“Desnutrición calórica aguda” es el diagnóstico que médicos forenses asentaron en las actas de defunción de Silvia Margarita Sandoval y Rafael David Sandoval, dos hermanos de 72 y 73 años, respectivamente.
Los abuelos fueron hallados, sin vida, dentro de su lugar de residencia: el apartamento de un edificio ubicado en Puente Hierro, al centro de Caracas, en Venezuela.
Alertados por los vecinos, miembros del cuerpo de Bomberos del Distrito Capital ingresaron al inmueble. Allí yacían los cadáveres de los septuagenarios, que murieron al no poder probar bocado.
“Estaban muy débiles”, dijo una residente del edifico en el que vivían los hermanos.
De acuerdo con algunas versiones, Silvia Margarita falleció primero. Como para no abandonarla, ni siquiera en el otro mundo, Rafael David lo hizo después.
Ambos son los rostros visibles de la crisis humanitaria compleja que se padece en Venezuela. Se trata de un fenómeno con trasfondo político, que se desarrolla en medio de una economía carcomida por la hiperinflación.
En la otrora potencia petrolera, el salario promedio de un trabajador corriente o la pensión de un adulto mayor es de 400.000 bolívares. Eso es mucho menos de un dólar, si se toma como tasa de referencia la que se maneja, en el mercado negro, este 30 de octubre.
Un reporte del Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros (Cendas – FVM) señaló, la semana pasada, que el costo de la canasta familiar, tan sólo en el mes de septiembre, fue de 114.028.154,47 bolívares.
La cifra implica que una familia de unos cinco integrantes, que deseen hacer las compras en el transcurso de este viernes, deberá gastar cerca de 220 dólares estadounidenses.