David Nabarro, encargado de la Organización Mundial de la Salud, instó a los gobiernos del mundo a no usar el confinamiento para detener el coronavirus.
A juicio de Nabarro, este tipo de medidas pueden “dejar un efecto negativo en la vida de las personas”.
Asimismo, señaló que los cierres «solo tienen una consecuencia que nunca hay que menospreciar y es hacer que la gente pobre sea mucho más pobre».
Durante una entrevista para la revista , Nabarro explicó que el confinamiento debe ser una medida usada para «reorganizar, reagrupar y proteger a los trabajadores de la salud que están agotados».
A su vez, aseguró que los gobiernos deben de tener planes de rastreo y hospitalización para tratar a los pacientes con COVID-19.
«Y por eso apelamos a todos los líderes mundiales: Dejen de usar el confinamiento como su principal método de control. Desarrollen mejores sistemas para hacerlo. Trabajen juntos y aprendan unos de otros», expresó Nabarro.
Falsa dicotomía entra la salud y la economía
Navarro también señaló que existe una falsa dicotomía entre la salud y la economía. Según expresó, la pobreza mundial podría alcanzar números más altos en el próximo año.
«Puede que tengamos al menos el doble de desnutrición infantil. Esta es una terrible y espantosa catástrofe global», comentó.
Estas declaraciones también han sido respaldadas por Tedros Ghebreyesus, director general de la OMS. El pasado mes de agosto planteó que los confinamientos no son una solución efectiva ante el COVID-19.
«No necesitamos elegir entre vidas y medios de subsistencia, o entre la salud y la economía. Esa es una falsa elección», dijo en su momento.
Las nuevas declaraciones vuelven a surgir en medio del rebrote del virus en algunas regiones de España que han obligado al Gobierno de Pedro Sánchez aplicar medidas de prevención más fuertes entre la población.
El experto también advirtió del impacto que puedan tener las nuevas medidas de confinamiento en la salud mental de las personas.
Esta teoría también fue respaldada por la investigación más reciente de la Universidad de Sídney, que expone que las medidas de confinamiento puede generar una pérdida de productividad hasta de cinco años.