La ciudad de los vientos recibió a los Tigres de Detroit que estaban en busca de dejar atrás unos incómodos días a la ofensiva.
A comienzos del juego la temperatura estuvo mucho más agradable que los gélidos días anteriores en casa, con decir que a la hora del lanzamiento inicial estaba en 84 grados Fahrenheit. Sin embargo, el mercurio se fue a pique unos cuantos innings más tarde.
Durante la práctica de bateo, Cabrera había dado señales de que algo venía. Demostrando su poder natural, retó y le ganó muchas veces al viento que entraba al estadio por el bosque derecho, proveniente del lago Michigan. Sus batazos volaban y aterrizaban en las gradas como palomitas de maíz en el piso de una sala de cine en plena función estelar.
Lucas Giolito estaba en el montículo, en su última salida había sido zarandeado en 1.0 innings por los Medias Rojas de Boston, por lo que necesitaba comenzar con buen pie. Tras haber sacado a los dos primeros bateadores del juego parecía que el plan iba por buen camino.
Pero Cabrera le tenía una sorpresa.
La defensa rival le ha jugado de manera diversa a Cabrera: los Medias Blancas desplegaron a sus infielders de una manera peculiar, dándole ampliamente las rayas y ubicando al segunda base y al campocorto en la grama exterior del cuadro, ambos relativamente cerca de la segunda almohadilla. Los jardineros cargados hacia la derecha.
Usando la manga blanca especial que le hace presión en su brazo izquierdo, el mismo que lo mantuvo alejado de la acción por varios días, el oriundo de Maracay, Venezuela, llegó a cuenta de dos bolas y un strike. Giolito lo quiso retar con una recta, pero el lanzamiento de 94 millas por hora se le quedó en el medio del plato, quizás unas pulgadas adentro, demasiado tentador para que “Miggy” lo dejara pasar.
Su “nuevo” swing, terminando con el bate sostenido por ambas manos para evitar una nueva lesión, se encargó del resto.
La pelota aterrizó a mitad de grada entre el bosque central e izquierdo para poner adelante a los Tigres en el marcador. Los fanáticos de Chicago, conocidos por su habitual trato a los cuadrangulares de los equipos visitantes, no desaprovecharon la oportunidad de “darle la bienvenida” a Cabrera y devolvieron la pelota al terreno mientras Miggy aún le daba la vuelta al cuadro.
El tablazo número 489 de su carrera aterrizó a 445 pies del plato y Miguel se puso así a cuatro jonrones de Fred McGriff y Lou Gehrig. Una vez los rebase, no habrá más nadie en el camino entre Cabrera y los 500 batazos de vuelta entera.
Sólo faltan 11.
Miguel Cabrera está a sólo un hit de igualar a Babe Ruth con 2.873 imparables.
NOTA DE PRENSA