A pesar de ser acusado de robarse los dineros del erario venezolano destinados a programas sociales, de violar los derechos humanos y de pertenecer a una red que lavó más 1.000 millones de dólares, Alejandro José Andrade vive cómodamente en su casa de Miami bajo supervisión de la justicia estadounidense.
Era la sombra de Hugo Chávez. Durante la campaña presidencial de 1998 no lo perdía de vista, siempre a sus espaldas, siempre atento. Así lo demuestran varias fotografías que hoy no son otra cosa que material de archivo. En medio de los tumultos, Chávez saludaba y conversaba, con uniforme militar de campaña; mientras él lo seguía paso a paso vestido con jeans y de gorra.
Antes de convertirse en el guardaespaldas oficial de quien sería presidente, muchos lo recuerdan como un militar más. “Ni fu ni fa”, dirían algunos. Otros aseguran que incluso tenía que pedir dinero prestado para comprar algo para almorzar durante las largas jornadas de campaña. Oriundo de Coche, una pequeña parroquia de Caracas, se graduó de la Academia Militar de Venezuela en 1987 y participó en el intento de golpe de Estado contra el presidente Carlos Andrés Pérez, en 1992.
Muchos lo llaman el Tuerto, por una lesión en su ojo que lo obligó a usar parches y luego una prótesis. La historia de ese apodo también lo vincula con Chávez. La versión más extendida es que, en medio de un juego de chapitas —variante popular del baseball con palos y tapas de botellas— Chávez lo hirió accidentalmente causándole la pérdida del ojo. Algunos dicen que desde ese entonces Chávez siempre sintió culpa y trató de enmendarlo.
Para 2012, los recuerdos de esas épocas eran algo muy lejano. Alejandro Andrade se había convertido en un prestigioso habitante del sur de Florida, dueño de una mansión en Wellington, Palm Beach, “sinónimo de lujo y exceso”, como dicen los portales especializados en bienes raíces.
Según la justicia estadounidense, Andrade tenía cinco propiedades en Florida, casas con caballerizas y pistas para la práctica de equitación, una pasión que comparte con su hijo, Emanuel Andrade, quien llegó a competir como jinete de salto olímpico en Río de Janeiro 2016. Pero además, tenía 17 caballos de competencia, 13 carros de alta gama, 35 relojes de lujo y nueve cuentas bancarias en Estados Unidos y Suiza.
Pero, ¿Cómo fue que este militar venezolano logró amasar tal fortuna? ¿Qué pasó entre 1998 y 2012? La respuesta a ambas preguntas abarca muchos episodios y un largo historial de nombres. Sin embargo, podría resumirse en una cosa: la corrupción de la llamada Revolución Bolivariana, un proceso político que terminó desangrando a todo un país en materia económica, política y social. Ese entramado de corrupción fue uno de los detonantes de la crisis que produjo el éxodo de más de seis millones de venezolanos. Y en esa historia Alejandro Andrade juega un papel determinante.
Los primeros sorbos de poder y corrupción
Tras la llegada de Chávez al poder, en 1999, Andrade Cedeño se convirtió en su secretario privado e inició un raudo ascenso como funcionario público. Según medios venezolanos, aparece registrado en el Instituto de Seguros Sociales desde 1998, cuando comenzó a cotizar con un salario de 899 bolívares.
En 1999 fue nombrado subsecretario de la Asamblea Nacional Constituyente. Ese año también tuvo un paso corto por la Alcaldía de Caracas, como asesor de la red de mercados populares de la ciudad. En 2001 Chávez le entregó la dirección del Fondo del Pueblo Soberano y luego del Fondo Único Social (FUS).
Con su llegada a esta última entidad, Andrade empezó a adquirir poder económico, pues el FUS se encargaba de concentrar y administrar los recursos destinados para mejorar las políticas sociales. En otras palabras, se encargaba de manejar los dineros públicos para fortalecer salud, educación, vivienda, alimentación escolar y otras necesidades de la clase media y los más pobres.
El FUS recibía recursos de los programas sociales, el presupuesto del ejecutivo, el Fondo de Estabilización Macroeconómica, organismos internacionales y hasta rendimientos de inversiones. En el caso de Andrade, el dinero llegó de la mano de la malversación y los actos de corrupción.
Según un informe de Human Rights Watch, durante la administración de Andrade el FUS cambió varios proveedores arbitrariamente porque supuestamente se buscaba otorgar los contratos a empresas “comprometidas con el proceso revolucionario” y seguidoras del máximo líder de la ‘revolución’, Hugo Rafael Chávez Frías.
Este episodio se relaciona con la polémica de la Lista Tascón, una publicación que reveló los nombres de quienes firmaron una petición de destitución de Chávez entre 2003 y 2004. Luis Tascón, diputado chavista, consiguió las firmas con la aparente complicidad de empresarios afines al gobierno y las publicó en internet. A los pocos días el Consejo Nacional Electoral hizo lo mismo. La lista terminó siendo usada por el chavismo para perseguir a personas y empresas opositoras de Chávez. Algunos de ellos habrían sido los proveedores del FUS que perdieron su trabajo.
Por otra parte, un estudio de Transparencia por Venezuela asegura que en el FUS se cometieron irregularidades que costaron más de 30 millones de dólares. Según esta organización, el FUS fue uno de los programas que inauguró la corrupción del chavismo, así como la intervención del poder militar en el manejo de los fondos públicos, lo que a su vez derivó en graves violaciones a los derechos humanos.
Un análisis del Centro de Estudios del Desarrollo de la Universidad Central de Venezuela (CENDES), establece que ninguno de los objetivos del FUS se cumplió a cabalidad. Todo esto se debe al desfalcó que habrían generado Andrade y su círculo chavista, que se enriqueció ocasionando mayor gasto social, pero sin ningún efecto sobre los menos favorecidos.
En algunas denuncias públicas se habla de que los administradores de ciertos programas del FUS usaban el dinero público como si se tratara de su propia billetera. También se habla de contratos entre el FUS y la Fundación Bolívar y Martí, que era dirigida por el teniente Rafael Cordero, quien al tiempo trabajaba para el fondo.
Andrade fue denunciado en 2001 por el entonces diputado Iván Mastrángelo, quien lo acusó por “desorden administrativo, ineficiencia e indolencia”. Mastrángelo aseguró que el FUS sólo había ejecutado un 16% de su presupuesto y que una buena parte del dinero había terminado en el financiamiento de los círculos bolivarianos.
A todo lo anterior se suma que cualquier ciudadano crítico del régimen de Chávez era inmediatamente excluido de los programas sociales de salud, vivienda o educación manejados por el FUS. Incluso, los funcionarios de la institución que denunciaban corrupción, usualmente eran despedidos y hasta intimidados. Claras violaciones a los derechos humanos patrocinados por Andrade y los militares que permearon el poder público de Venezuela.
Andrade dejó el FUS en 2007, y en su reemplazo fue nombrado el mencionado teniente Cordero, quien también participó en el intento de golpe de 1992. Finalmente, el FUS fue liquidado y desapareció en 2010.
En la cima, pero contra las cuerdas
En 2007 Andrade cambió de rumbo para recibir más dinero y poder. Del FUS salió a ocupar tres cargos públicos al tiempo, la dirección de la Tesorería Nacional, la presidencia del Banco de Desarrollo Económico y Social (Bandes) y el Viceministerio de Gestión Financiera. Todo un botín burocrático y financiero.
Su gestión en esas entidades está rodeada por un mar de cuestionamientos e investigaciones. En 2008, el entonces diputado Ismael García lo acusó de diseñar operaciones financieras para beneficiar a bancos y empresas privadas. Por ejemplo, según el portal Cuentas Claras, Andrade cuadró la venta de bonos de deuda externa a Short-Term-Liquidity, una empresa propiedad del banquero Francisco Illarramendi, preso por un millonario fraude a la petrolera estatal PDVSA.
Según García, este entramado de corrupción les habría costado a los venezolanos entre siete mil y 10.000 millones de dólares. Por estos hechos el diputado pidió investigar a Andrade; al superintendente de bancos, Edgar Hernández Behrens; al exministro de Finanzas, Rafael Isea y al presidente de la Comisión Nacional de Valores, Antonio Márquez.
El escándalo creció debido a la crisis financiera que Venezuela enfrentó en 2009. En noviembre de ese año Andrade recibió un duro golpe de su protector. Chávez aseguró que Banfoandes, un banco de capital nacional, tenía millonarios recursos en bancos extranjeros que deberían estar usándose en créditos. “Eso es antirrevolucionario y hay que investigarlo”, dijo Chávez.
Aunque el presidente conminó a la entonces fiscal, Luisa Ortega Diaz, para que hiciera las investigaciones pertinentes, el caso nunca avanzó. Según el medio Poderopedia, Andrade movió sus influencias para no salir afectado.
En 2010, también participó en la venta de letras del Tesoro del Reino Unido, avaluadas en libras esterlinas, a la firma Tucker Trade Corp, propiedad del empresario Raúl Gorrín. Las letras fueron adquiridas a un precio de pérdida para la nación, porque la venta se calculó en dólares en vez de libras, el precio pactado estaba por debajo del dólar paralelo y el Tesoro recibió el pago en bolívares. Además, Gorrín las vendió en el mercado internacional obteniendo mayores utilidades. En pocas palabras obtuvieron grandes ganancias sin hacer ninguna inversión.
En esta parte de la historia el nombre de Raúl Gorrín toma más protagonismo. En mayo de 2013 el empresario compró Globovisión y cambió definitivamente su rumbo. Para ese momento, según contó la periodista venezolana Nitu Pérez Osuna al portal Armando.info, la unidad de investigación del canal estaba trabajando en un especial sobre Andrade.
“Usted ha dicho que Alejandro Andrade es como su hermano. En vista de eso, ¿este canal va a transmitir el programa que prepara la unidad de investigación?”, preguntó Pérez. Al respecto, Gorrín hizo una afirmación que sólo se entendería claramente años después: “Alejandro no es solo un hermano. Es mi hermano del alma”.
Como también lo reveló el portal de investigación, la corte del Sur del estado de Florida dio pistas sobre el porqué de esas palabras tan decididas. Gorrín no solo convirtió Globovisión en, prácticamente, una oficina de prensa del Chavismo y quiso mantener “limpia” la imagen de su “hermano del alma”; las autoridades documentaron que entre 2011 y 2017 pagó los gastos de Andrade desde cuentas en Suiza.
De acuerdo con los documentos federales, y como lo indicó The New York Times, cuando el ex guardaespaldas recibió una cuenta por el transporte de sus caballos por 174.800 dólares, se la mandó a Gorrín, que pagó desde su cuenta en Suiza. En 2012, también hizo una transferencia bancaria desde un banco de ese país para comprarle un avión a Andrade.
La pregunta es, ¿cuál era el negocio entre estos dos? En pocas palabras, Gorrín lo sobornaba para tener ventajas en las subastas de dólares subsidiados por el estado venezolano. Así, Andrade aumentó la riqueza de Gorrín al darle ventajas en las transacciones de cambios. “Gorrín, le entregaba bolívares a Andrade, quien, a su vez, le depositaba dólares a precio preferencial; el doctor (Gorrín) abastecía al mercado negro, donde volvía a recuperar bolívares con los que compraba más dólares”, explica el portal Armando.info.
Este tipo de operaciones se habrían ejecutado desde la anterior administración del Tesoro Nacional, encabezada por Carmen Meléndez, otra militar que llegó al poder público por Hugo Chávez. Meléndez, quien ha sido sancionada por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos, fue comadre de Chávez y es exesposa del almirante Orlando Maniglia.
Fue directora de la oficina de Gestión del Despacho de la Presidencia, cargo en el que trabajó directamente con el director del FUS (Andrade). En una columna de opinión escrita por la periodista Marianela Salazar, se aseguraba que Meléndez era quien manejaba los fondos con los que se les pagaba a los círculos bolivarianos.
Meléndez, según una denuncia del economista Orlando Ochoa, en 2006, vendió a banqueros más de 9.000 millones de dólares en bonos, a tasa oficial y, adicionalmente, el economista José Guerra se refirió al caso del empresario y banquero venezolano Fernández Barrueco, manifestando que los fondos utilizados para la compra del Banco Bolívar, luego Banpro, Confederado y el Banco Canarias, procedían de operaciones con el gobierno, específicamente del Tesoro Nacional.
Según un reportaje de la BBC, en los tres años que Alejandro Andrade ocupó altos cargos financieros, “se enriqueció dando acceso a ciertos empresarios privilegiados a miles de millones de dólares que él manejaba gracias al sistema de control de cambios instaurado en ese país”.
El Departamento del Tesoro de Estados Unidos y la Fiscalía informaron que Andrade estaba involucrado en un esquema de corrupción con tres empresarios para sacarle provecho “a las prácticas del sistema cambiario del Gobierno de Venezuela”. Así habrían generado más de 2,400 millones de dólares.
El sueño americano
Wellington, la capital ecuestre de Estados Unidos, debió ser un paraíso para Andrade. Quizá por eso, tras dejar de ser tesorero y presidente de Bandes, se instaló allí en 2012 para dedicarse a una de sus pasiones. Antes de cumplir ese sueño, las investigaciones por las transacciones ilegales con operadores financieros norteamericanos ya estaban en curso en el FBI. Tanto así que un año después de llegar a la villa de Palm Beach le revocaron la visa, aunque no duró mucho porque Andrade era clave a la hora de recopilar información de Venezuela.
Efectivamente, entre el 2016 y 2017 su cooperación como testigo protegido con la Fiscalía del Distrito Sur de Miami le trajo ventajas, pero tras violar el acuerdo en 2018 fue capturado en Wellington. Como lo registraron varios medios, Andrade pagó una fianza de un millón de dólares para estar libre durante el proceso, pero tras la sentencia fue a la cárcel. Una de las mayores sorpresas es que, aunque se había declarado culpable en 2017, el caso se mantuvo en secreto por 11 meses.
Finalmente, fue sentenciado por la justicia estadounidense a 10 años de cárcel por participar en una asociación ilícita para lavar más de 1.000 millones de dólares producto de sobornos. Para conseguir una condena baja firmó un acuerdo de culpabilidad con la Fiscalía y entregó en efectivo 250 millones de dólares, más costosos bienes. Algunos aseguran que nunca se había recuperado tanto dinero de la corrupción en un país extranjero por medio de un juicio criminal en Florida.
Siete propiedades de bienes raíces, 15 vehículos, 17 caballos y 35 relojes de lujo están en la cuenta. Los bienes que le incautaron superan los 42 millones de dólares, según la herramienta Corruptómetro, creada por Transparencia Venezuela y la Alianza Rebelde Investiga (ARI). La cifra no contempla el dinero decomisado en nueve cuentas bancarias en Estados Unidos y Suiza.
En Wellington, el ex guardaespaldas tenía cuatro de las siete propiedades incautadas. Tal como lo investigó Corruptómetro, dos de las casas fueron valoradas en más de 13,2 millones de dólares. Una junto a la otra, con el espacio perfecto para la pasión de Andrade, con establos y caballerizas. Además de las lujosas casas, tenía en esa villa una parcela destinada a caballos, cuyo precio en el mercado era de 2,82 millones de dólares y otra vivienda de unos 435.200 dólares.
En 2019 fueron subastados 14 de los caballos, ocho se vendieron entre 44.000 y 282.000 dólares. Según la publicación especializada The Chronicle Of The Horse, la familia Andrade, por medio de Hollow Creek Farm, fue patrocinadora principal de varios espectáculos como el “Festival Ecuestre de Invierno (Florida), Tryon International Equestrian Center (Carolina del Norte), Split Rock Farm Jumping Tour (Kentucky y Ohio), el Kentucky Spring Horse Show y el Washington International Horse Show (Distrito de Columbia)”.
En el mismo condado Andrade tenía también una propiedad en Delray Beach por un valor estimado de 1,8 millones de dólares y otra casa de lujo en North Ocean Boulevard, de unos 15 millones de dólares. En Miami Dade también le confiscaron una propiedad ostentosa de tres millones de dólares. Una lista a la que se suman sus muy costosos relojes, entre los que se incluían marcas como Rolex, y sus vehículos. Además de las nueve cuentas en Estados Unidos a nombre de cuatro empresas.
Antes de estar en la cárcel la ostentosa vida de Andrade ya había despertado suspicacias. En 2018 venezolanos del condado se manifestaron cerca de la residencia, muchos otros cuestionaban sus lujos y cómo los había obtenido. Más aún en medio de la situación del país. Ahora bien, aunque la mayoría de los bienes fueron subastados en diciembre de 2021, Andrade usó, nuevamente, su as bajo la manga y por su “colaboración” en otras investigaciones se le redujo la condena en un 65 %.
Así es como, el 16 de febrero de este año y tras estar en prisión desde febrero de 2019, Andrade salió de la Institución Correccional Federal de Loretto, en Pensilvania. “Como residente legal de Estados Unidos, hoy finalmente estará en compañía de su querida familia y feliz de haber cumplido con su sentencia y obligaciones con el gobierno estadounidense (…) Espera tener un poco de paz y tranquilidad”, dijo a AP el abogado de Andrade, Michael Díaz.
La información entregada por el extesorero ha permitido presentar acusaciones contra otras personas que se beneficiaron de la corrupción, como Gorrín. La generosidad de la justicia norteamericana hace pensar que Andrade entregó información valiosa y delató a más de un personaje poderoso del chavismo. De ahí que su confesión debe tener a más de uno contra las cuerdas.
Es paradójico cómo este hombre, que violó sistemáticamente los derechos humanos y desangró la economía de todo un país para construir una vida lujosa, hoy se ha convertido en un palo en la rueda para el régimen venezolano.
“El estilo de vida exuberante de la familia Andrade era tan espectacular como el colapso económico del país que dejaron atrás”, dice The New York Times. Andrade, señalado por Swiss Leaks como uno de los dos venezolanos que depositó más dinero en bancos suizos mientras fue funcionario público, es otro de los llamados ‘bolichicos’ o ‘boliburgueses’, un montón de empresarios y militares que se hicieron ricos a costa del hambre de sus compatriotas y con el visto bueno de la supuesta revolución chavista.
Por: Jessica Vallenilla