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La Entrevista

Duélale a quien le duela

Durante los últimos días, al menos tres gravísimos engaños han sido escupitajos a la cara de los venezolanos por parte de Nicolás Maduro, Diosdado Cabello, Jorge Rodríguez y también de quienes se dicen fracción de oposición de un espurio parlamento.

1. Que el régimen tenga ahora un código de honestidad, parido del Partido Socialista Unido de Venezuela.
2. Que las mafias, incluso las únicas existentes para la dictadura, chatarra, gasolina y hospitales, vayan a ser combatidas.
3. La más grave de todas, que en Venezuela hay un nuevo Tribunal Supremo de Justicia, con magistrados que actúen con autonomía y acaben con el garrote de fiscales y jueces arrodillados ante la dictadura, responsables de muertes, presidios, torturas y negación hasta del derecho a elegir del pueblo venezolano.

Mentiras que en nada alivian el dolor de un país fracturado por la huida de mas de 6 millones de personas y la división entre un 94 por ciento de gente en pobreza y un pequeño grupo de poderosos embriagados de riquezas tales como las carroñas sirven a las aves de rapiña.
Mentiras. ¡Escupitajos!

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Solo con el transcurrir de las horas sabremos cómo es que Diosdado Cabello quedó satisfecho con sus cuotas en lo que él celebra como nuevo Tribunal Supremo, después que hace algunas semanas soltó a su perro de presa, Pedro Carreño, sobre el dominio de Nicolás Maduro y Cilia Flores en el Tribunal que ellos consideran saliente, de 32 magistrados presididos por una de las joyas que repitieron en la nueva obra de teatro, Maikel Moreno.

¿Recuerdan que Carreño denunció que tras la decisión de quién iba preso y quién no, y tras la decisión de quién era juez y quien no, había unas figuras que él llamó las magistradas 33 y 34?

Bueno, se refería a las abogadas Soshi Delgado y Evelyn Mendoza, las magistradas 33 y 34 que Carreño llegó a decir que presas deberían estar. Siendo que ambos bandos el de Diosdado Cabello y el de Nicolás Maduro, celebraban el show de los 20 nuevos magistrados de la dictadura, será que procede Carreño a denunciar a Soshi y a Evelyn para que paguen sus fechorías.
¡Nooooooo! ¡Qué va! Las bandas pactaron.
¡Puras Patrañas!

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El gobierno interino de Juan Guaidó, como era de esperarse, reaccionó solicitando el desconocimiento internacional y de la mayoría de venezolanos a esto que llama la dictadura nuevo Tribunal Supremo de Justicia.

También algunas Organizaciones no gubernamentales veedoras de los derechos humanos en Venezuela rechazaron el acto e hicieron observaciones de la mascarada en la que de 20 nuevos magistrados, 12 en realidad son viejos magistrados y hacen mayoría en las salas más relevantes, como la constitucional, la penal, la electoral; con lo que en justicia hay que decirle al Fiscal Karim Khan de la Corte Penal Internacional: Mr. Khan this is the same Musiú with different cachimbou. ¡La mesma miesma pues!

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Y también diferentes organizaciones políticas de la oposición alertaron sobre la pirueta de Maduro, Cabello, los hermanos Rodríguez y demás cabezotas de la dictadura, con el propósito de engañar al mundo con una aparente rectificación del tracto judicial en un país, cuyo estado, depauperado, purgado de la democracia y su manía de libertades, profundamente corrupto e ilimitadamente violento, no se olvide, está siendo investigado por crímenes de lesa humanidad que incluyen centenares de asesinatos, privaciones de libertad, exilios forzados, abusos sexuales y demás torturas, con el móvil de la retaliación política de esos que están celebrando su nuevo máximo Tribunal.
¡Degenerados!

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Lo que casi no vi, ni leí, ni escuché, fue una manifestación en el volumen y la contundencia requerida, respecto del hecho de que Venezuela ya tiene un Tribunal Supremo, que es legítimo, que si está en el exilio es a causa del crimen de persecución contra 24 dignos magistrados y todas sus familias. Ese Supremo Tribunal instalado en la Organización de Estados Americanos, presidido primero por el jurista Miguel Ángel Martín y ahora por el jurista Antonio Marval.

Lo cumbre de esta verdad que es tan grande como una catedral, es que administrando justicia con independencia, esos magistrados en el exilio condenaron por corrupción a Nicolás Maduro en 2018, luego de haber declarado la inexistencia de la espuria Asamblea Constituyente, y entre tantos de sus mas de 30 decisiones, consideraron incursos en actos de terrorismo, tanto a 45 altos mandos políticos, policiales y militares de la dictadura, como a la mismísima organización llamada Partido Socialista Unido de Venezuela.
Valga decir que recientemente, respondiendo a una solicitud de la expresidenta de la Corte Suprema, Cecilia Sosa, del ex magistrado Román Duque Corredor y otros destacados juristas venezolanos, ese legítimo tribunal supremo, consideró ilegítimos, por comprobados vicios, todos los actos que condujeron a la elección parlamentaria del 6 de diciembre de 2020 que parió a ese grupo comandado por Jorge Rodríguez. Entonces todos sus actos son nulos e inexistentes, y entonces en atención a la ley, esos nuevos magistrados juramentados por la dictadura son magistrados de otoño, que ni son magistrados, ni son un co…..

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Inexplicable la falta de apoyo del liderazgo político opositor a sus verdaderos magistrados de su único Tribunal Supremo de Justicia. Porque fueron nombrados por 12 años desde 2017, por la legítima y única Asamblea Nacional que aún hoy se reconoce y que funciona a través de la figura de una comisión delegada, con poder para decidir sobre los activos de Venezuela en el exterior, pero, digo yo, con problemas de amnesia para respetar y pedir al mundo respeto y reconocimiento a los magistrados que ellos mismos, diputados electos en 2015, designaron como Dios manda.

Inexplicable. Y me disculpo por la generalización, pero es que es verdaderamente inexplicable que a estos servidores, auténticos altos funcionarios de los retazos de estado democrático venezolanos, se les ignore, digamos la verdad, porque han tenido el coraje de actuar con independencia en la administración de justicia y no en el marco del G1, G2, G4, G20 o cuántas «Ges» sean.
Al pan pan y al vino vino.
Es un grave error. ¡Duélale a quien le duela!