Sin el músculo de un estudio de Hollywood o el apoyo del Estado, los realizadores de un documental que ilustra la crisis venezolana a través de un pueblo en ruinas apostó por el «crowdfunding» para financiar su participación en la desigual carrera a los Óscar.
«Es David contra Goliat, sin duda alguna», dijo a la AFP Joe Torres, uno de los productores de «Érase una vez en Venezuela, Congo Mirador», dirigido por la cineasta venezolana Anabel Rodríguez.
El objetivo es recaudar 30.000 euros (unos 36.000 dólares) en menos de un mes, cuando se conozcan los posibles nominados a los premios de la Academia. Los nominados serán anunciados el 15 de marzo.
Los Óscar se postergaron al 25 de abril por la pandemia del covid-19, en un formato que aún no fue definido.
«Con tu ayuda TENEMOS UNA OPORTUNIDAD», implora el mensaje colgado en la plataforma de micromecenazgo Indiegogo. Poco más de un tercio del total se ha recaudado.
«Es una película que está huérfana y tiene que buscar fondos privados y fondos alternativos», justifica Torres, sin esperar financiamiento del Estado por ser una producción crítica del chavismo gobernante.
La industria del cine venezolana, muy dependiente de los fondos públicos, también se ha visto salpicada por la crisis más aguda que ha enfrentado este país en su historia reciente.
– Los tiempos cambian –
El documental, estrenado a finales de enero de 2020 en el festival estadounidense de cine de Sundance, muestra la vida en Congo Mirador, una remota localidad de precarias viviendas sostenidas por pilares en las aguas del Lago de Maracaibo, en el petrolero estado Zulia (noroeste), uno de los más golpeados por la crisis.
El pueblo se ha visto muy afectado por la sedimentación producto del cambio climático, sin que haya una respuesta oficial. Muchos de sus pobladores han terminado emigrando.
Coproducido con Brasil, Austria y Reino Unido, fue inscrito en las categorías Película Internacional (en idioma no inglés) y Película Documental del Óscar.
Competir en estas categorías representa un ahorro, pues las producciones no tienen que pagar los 12.500 dólares que pide la Academia en otras para colocarlas en su sala web de proyecciones, donde sus miembros pueden verlas para luego votar por sus favoritos a ganador.
«Hace unos 10 años era inusual que un filme internacional o un documental tuvieran que hacer campaña», explicó Tim Gray, vicepresidente y editor de la sección de premios de Hollywood de la revista Variety en Los Ángeles.
Pero los tiempos han cambiado, y Claudia Lepage, productora ejecutiva del documental, dijo estar consciente de que compiten «con monstruos que tienen campañas de un millón de dólares».
– El arte de la seducción –
Vuelos alrededor del globo, fiestas, hospedajes, publicidad… son variadas y costosas las estrategias de los cineastas para codearse con los votantes del Óscar y azuzarlos para elegir su largometraje.
Los realizadores de «Érase una vez en Venezuela, Congo Mirador», en cambio, apuntan al arte de la seducción.
«¿En qué consiste el esfuerzo? En seducir a la mayor cantidad de académicos (…) para que vean la película y nos den su voto» en «cualquiera de las dos categorías», indicó Torres, que con relaciones públicas, apariciones en medios de comunicación y proyecciones online espera que «empiece un diálogo» sobre su película.
De momento, el documental no figura en la prensa especializada como favorita para lograr una nominación en ninguna de las dos categorías.
Producciones de gigantes como Netflix, HBO y Amazon lideran por ejemplo las apuestas de Variety para documental.
La danesa «Otra ronda», «Ya no estoy aquí» de México y la francesa «Entre nosotras» figuran entre las favoritas a mejor filme internacional.
Pero Lepage aseguró ser optimista: «Hay un buen boca a boca y hay una buena crítica. Esto nos da esperanza de que podamos llegar lejos».