Acaban de concluir las Reuniones de Primavera del Fondo Monetario Internacional y del Grupo Banco Mundial que se centraron en lograr una recuperación resiliente de la pandemia del covid-19. A este respecto, debatieron sobre el cambio climático, la deuda, las vacunas y la recuperación económica.
Janet Yellen, secretaria del Tesoro de Estados Unidos, dijo que la administración de Joe Biden está concentrada en la pandemia y en alcanzar la inmunidad de rebaño en julio de este año, para lo cual promueve la vacunación, las pruebas de detección del SARS-CoV-2 y el rastreo de contactos –en el caso de adquirir el virus–, con lo cual aspiran a tenerla bajo control. Reconoce que el manejo de la pandemia es, realmente, lo que va a determinar el desempeño de la economía en 2021 y 2022.
Para el presidente del Banco Mundial, David Malpass, llevar las vacunas a los países en desarrollo es una carrera contra el tiempo. “Cuanto más rápido lo hagamos, menos probable será la aparición de variantes peligrosas del covid”, dijo. “Es fundamental conseguir que las economías crezcan más rápido y evitar que más familias caigan en la pobreza”, agregó.
Según el FMI, 150 millones de personas se verán empujadas en 2021 a la pobreza extrema a causa de la pandemia. La directora gerente del organismo, Kristalina Georgieva, indicó que hasta que los países no logren de nuevo un crecimiento sostenible, sus economías seguirán enfrentándose a intensas presiones fiscales.
Es el caso de Estados Unidos, que decidió aplicar un plan de estímulo de 1,9 billones de dólares –el más grande desde la Segunda Guerra Mundial–, porque los riesgos de desempleo a largo plazo son mayores que el déficit fiscal causado por el paquete de rescate. “Vamos a tener cuidado y tomar en cuenta las lecciones aprendidas de la crisis financiera de 2008, es decir, no retirar el apoyo del Estado demasiado rápido y animar a todos los países desarrollados que disponen de la capacidad de utilizar la política fiscal y la política monetaria para seguir impulsando una recuperación global por el bien del crecimiento de toda la economía mundial”, afirmó Yellen.
Escuchar estos planteamientos para salir de la crisis mundial de la secretaria del Tesoro de Estados Unidos, el presidente del Banco Mundial y la directora del FMI nos hace prever que estamos ante un nuevo consenso de Washington: el aumento del gasto versus la probidad fiscal. Ya no consiste en frenar el gasto público, sino en obtener valor por el dinero y gastar más donde se puede encontrar el verdadero beneficio.
El nuevo consenso establece que “la recuperación dependerá en gran medida de la rapidez y eficacia de la vacunación en todo el mundo”.
En el caso de Venezuela, el régimen de Nicolás Maduro ha manejado la pandemia para seguir en el poder desde el año pasado. La política de flexibilización y cuarentena radical que ha aplicado “para protegerse y proteger”, con variantes como el mismo virus: 7+7, 7+7 Plus, 7+14, no obedece a una lógica sanitaria, sino a criterios aleatorios –como vaya viniendo vamos viendo, decía Eudomar Santos– como ocurrió en los días de Carnaval y Semana Santa.
Con respecto a la campaña de vacunación contra el coronavirus –clave para la recuperación económica–, el sucesor de Hugo Chávez ha manejado más el asunto con criterio político que con la inmunidad de rebaño en mente, esa que tanto se necesita para pensar en la recuperación económica.
Las estadísticas muestran que Venezuela es el último país de Latinoamérica y el Caribe en dosis administradas en total, por cada 100 personas y a lo largo del tiempo. Hasta ahora se ha tenido acceso a la vacuna china Sinopharm (500.000 dosis) y la rusa Sputnik V (250.000 dosis), con las que cubrirían a 375.000 personas. Con este nivel de vacunación de 0,05% diario, el país rompería la cadena epidemiológica del SARS-CoV-2 entre la población en 7 años. Una situación que dejaría daños permanentes (cicatrización) que empeorarían la pobreza y las desigualdades preexistentes en el acceso a servicios básicos –atención sanitaria, educación de calidad e infraestructura digital– que, a su vez, pueden causar brechas de ingresos que persistan de generación en generación.
Los próximos meses, entonces, serán decisivos en el acceso universal a las vacunas y los avances en la inmunización. Y allí es donde son clave los 12 millones de dosis de AstraZeneca provenientes del mecanismo Covax que Maduro ha bloqueado. Porque lo importante es vacunar al 70% de la población (17,5 millones) lo más pronto posible, como lo está haciendo Chile, que alcanzará la meta dentro de 3 meses, y Uruguay en 113 días.
Este año, Venezuela es el país de menor PIB per cápita del Hemisferio Occidental, según los últimos datos del FMI. Una situación que debería agregar mayor presión para alcanzar la inmunidad de rebaño lo más pronto posible con las dosis del mecanismo Covax canceladas por Maduro y las que pague el gobierno de Juan Guaidó con la licencia de la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC por sus siglas en inglés) de Estados Unidos.
De lo contrario, el régimen de Maduro está condenando a Venezuela a ser el país más pobre del continente después de la pandemia. Una cicatriz que será difícil de desaparecer.