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Coronavirus

Shanghái vive su «historia de dos ciudades» al emprender un lento confinamiento

En su casa en el distrito de Pudong, con el salario reducido y jugando videojuegos para levantar los ánimos, el ingeniero chino Terry, de 25 años, vive en la parte confinada de Shanghái.

Al otro lado del río Huangpu, que divide la ciudad, Maria aprovecha lo que le queda de libertad saliendo a cenar antes del viernes, cuando su distrito de Puxi será el que deberá confinarse.

Shanghái, el motor económico de China y su mayor ciudad con 25 millones de habitantes, fue dividida en dos, en un intento de las autoridades por encontrar nuevas formas de controlar un persistente brote de covid-19 que pone a prueba la estrategia de cero covid.

La ciudad, cuna de la cultura juvenil, la moda y las finanzas internacionales de China, también es ahora el corazón del peor brote del coronavirus en dos años.

El miércoles registró cerca de 6.000 casos ligados a la variante ómicron, lo que estremeció la estrategia china de aplastar hasta el mínimo brote del virus apenas aparece.

De Nueva York a Londres y de Bangkok a Tokio, muchas grandes ciudades del mundo están abriendo y aprenden a convivir con el virus.

Pero Shanghái más bien está cerrando, aunque lo hace en cámara lenta, mientras las autoridades hacen pruebas a toda la población, ponen barreras a los edificios residenciales y ordenan a la población permanecer en casa.

«No puedo salir de la casa, no puedo comprar provisiones, no puedo salir con mis amigos», manifestó a AFP Terry, quien trabaja en una firma estatal.

El distrito Pudong fue cerrado el lunes después de semanas de confinamientos focalizados en barrios donde se detectaban contagios.

Esos cierres llevaron a los pobladores atemorizados a correr a hacer compras en los mercados, sin tiempo de  hacer planes ante la orden de permanecer en casa emitida con 48 hora de anticipo.

Como muchos otros, Terry quedó con su salario reducido por el cierre de su oficina. Incluso si Pudong reabre el viernes, como está previsto, la ciudad parece estar lejos de erradicar el virus.

La incertidumbre lo está afectando, aseguró.

«Estoy aburrido y desanimado. Paso encerrado mucho tiempo y solo puedo ver televisión, leer libros y jugar videojuegos», se quejó.

«Disfrutar cada minuto»

En Puxi, la parte histórica y más poblada de la ciudad donde se encuentran los muelles de Bund, las tiendas elegantes y la vida nocturna, la gente se congregó para tomar unas bebidas antes del cierre del viernes.

«Ayer salí a cenar», contó a AFP Maria, de nacionalidad estadounidense.

«Intento hacer cosas para preservar mi salud mental antes del confinamiento. Yo sé que serán al menos cinco días sin poder salir de mi edificio», agregó.

En Anfu Road, donde se reúnen los ricos y elegantes de Puxi para tomar café, la diseñadora Shirley, de 42 años, dijo que también quiere aprovechar los días antes del cierre.

«Vamos a cocinar e invitar amigos, pasear al perro y disfrutar cada minuto de la vida antes de que nos confinen», declaró.

Las autoridades de Shanghái han intentado limitar el costo económico de los cierres mediante exenciones tributarias y ayuda financiera para pequeños negocios.

Pero algunas empresas financieras resolvieron el asunto a su manera, con reportes de que tienen empleados viviendo en la oficina durante el confinamiento.

«Llevaron colchas y ropa a las oficinas», dijo el analista Qian Qimin de la firma de corretaje Shenwan Hongyuan Group.

Muchos pobladores están irritados con el nuevo cierre, aunque lo ven como un mal necesario tras semanas de medidas focalizadas con poco éxito.

«El número de casos sigue subiendo», indicó a AFP Frank Huang, un comerciante de vinos en el distrito Pudong de Shanghái.

«Creo que esta (nueva) política tendrá muy buenos resultados y nos permitirá volver a la normalidad», agregó.

Pero en otros sitios se evidencia la frustración con el abordaje dogmático de China, con estantes vacíos en los mercados como prueba de la ansiedad de los pobladores que corren en busca de comida fresca, mientras comentarios cada vez más sarcásticos aparecen en las redes sociales.

Y mientras Shanghái experimenta con nuevas medidas de control, el público sigue enfrentando la pandemia que ha marcado sus vidas desde hace más de dos años.

«Pensábamos que había terminado», confesó Miki Xiang, una diseñadora de 31 años. «¿Por qué comenzamos de nuevo?».

AFP