El empresario multimillonario Sebastián Piñera soñó con ser presidente de Chile y lo logró dos veces, pero su segundo mandato chocó con un estallido social sin precedentes del que no pudo reponerse y acabó con su ambición de convertirse en referente de una derecha moderna.
Con una fortuna valorada por Forbes en unos 2.900 millones de dólares, Piñera buscó convertirse en ejemplo de una derecha democrática, cuando en su primer mandato (2010-2014) llamó «cómplices pasivos» a los civiles defensores de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990) y cerró una cárcel especial para violadores de los derechos humanos, algo que ningún gobierno de izquierda se atrevió a hacer.
En su segundo gobierno, que comenzó el 11 de marzo de 2018 y empieza a despedirse este domingo cuando 15 millones de chilenos voten por su reemplazante, buscó mostrarse como líder regional a la cabeza de un país que él definió como «un oasis» en América Latina.
En febrero de 2019 se mostró solidario en la ciudad colombiana de Cúcuta cuando ofreció a los venezolanos una visa especial para recibirlos en Chile. Mientras en el plano interno, profundizaba el modelo neoliberal y frenaba las reformas sociales iniciadas por la socialista Michelle Bachelet.
Pero sus ambiciones se fueron al sumidero el 18 de octubre de 2019, cuando tras días de protestas de estudiantes por el alza en el pasaje del metro de Santiago, se inició la mayor revuelta social en décadas en el país, que dejó 34 muertos y cientos de heridos.
«Piñera tenía como anhelo representar a una derecha moderna, democrática», señala a la AFP Claudia Heiss, académica de Ciencias Políticas de la Universidad de Chile.
«Tenía la intención de cerrar definitivamente la transición» de Chile, agrega.
– Punto de inflexión –
A la espera de consolidar su liderazgo internacional al ser anfitrión de la cumbre climática COP25 y del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) a finales de 2019, Piñera tuvo que cancelar ambos eventos en medio de las masivas protestas, en reclamo de una mayor igualdad social.
«Al siguiente día del estallido social se acabó el gobierno de Piñera en términos políticos, de influencia», afirma a la AFP el analista electoral chileno y director de la agencia Tuinfluyes.com, Axel Callis.
Esa revuelta ciudadana pasó de la calle a la institucionalidad a través de un acuerdo político para llamar a un plebiscito para que la ciudadanía decidiera sobre la redacción de una nueva Constitución. Ese proceso fue aprobado y está en curso, tras la elección en mayo de 155 convencionales, de forma paritaria y con 17 escaños reservados a indígenas.
«Lo que hubo es un cambio del eje del poder. De alguna u otra forma se instaló, sin la institucionalidad correspondiente, un régimen parlamentario -cuando Chile es un régimen presidencialista- y todo empezó a ocurrir en términos políticos relevantes en el Parlamento», señala Callis.
Con ese protagonismo de la ciudadanía, del Parlamento y de la Convención Constituyente, el Ejecutivo quedó en un segundo plano y Piñera «dejó de ser un actor valorado, estratégico o significativo», según el analista.
Piñera terminó su primer mandato con una aprobación del 50%. Pero ahora su gobierno concita apenas al 12%, según la encuesta Data Influye publicada el 3 de noviembre.
– Gobierno de doble cara –
Si bien la intención de Piñera fue, según Heiss, «poner fin a las divisiones que vienen de la dictadura», su gobierno «osciló entre dos versiones», lo que generó «una posición ambigua» respecto a los temas que han marcado su segundo mandato.
«Nunca fue muy claro respecto del apoyo al acuerdo político (para llamar a un plebiscito constitucional); nunca quiso decir si estuvo por el ‘apruebo’ o ‘rechazo’ en ese referéndum», dice Heiss.
Para la académica, esta ausencia provocó el crecimiento de la ultraderecha, representada por el candidato del Partido Republicano, José Antonio Kast; abierto crítico de Piñera, en desmedro del candidato del oficialismo, el exministro Sebastián Sichel.
Con un parlamento muy activo, Piñera terminará su mandato con el triste récord de haber sido el único presidente en 31 años de democracia en ser dos veces acusado constitucionalmente por el Congreso.
La última de ellas, por haber vendido una minera en una operación realizada en un paraíso fiscal, un caso denunciado en los llamados «Papeles de Pandora».
También resuenan las acusaciones de violaciones a los derechos humanos durante las protestas sociales, denunciadas por organismos internacionales.
– Vacunas contra la pandemia –
Con críticas iniciales a sus tardías medidas para controlar la pandemia y entregar ayudas sociales, seguidores y detractores coinciden sin embargo en destacar las gestiones de su gobierno para contar tempranamente con vacunas para toda la población.
Chile es hoy uno de los países con el mayor porcentaje de población inmunizada contra el coronavirus, con el 90,38% de la población con al menos dos dosis (13,7 millones de personas), entre sus 19 millones de habitantes.
También ha sido pionero en aplicar a su población una tercera dosis de refuerzo.
AFP