapar a los traumatismos emocionales, del desamor, del infortunio en el trabajo, de las perdidas por accidentes, por frustración, por equivocaciones, por falta de visión o por incompetencia, y ahí desde luego estará siempre presente la desesperación, sino se tiene el arsenal para enfrentarse con entereza al futuro, y a su lado, por supuesto, como la amante perfecta, una dama distinguida que le insufla de nuevo ternura y pasión a su alma para que vuelva a empezar a cantar sostenidamente enamorado del futuro. 

Confianza y desesperación

 Cuando la esperanza y la fuerza se juntan se crea una bella sinfonía 

 No todos asumimos los miedos y su extremo, la desesperación con la misma fortaleza moral, los valores escudos, la energía y la entereza necesaria para con imaginación, voluntad y audacia -teniendo como soporte el entusiasmo divino-, volver a asomarse al futuro para curar heridas del alma y reparar errores o accidentes para volver a empezar.

 La naturaleza humana y los caracteres que ella produce son muy diversos. Hay seres que ceden fácilmente a las presiones que provocan sus actuaciones en la vida. Las adversidades pueden hundirlos con suma facilidad en grados de postración emocional del cual les resulta muy difícil salir a flote.

Hay otros que son capaces de crear y proyectar, pero suelen ver y fabricar ellos mismos tantos obstáculos en el camino que tardan mucho en tomar la decisión o terminan renunciando a la iniciativa antes de haberla probado. Existen personas que, por el contrario, ante situaciones enrevesadas y muy complicadas, que otros juzgarían desesperada, son capaces de inventar una solución positiva y eficiente y la ponen en práctica con resultados inimaginados.

Generalmente para Alberoni la actitud anterior regularmente depende en buena parte de un elemento hereditario del carácter, de la fuerza voluntad de cada quien o del arsenal moral y cognitivo del que se le haya dotado para enfrentar contingencias y el horizonte de la vida preñado de entusiasmo.

La capacidad, según Alberoni, de esperar, de luchar por una meta sin abandonarse al desaliento o la desesperación, de tener la vista siempre presente en el futuro son fundamentales para obtener el éxito de cualquier empresa, Son indispensable para el deportista, el artista, el político, el empresario, el emprendedor, el científico o el emigrante. 

Pero hay que tener mucho cuidado en que durante el desarrollo del proyecto para llegar a coronarlo no se confunda el entusiasmo que sostiene la esperanza con la falsa ilusión que provoca el optimismo. De allí que sea fundamental en toda visión de futuro utilizar con destreza, las dos palabras claves: determinación para seguir adelante y flexibilidad para entender que no están dadas las condiciones para continuar. Y esperar otro momento o cambiar el proyecto por fallido. 

Igual acontece con las enfermedades. Para curase, tan solo la persona que desea curarse, tan solo aquel que desea hacerlo, aquel que está convencido de conseguirlo, solo aquel que lucha para vivir, puede conseguirlo. Y si él duda o le faltan fuerzas porque se encuentra muy debilitado, allí están sus seres queridos para actuar como socorristas de esperanza o amigos auxiliares de ciudadanía para transmitirle aliento.

Soñar con los ojos abiertos

Soñar es la manera más pura de esperanza.

 El filósofo Ernest Bloch, fue quien puso de manifiesto el soñar con los ojos abiertos. Si los sueños nocturnos vienen del pasado, aquellos que se tienen con los ojos abiertos miran al futuro. Se anticipan a las caricias fogosas que se tendrán con la enamorada o la dulce gastronomía que se degustara en un buffet al que estamos invitado, o la inversión que haremos en libros y obras que nos resultan muy placenteros para satisfacer nuestro hedonismo. Es una fantasía que se transforma en una satisfacción alucinatoria temporal de algo muy deseado.

Para Alberoni: Saborear la importancia de ciertos detalles: de un gesto, de una sonrisa, el tono de voz, los movimientos del cuerpo, la armonía que significa estar juntos. Descubre la importancia del paraíso terrenal perdido.

En este grupo de seres humanos que sueñan con los ojos abiertos Alberoni realiza una diferenciación entre aquellos fantaseadores en los que prevalece la opción de huir y retirarse del mundo, de la otras que también fantasea pero que prefieren pasar a la acción. Para ello establece una gradación formada por cuatro estadios diferentes. El primer estadio, en el cual prevalece el escape, hasta el cuarto, en el cual la dedicación al futuro es absoluta.

El segundo estadio, lo constituyen las personas que pasan una gran parte de su tiempo imaginando proyectos fantásticos. Cuanto más grave es su situación, más se acercan a una solución milagrosa que resuelva sus problemas de una sola vez. De este modo acaban dando crédito a los fanfarrones, a los superficiales, y rechazan las propuestas más modestas, pero más realistas y eficaces. Al final viven a salto de mata. 

El tercer estadio lo representan aquellos que desearían ser grandes constructores, eminentes realizadores, pero que carecen de la inteligencia y de cualidades morales y sociales suficientes. De ahí que están siempre atentos a las modas y se apropian las nuevas ideas y sugerencias de las personas que van encontrando, para luego venderlas como proyectos propios.

Y, por último-dice Alberoni- están quienes descubren, con su información, formación e imaginación novedosas formas de resolver los problemas, nuevas posibilidades y nuevos proyectos. Los grandes creadores atraviesan fases de vagabundeo intelectual y emotivo y exploran numerosos caminos hasta que en ellos emerge, de repente, la solución original, creativa y concreta que se convierte en realización, en construcción de una novísima obra, de una nueva vida, de un nuevo mundo.

La esperanza colectiva

Si quieres construir un barco no juntes a las personas para recolectar madera, y no les asignes tareas ni trabajo. Enséñales primero a anhelar la inmensidad infinita del mar. Saint Exupery.

 La civilización está en transición. El proyecto humano está en fase de mutación. La democracia está debilitándose y su soporte el estado de derecho está siendo desvirtuado. La capacidad del ser humano para sobrevivir y convivir civilizatoriamente, está también en entredicho. Pandemias, conflictos interraciales, nacionalismos recalcitrantes, supremacía racial, efecto invernadero, recalentamiento global, guerras, amenazas de apocalipsis, miedo, violencia, sexo y pornografía desbordada, mentira y muerte, condimentan la vida cotidiana del planeta.

La supremacía absoluta de la ciencia y la tecnología sobre el desarrollo humano se perciben inquietantes para el futuro de la humanidad. No es miedo a las pandemias y a las guerras, que estoy seguro no serán las ultimas-por cálculo de los empresarios en la producción de los nuevos armamentos-es pandemia de miedo, de desesperación frente al futuro, al vacío de la esperanza.

La fuente de la esperanza más significativa, la única que consigue mitigar el miedo y la desesperación, a nivel colectivo, aunque esta pudiera lucir inevitable, es la fe en un ideal, religiosos o político. En otras palabras, cuando el ser humano deja de pensar en sí mismo y se considera solamente como un instrumento para la realización de un deber colectivo o útil que saque a la sociedad adelante. Por el momento los postulados para una nueva doctrina que aliente al humano a descifrar el porvenir en un proyecto político universal encarnado en algunos liderazgos no se vislumbran. 

El Jesús portador de la esperanza y el amor al prójimo, portavoz de la fe cristiana; el Nelson Mandela que persevero por más de treinta años para poner fin al apartheid en Sudáfrica; el Mahatma Gandhi, que ayunaba indefinidamente y recibía los primeros porrazos de la policía en la India y que definitivamente logros la independencia de su país; el Felipe González que dio paso a la democracia en España, menos aún los Rómulo Betancourt, Eduardo Frei  y Raúl Alfonsín, que le abrieron paso a la libertad y a los derechos civiles en la América hispánica, se anuncian por ninguno de los espacios que nos ofrece el horizonte como iconos renovados de nuevas esperanzas.

El ideal de futuro y la esperanza son tan consustanciales a las sociedades como lo son el miedo y sus gradaciones que tienen su expresión máxima en la desesperación. En el mundo el liberalismo ha logrado temporalmente poner en cautiverio la esperanza y ofrecerla ocasionalmente en una vitrina donde también puede comprarse. Parece no haber futuro, un horizonte que se puede ofrecer en venta no es tal, es un producto de ficción de muy mala calidad que al final termina diluyéndose y conformando una sociedad hedonísticamente nihilista. Así parezca lujuriosamente colmada. Pende del hilo endemoniado de instantes efímeros de placer consumista.

Hay un llamado fundamental en el que hace hincapié Alberoni en su ensayo sobre la esperanza que es bueno recordar: Todas las sociedades, desde la familia pasando por las tribus primitivas, han elaborado un imperativo que vendría a ser: Mantén tu palabra. Curiosamente, este mandamiento no aparece entre los diez mandamientos bíblicos dictados por Dios a Moisés… 

…Ha sido el derecho romano el que ha garantizado el respeto por los pactos, formalizando el contrato y sancionándolo con la ley y con magistraturas expresas. Esa es la soldadura de la arquitectura de acero que sostiene el ideal democrático. Ahí donde la moral no llega, si llega la ley, que confiere obligatoriedad al hecho de respetar los pactos y los contratos contraídos bajo su garantía.

 Este llamado de atención, les recuerda a los gobernantes del mundo y a sus países, el incumplimiento de compromisos democráticos, ambientalistas y armamentistas -que viven sometidos a vaivenes emocionales del liderazgo tradicional y a los mezquinos intereses de las grandes corporaciones petroleras y tecnológicas-, en detrimento de los acuerdos que preservan la tierra, protegen el ambiente y conspiran contra una paz perpetua.

En los momentos más desesperados y desesperanzados de la humanidad no existe otro argumento para todos que no sea volver al principio. La continuidad de la civilización occidental y de la humanidad solo la garantiza la vuelta a los orígenes. El respeto de lo otro y de los otros. Solo en el imperio de la ley forjado a través de millones de años y estímulos a perfeccionar el desarrollo humano, la libertad, la tolerancia y la fraternidad, podremos convivir en paz. 

A nosotros occidentales, nos toca mejorar y actualizar todo nuestro andamiaje institucional, legal y cultural; regular y controlar la producción y el uso de la ciencia y la tecnología, y hacer cumplir el ideal democrático, los acuerdos geopolíticos, y ambientales renovados y mejorados. A las otras grandes potencias, superar sus ideas y creencias hacia formas más civilizadas de libertad, convivencia, tolerancia y respeto.  De eso dependerá que se atenúen los miedos y crezca desmesuradamente la esperanza y el entusiasmo de vivir.

Epilogo

Arturo Uslar Pietri, uno de los más prestigiosos intelectuales venezolanos fallecido en 2001, le confesó en una de sus últimas entrevistas concedida a Rafael Arráiz Lucca cuando se le preguntó cómo veía el futuro después del triunfo holgado de Hugo Chávez: 

Yo no soy optimista, es que uno no ve que puede pasar en Venezuela. Desde el punto de vista del azar, puede pasar cualquier cosa, pero desde el punto de vista de un desarrollo sostenido más o menos lógico, no se ve, no hay una propuesta para el país…

Estoy muy angustiado con lo que está pasando en el país. Este es un momento muy malo, muy peligroso, hay mucho dinero, muchísimo dinero y no hay orientación. La educación es un desastre, la política espantosa, no hay debate, el país está sin rumbo, sin destino, sin clase dirigente, hay aventureros, picaros, gente que tira la parada. 

…  Yo estoy en un estado de ánimo muy malo. No tengo esperanzas, estoy como en el infierno de Dante. Aquí no hay de donde agarrarse, es lastimoso un país sin clase dirigente, improvisada, de improvisadores. Hay que ver lo que hubiera podido hacerse en este país con todo ese dinero y un poquito de sentido común.  

Tenían que transcurrir más de dos décadas de desgobierno, y encontrarnos con un país destruido y desolado, buena parte de sus habitantes esparcidos por el mundo, para que después de un angustioso parto renaciera la esperanza, encarnada en una valiente, distinguida, hermosa e inteligente mujer que ha concitado de nuevo -inspirada en el auténtico ideal democrático, en el estado de derecho, y en una gigantesca fuerza moral- el entusiasmo vital del alma nacional. 

Para Chul Han, la esperanza es una actitud espiritual, un temple anímico que nos eleva por encima de lo ya dado, de lo que ya existe. Por eso en ocasiones solemos no sentirla. Según Gabriel Marcel, la esperanza esta trenzada en el tejido de una experiencia en curso, nutrida en una aventura que aún no ha terminado. Esperar, significa conceder un crédito a la realidad, tener fe en ella, dejarla que se preñe de futuro.

Quizás mi desespero ante el rumbo que lleva el mundo y lo que contemplo como futuro-con una óptica nada optimista- haga que me niegue a aceptar que se gestan nuevas esperanzas y por el hecho de que yo no las sienta o perciba, no significa que no se estén incubando o en proceso de gestación. Por ahora me niego a aceptar que sean los populista-espectáculo, quienes las encarnen: Bocazas Trump-no en el sentido simpático que lo era Mohamed Ali-, con el resurgir del racismo y la resurrección de un nuevo tipo de nacional socialismo americano; Putin, ahora profesor de democracia en las redes, cuyo principal rasgo de su política es que no deja huella del asesinato de sus adversarios; Bukele encarcelando a la mitad de los habitantes de su país o Milei con sus cursos introductorios de economía política. Ellos, los hijos políticos del nuevo reino tecnológico -que hace ver bien lo que se hace muy mal y que analizado más allá del circo y de las imágenes para cautivar incautos, es peor de lo que antes había-, no representan un perfil de liderazgo que posea respuesta orgánica, -de verdaderos hombres de Estado con visión de futuro- a la difícil coyuntura actual en sus países y a nivel mundial.

Chul Han nos refiere a Derrida que hace una lúcida diferenciación entre el futuro que se puede planificar, calcular, prever, y el advenimiento que sucede sin previo aviso porque es inasequible a toda estimación. El advenimiento, anuncia la venida de lo distinto, que no es predecible. Se caracteriza por su indisponibilidad.

Por lo que estamos obligados a concluir con una de las clásicas frases de Oscar Wide: Lo que en ocasiones nos parecen pruebas amargas, a menudo son bendiciones dulcificadas. Para rendirle honor a la esperanza, expidámosle una nota de crédito literario, a uno de los mas exaltados cultivadores de la belleza irónica.