No tiene nombre, pero sí un número: 89/29. Con esa cifra se identifica la modesta vivienda que se ubica en el barrio El Empedrao, de Maracaibo, y que acoge a 15 personas.
El grupo lo conforman tres adultos y 12 niños. Hasta hace días eran sólo 10, pero una de las mujeres salió al hospital y regresó con gemelos.
Todos cohabitan en un inmueble del que sólo quedan despojos. Las paredes, desconchadas y a medio pintar, sostienen las vigas desnudas que, alguna vez, soportaron láminas de zinc.
Al saberse sin techo, hombres, mujeres y, sobre todo, los niños, se refugian bajo la sombra de los árboles o bajo la que producen aquellos muros teñidos de un verde que no evoca esperanza y de un rojo que dejó de ser pasión.
Pese a ser tan real como la pobreza que carcome a 90% de los venezolanos, la casa 89/29 es la mejor metáfora de una “revolución” fracasada, que se preñó con promesas y que, luego, las abortó en el camino.
Fotografía: Gustavo Bauer