En octubre, durante la exhumación de los restos del venerable, Dr. José Gregorio Hernández, estuvo Yaxury Solórzano, la «niña del milagro».
La ceremonia, realizada en el templo Nuestra Señora de La Candelaria, en el centro de Caracas, estuvo presidida por el cardenal venezolano, Baltazar Porras.
Al evento, también acudieron autoridades eclesiásticas como el cardenal Jorge Urosa Sabino, así como notables y miembros del gremio médico.
EN DESARROLLO|| Nuestro cardenal Baltazar Porras @bepocar se dirige a los feligreses con lectura de la exhortación. #DrJoseGregorioHernandez #HazElBien pic.twitter.com/IWq6OtSAS8
— VALE TV, Red Canal 5 (@ValeTVCanal5) October 26, 2020
La ceremonia fue un paso previo (y obligatorio), con el que se pretende corroborar que los restos mortuorios del Dr. Hernández, realmente, son los de él.
Solórzano, la pequeña cuya vida fue salvada gracias a la intercesión del denominado “Médico de los Pobres”, fue quien logró que José Gregorio Hernández fuera declarado como beato por las autoridades de El Vaticano.
Historia de Yaxury
Yaxury Solórzano, la niña del milagro que llevó a ser beato a José Gregorio Hernández, recibió un impacto de escopeta en el cráneo a corta distancia, detrás de la oreja derecha, por unos antisociales que interceptaron la moto donde iban junto a su padre, para robarlos en el caserío Mangas Coveras, en el estado Guárico.
Después de seis horas de una larga travesía para llegar al centro de salud, a través de canoa, brazos, lomo de bestia, carro, finalmente encuentran una ambulancia en Guayabal (Guárico) y la trasladaron hasta el Hospital Pablo Acosta Ortiz del municipio San Fernando, en el estado Apure, donde recibe la atención por la especialidad de pediatría y la unidad de terapia intensiva pediátrica.
El hospital en ese momento no tenía neurocirujano y la situación con la paciente estaba complicada. Fue entonces cuando llamaron al doctor Alexander Krinitzky Pabón para pedirle su opinión médica. “Mi compañera Bárbara Martínez y yo que éramos los neurocirujanos en San Fernando y no laborábamos en el hospital, nos encontrábamos en la ciudad capital realizando operativos médicos con la Fundación Pueblo Soberano, luego de terminar esta jornada decidimos descansar”, relata.
Cuenta que ese domingo, Día del Médico, recibió una llamada de los colegas de la Unidad de Pediatría, le cuentan lo que sucedió y deciden enviarle las imágenes de la tomografía vía whatsapp. “Las analizamos y decidimos venirnos a San Fernado inmediatamente a atender a la niña”, afirma el doctor, quien nació en San Cristóbal el 2 de septiembre de 1969.
Muy temprano deciden prepararse para operar a la paciente, luego de casi dos días de espera para ser intervenida y la reciben en quirófano inconsciente. Conversan y acuerdan hacerle una cirugía de control de daños, “que consiste en retirar fragmentos, hacer limpieza y retirar tejidos revitalizados, de allí fue egresada a la unidad de cuidados intensivos pediátricos, recuperándose satisfactoriamente”, explica.
Al cabo de 10 días de la intervención a Yaxury el doctor Krinitzky comenta que llegan a su consultorio privado la madre Carmen Ortega y la niña. No las reconoce porque la niña entra caminando pausadamente. Recuerda que llevaba un gorro que cubría su cabeza. Es cuando la madre le dice: “Doctor no nos recuerda?, Ella es la niña del tiro en Mangas Covera”.
Allí cayó en cuenta de quién se trataba y quedó sorprendido por su rápida recuperación, aprovecha el momento y le hace un video para realizarle el examen neurológico rápido y otro para grabar la herida, todo esto pensando en publicar los videos en una presentación científica en un congreso. El doctor aclara que nunca le pasó un pensamiento religioso.
El neurocirujano pasó mucho tiempo sin saber de la niña y por cosas del destino se encontró en una de las jornadas de operaciones con la Fundación Pueblo Soberano al padre Numa Molina, con quien hace una gran amistad.
Un día al comentar sus experiencias, el doctor le habla de la experiencia con la niña y el Padre Molina queda extasiado y le pregunta: “Chico y tú no les preguntaste a los familiares si habían pedido a algún santo para que intercediera”.
Luego de un tiempo la niña y su madre llegan a consulta. “La niña ha estado muy bien, sólo venimos a una consulta de rutina”, le dice la madre. Es en ese momento cuando el médico le pregunta sobre su religión y la señora responde que en su hogar son católicos y devotos del doctor José Gregorio Hernández. Carmen le confesó que al enterarse de la cirugía de su hija le pidió al santo que la salvara y ella aseguró que el Médico de los Pobres le dijo: “No te preocupes, que tu hija va a salir bien” y después de esto comenzó a sentir una paz.
El doctor llama al padre Molina para comentarle lo conversado y es él quien decide hacer las diligencias e informa al sacerdote Gerardino Barrachini, Vicario Episcopal por la Santidad de la Arquidiócesis de Caracas, y comienzan a entrevistar a todos para la reconstrucción de los hechos, recoger los testimonios, para elevarlo a la Santa Sede y demostrar científicamente el milagro.
Krinitzky asegura que todo se dio de la manera más extraordinaria. Cuando le piden las pruebas el CD de las imágenes con la tomografía, no lo encontraban en ningún sitio, y sin ese cd no se podían completar las pruebas para el milagro. “Por favor José Gregorio aparece el cd que lo necesitamos, te conviene”, exclamó con mucha fe.
Al cabo de unos minutos tocan la puerta de la habitación y era su esposa con cd en mano y le dijo: “Los niños acaban de encontrar el cd en una caja”. Impactado con la noticia que le dio su esposa, revisó el cd y estaba muy bien. “Todos quedamos anonadados de lo sucedido, el disco no presentaba ninguna avería”, acota el doctor.
“Toda esta experiencia ha sido gratificante para nuestras vidas, mi familia y yo nos hemos acercado más al Doctor José Gregorio Hernández. Antes me encomendaba a Dios en cada una de las intervenciones quirúrgicas que realizaba, hoy en día me encomiendo al nuevo beato y está presente en cada uno de mis pasos”, afirma.
El doctor Krinitzky, de padre con descendencia rusa y madre de los andes venezolanos, al cumplir cinco años llega a San Fernando de Apure, donde se establecen y se consolidan como familia.
Es el terruño llanero donde realiza toda su formación académica y se gradúa de bachiller asistencial, mención enfermería. También formó parte de la Brigada del Grupo Táctico de la policía de la capital san fernandina y es cuando queda asignado por el CNU en la carrera de medicina en la Universidad de Los Andes en Mérida.
Su inclinación por la medicina comienza desde muy pequeño. “Cuando era niño, el médico tratante de la familia me enseña a tomarle la tensión a mi papá, que sufría de hipertensión y desde ese momento comienza mi afinidad por esta carrera que inicié en la Universidad de los Andes en 1.987 y que culminé en 1996 donde obtuve el título de médico cirujano”, recuerda.
Hizo su internado en el Hospital Universitario de los Andes, y es cuando se especializa en Neurocirugía en el Hospital Central de San Cristóbal y luego entra al postgrado de Neurocirugía en el Hospital Universitario de los Andes y es así como hace cinco años de la especialidad.
Regresó a San Fernando en diciembre del 2005 y entra al principal centro de salud de la ciudad, el Hospital Pablo Acosta Ortiz. “Nunca me fui de aquí, mantengo mi residencia aquí, mi ejercicio privado aquí y mi disposición de colaboración en el hospital cuando lo necesite”, agrega