Decena de personas, la mayoría residentes de Miami Beach, se reunieron frente a una caseta salvavidas en la playa, a pocas cuadras de los miles de turistas estadounidenses que en su etílico frenesí han forzado un estado de emergencia.
«Han sido días difíciles con las vacaciones de primavera», dice Radha Silva, la instructora de yoga, quien agregó que «como residentes, somos cautelosos y preferimos hacernos a un lado y venir a la playa temprano en la mañana».
Todos los marzos, esta pequeña isla en el sur de Florida es destino de miles de turistas, sobre todo estudiantes, que vienen de todo el país en busca de clima cálido, arena blanca y vida nocturna.
Pero, este año, la ciudad ha estado desbordada por un número inusual de turistas que festejan con un particular sentido del desquite luego de un año de tristeza y privaciones.
«Uno está aquí disfrutando la playa, sabes, es una buena vibra», dice Joseph, un joven turista de Nueva Jersey. «Corona se acabó, el invierno se acabó, vacúnense, vuelvan a la normalidad».
Sin embargo, la «buena vibra» se fue de las manos y, desde febrero, la policía confiscó 80 armas e hizo más de 1.000 arrestos, cerca de 400 de ellos por delitos graves.
El lunes, además, se informó del arresto de dos hombres por drogar y violar a una mujer, que fue hallada muerta luego en su habitación de hotel.
En respuesta, las autoridades impusieron un toque de queda los fines de semana en las calles más turísticas, que será válido hasta mediados de abril, y ordenaron el cierre por las noches de los tres puentes que conectan la isla con Miami.
Con información de AFP