Alexandr Lukashenko tomó posesión de su sexto mandato en una ceremonia de investidura no anunciada y que se produjo en medio de la grave crisis política que vive el país tras las elecciones del 9 de agosto.
Sin embargo, la oposición ha decidido anunciar protestas indefinidas tras esta acción.
«Nunca aceptaremos las falsificaciones y exigimos nuevas elecciones», dijo en Telegram Pável Latushko, uno de los líderes de la oposición bielorrusa.
Latushko, exministro de Cultura y miembro del presídium del Consejo Coordinador para el traspaso pacífico del poder, dijo que esta plataforma opositora llama a todos a «una acción de desobediencia indefinida».
«Hoy hemos sido testigos de una situación sin precedentes. El presidente que se va, que afirma que obtuvo más del 80 por ciento de los votos en las elecciones, llevó a cabo una operación especial para su autoinvestidura», dijo Latushko, quien tuvo que abandonar Bielorrusia a principios de septiembre por presiones de las autoridades, según el propio opositor.
Según Latushko, el mandatario bielorruso tiene «una sed diabólica de poder». Latushko actualmente se encuentra en Lituania, al igual que la líder de la oposición bielorrusa, Svetlana Tijanóvskaya.
«La sed diabólica de poder y el miedo paranoide le llevaron otra vez a violar la ley. A partir de hoy no es más presidente de Bielorrusia: es simplemente el jefe de los antidisturbios que sin distintivos actúan en las calles de Bielorrusia y de un grupo de burócratas», subrayó.
Según los datos oficiales, Lukashenko fue reelegido con el 80,1 % de los votos en las elecciones del 9 de agosto pasado, resultado que no es reconocido por la oposición ni por Occidente y que ha desatado la mayor ola de protestas en la historia postsoviética de Bielorrusia. EFE