La ciudad universitaria de Caracas fue el primer campus de Latinoamérica en recibir la distinción de patrimonio mundial por la Unesco, por representar “una obra de arte de un genio creador humano” y ser “ejemplo de realización coherente de ideales urbanos y arquitectónicos del siglo XX”.
Unos 26 artistas colaboraron en darle vida al proyecto construido entre 1940 y 1960. Además de las facultades académicas, el complejo de 164 hectáreas alberga institutos médicos, campos deportivos, bibliotecas y auditorios; pero hoy esos espacios distan de aquel paradigma de modernidad concebido por el arquitecto venezolano, Carlos Raúl Villanueva.
Los mosaicos rojos de la Biblioteca Central se han desprendido. En la avenida Carlos Raúl Villanueva un bote de aguas blancas se mezcla con la tierra de las áreas verdes y forman un pantano sobre el pavimento. Los espacios públicos y de recreación muestran el óxido en sus avisos. Los cristales de las aulas están rotos. Las secuelas de un año sin actividades, producto de la pandemia, son inocultables: los jardines están cubiertos por la maleza.
“Me da tristeza. Tristeza que tengamos cosas como la universidad y que no se ocupen de ella. No le hagan un cariñito», comenta Yelitza, Cabezas, empleada del Hospital Clínico Universitario, ubicado dentro del campus. Durante 30 años ha trabajado en el lugar y, a su juicio, “a medida que ha pasado el tiempo se ha desmejorado mucho. Todo está abandonado”.
Hace un año, dos losas de concreto del pasillo cubierto se desplomaron. En aquel momento, el presidente Nicolás Maduro pidió a su ministro de educación, César Trómpiz ocuparse de la recuperación, pero las labores para su rehabilitación no han concluido.
«Por la Universidad Central de Venezuela ponemos de lado las diferencias y a trabajar por la UCV», dijo Maduro entonces, refiriéndose a las pugnas que ha mantenido con las autoridades universitarias.
Sin embargo, especialistas explican que para mantener todos las instalaciones del campus ameritan una cifra con la que no cuentan.
«Eso requiere una inversión al menos de 20 millones de dólares mensuales para poderla recuperar, y una vez esté recuperada, entre 18 y 24 meses, va a requerir 10 a 12 millones anuales para conservación mínima», calcula el decano de la Facultad de Arquitectura de la UCV, Gustavo Izaguirre.
Advierte que, desde 2012, el presupuesto comenzó a bajar y en los últimos 3 años solo han recibido recursos para pagar sueldos.
«Estamos hablando de que acá, en la Ciudad Universitaria de Caracas,cabe El Vaticano, pero recibe muy poco o nada de presupuesto. El presupuesto de la UCV, en 2008, era superior a los 300 millones de dólares y, para 2021, no llega a tres millones de dólares. Hasta hoy, no hemos recibido ni un bolívar del presupuesto 2021», destaca Izaguirre, quien agrega que han logrado restaurar algunos espacios gracias a donaciones de egresados, empresas privadas y embajadas.
Aclara que, a pesar de esas carencias, ninguna de las 107 obras de arte que exhibe la ciudad universitaria está en riesgo, pero otras edificaciones ameritan intervención.
«De los 89 edificios, hay 3 ó 4 edificios que el último piso no se está usando por problemas de impermeabilización», detalla.
No en vano, temen que si el déficit de ingresos se mantiene por más tiempo, algunas de las construcciones puedan perderse.
La comunidad universitaria también ha alzado su voz por los hechos delictivos que se registran dentro del campus. El Instituto de Medicina Tropical ha sufrido al menos 70 robos en los últimos 5 años y la Facultad de Arquitectura ha documentado unos 160 destrozos, en medio de pugnas políticas.
Con información de VOA