Los diplomáticos estadounidenses han descuidado el hemisferio occidental durante demasiado tiempo.
Cuando Donald Trump obtuvo su arrolladora victoria en noviembre, recibió el mandato de poner a Estados Unidos en primer lugar. En el ámbito de la diplomacia, esto significa prestar más atención a nuestro propio vecindario: el hemisferio occidental.
No es casualidad que mi primer viaje al extranjero como secretario de Estado, a América Central el viernes, me mantenga en el hemisferio. Esto es poco frecuente entre los secretarios de Estado del último siglo. Por muchas razones, la política exterior de Estados Unidos se ha centrado durante mucho tiempo en otras regiones y ha pasado por alto la nuestra. Como resultado, hemos dejado que los problemas se enconaran, hemos perdido oportunidades y hemos desatendido a nuestros socios. Eso se acaba ahora.
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La agenda de política exterior del presidente Trump empieza cerca de casa. Una de sus principales prioridades es asegurar nuestras fronteras y revertir la desastrosa invasión promovida por la anterior administración. El papel de la diplomacia en este esfuerzo es fundamental. Tenemos que trabajar con los países de origen para detener y disuadir nuevos flujos migratorios, y aceptar el retorno de sus ciudadanos presentes ilegalmente en Estados Unidos.
Algunos países cooperan con nosotros con entusiasmo, otros no tanto. Los primeros serán recompensados. En cuanto a los segundos, Trump ya ha demostrado que está más que dispuesto a utilizar la considerable influencia de Estados Unidos para proteger nuestros intereses. Si no que se lo pregunten al presidente de Colombia, Gustavo Petro.
Pero incluso cuando las circunstancias exigen dureza, la visión del presidente para el hemisferio sigue siendo positiva. Vemos una región próspera y llena de oportunidades. Podemos fortalecer los lazos comerciales, crear alianzas para controlar la migración y mejorar la seguridad de nuestro hemisferio.
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El Salvador, Guatemala, Costa Rica, Panamá y la República Dominicana -los países que visitaré en este viaje- pueden beneficiarse enormemente de una mayor cooperación con Estados Unidos. Estas naciones fueron desatendidas por administraciones anteriores que dieron prioridad a lo global sobre lo local y aplicaron políticas que aceleraron el desarrollo económico de China, a menudo a expensas de nuestros vecinos.
Podemos revertir esta situación. Covid puso de manifiesto la fragilidad de la dependencia estadounidense de cadenas de suministro lejanas. La reubicación de nuestras cadenas de suministro críticas en el hemisferio occidental despejaría el camino para el crecimiento económico de nuestros vecinos y salvaguardaría la propia seguridad económica de los estadounidenses.
Unas relaciones más estrechas con Estados Unidos generan más empleo y un mayor crecimiento en estos países. Esto reduce los incentivos para la emigración de estos países, al tiempo que proporciona a los gobiernos ingresos para luchar contra la delincuencia e invertir en casa. A medida que nuestros socios regionales se fortalecen, pueden resistir más fácilmente a países como China, que prometen mucho pero cumplen poco.
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La emigración masiva ha desestabilizado toda nuestra región. Los cárteles de la droga -ahora correctamente clasificados, gracias al presidente, como organizaciones terroristas extranjeras- se están apoderando de nuestras comunidades, sembrando la violencia y envenenando a nuestras familias con fentanilo. Los regímenes ilegítimos de Cuba, Nicaragua y Venezuela amplifican intencionadamente el caos. Mientras tanto, el Partido Comunista Chino utiliza su influencia diplomática y económica -como en el Canal de Panamá- para oponerse a Estados Unidos y convertir naciones soberanas en Estados vasallos.
Confío en que los países que pronto visitaré sean socios dispuestos. Al igual que el presidente Trump, sus líderes son pragmáticos que dan prioridad a sus ciudadanos. Y porque son pragmáticos, también saben que se gana mucho más trabajando con Estados Unidos que no haciéndolo.
Se trata de un enfoque de la política exterior basado en intereses compartidos concretos, no en vagos tópicos o ideologías utópicas. Es representativo del enfoque que el Departamento de Estado adoptará en todas sus relaciones internacionales. Extenderemos nuestra mano a todas las naciones de buena voluntad, con la confianza de que reconocerán lo que podemos hacer juntos.
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Afortunadamente, el hemisferio occidental alberga más intereses congruentes que conflictivos. Hacer a Estados Unidos grande de nuevo también significa ayudar a nuestros vecinos a alcanzar la grandeza. Las amenazas que el Sr. Trump fue elegido para detener son amenazas también para las naciones de nuestro hemisferio.
Compartimos un hogar común. Cuanto más seguro, fuerte y próspero sea ese hogar, más se beneficiarán todas nuestras naciones. Juntos, hay pocos límites a lo que podemos lograr.