Unos 60 millones de estadounidenses pueden ahora recibir una tercera dosis de la vacuna anticovid de Pfizer, seis meses después de su segunda inyección, celebró este viernes el presidente Joe Biden, tras una maratónica controversia entre la comunidad científica sobre el tema.
Las autoridades sanitarias estadounidenses concluyeron recomendar esta dosis de refuerzo para tres categorías de población: las personas de 65 años o más, las que tienen entre 18 y 64 años y presentan factores de riesgo para desarrollar una forma grave de la enfermedad (diabetes, obesidad…), así como las que están muy expuestas al coronavirus por su trabajo o lugar de residencia.
Esta última categoría es muy amplia, pues incluye a profesores, trabajadores de supermercados, personal sanitario, presos y personas que viven en albergues para indigentes.
En total, 20 millones de personas ya cumplen con los plazos y requisitos para poder solicitar su vacuna de refuerzo, señaló Biden.
«Vayan a ponerse la vacuna de refuerzo», instó el presidente estadounidense, de 78 años, en un discurso en el que afirmó que él lo hará.
Prometió que los vacunados con fármacos de Moderna y Johnson & Johnson también tendrán su dosis de refuerzo a medida que se realicen las investigaciones.
Según el mandatario, todos los estadounidenses podrían recibir el refuerzo «en un futuro próximo».
Algunas personas inmunodeprimidas ya podían recibir una tercera dosis de las vacunas de Pfizer o Moderna en Estados Unidos desde principios de agosto.
– Decisión controvertida –
El gobierno buscaba lanzar una campaña masiva de vacunas de refuerzo Pfizer y Moderna a partir de esta semana, para todos los adultos sin distinción.
Pero esta medida estaba sujeta a la aprobación de las autoridades sanitarias. Moderna no presentó los datos necesarios a tiempo y los expertos se mostraron muy divididos en su revisión del expediente de Pfizer.
La semana pasada, los miembros de un comité asesor de la Agencia de Alimentos y Medicamentos (FDA) no aprobaron la tercera dosis para todos los adultos.
La agencia aprobó entonces el miércoles el uso de emergencia de la dosis de refuerzo, aunque los criterios seguían siendo muy amplios, para personas mayores de 65 años y otras «de riesgo».
Pero como todas las vacunas se compran y distribuyen a través del gobierno estadounidense, su administración está sujeta a las directrices de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC).
Y el jueves, tras un debate que duró horas, los expertos de los CDC aumentaron la confusión, votando en contra de incluir a las personas que se exponen con frecuencia al virus debido a su ocupación o circunstancias.
Pero la directora de la institución, Rochelle Walensky, se pronunció en contra de esa resolución, una decisión poco común.
«Durante una pandemia, incluso en condiciones de incertidumbre, debemos tomar medidas que creemos serán las más beneficiosas», dijo en un comunicado, recordando que los CDC deben basarse en «datos complejos y, a menudo, imperfectos».
Estas campañas de refuerzo son fuertemente criticadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que argumenta las desigualdades en materia de vacunas entre países ricos y pobres.
De su lado, Estados Unidos asegura que puede combinar la campaña de refuerzo con la ayuda a países extranjeros: esta semana, Washington aumentó su promesa de donación de vacunas a los países que las necesitan a 1.100 millones de dosis