El viejo debate de la reforma de ONU, y en especial de su Consejo de Seguridad que no representa al mundo actual y no pudo impedir la invasión rusa a Ucrania, súbitamente se agudizó.
Recientemente, el presidente ucraniano Volodimir Zelenski, instó a la ONU a excluir a Rusia del Consejo de Seguridad y preguntó sin rodeos: «¿Están dispuestos a cerrar la ONU?» y abandonar el derecho internacional. «Si su respuesta es no, entonces hay que actuar inmediatamente».
Y, después de que el Consejo de Seguridad no consiguió impedir la invasión de su país, dijo en otro discurso ante los legisladores japoneses: «Tenemos que desarrollar una nueva herramienta».
Creada en 1945 para garantizar la paz mundial y evitar una tercera guerra mundial, la ONU confirió a Estados Unidos, Rusia, China, Gran Bretaña y Francia un poder desproporcionado al asegurarles un sillón permanente y derecho a veto en el Consejo de Seguridad para que defendieran sus intereses y aplicaran mano dura en cuestiones mundiales.
Así, desde 2011, Moscú ejerció su veto en el Consejo de Seguridad unas 15 veces en votaciones sobre su aliado Siria.
Pero, paradójicamente, el poder de veto también garantiza que Rusia nunca pueda ser eliminada del Consejo, ya que el artículo 6 de la Carta de la ONU solo permite a la Asamblea General excluir a un miembro por recomendación del Consejo de Seguridad.
En esa misma tónica, Estados Unidos y Gran Bretaña invadieron Irak en 2003 sin la aprobación de la ONU, y no sufrieron ninguna consecuencia en sus puestos permanentes en el Consejo.
Más allá del tema del veto y la falta de equilibrio internacional en la integración del Consejo -ningún país africano ni latinoamericano tiene un sillón permanente, en algunas decisiones ese órgano le da casi un monopolio a Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia.
La división de roles entre los 15 países integrantes del Consejo es despareja, según un diplomático de uno de los actuales 10 miembros no permanentes. A ese grupo de países electos para mandatos de dos años, se le «asignan tareas burocráticas».
«No creemos que sea una justa división de tareas», dijo el diplomático que pidió anonimato.
El Consejo ha sido denunciado reiteradamente por su actual, y recurrente, parálisis. Hasta el propio secretario general de la ONU, Antonio Guterres, deploró los fracasos del cuerpo.
«Ahí hay un problema bastante fundamental», reconoció el secretario estadounidense de Estado, Antony Blinken, luego del fútil intento de Zelenski de expulsar a Rusia.
– «Como el colesterol» –
Bertrand Badie, especialista en relaciones internacionales basado en París, dijo que las Naciones Unidas son «como el colesterol»: «Está lo bueno», sobre todo en la ayuda humanitaria que dispensa y salva vidas en todo el mundo, y «está lo malo, con el Consejo de Seguridad».
Pero, de su lado, el embajador, se preguntó: «¿dónde estaríamos si no tuviéramos nada de eso?», nada de lo «bueno» realizado por la ONU?.
«Las posiciones están muy polarizadas», dijo el diplomático, en cuanto a qué naciones podrían sumarse y cuáles tendrían poder de veto.
«El veto debe ser algo un poco más elaborado», añadió. A su juicio, no debe ser un sistema de bloqueo sino que un mecanismo «para forzar a los miembros permanentes a sentarse y llegar a una solución aceptable para todos».
En una reunión informal sobre la reforma de la ONU en la que participaron el viernes los cinco miembros permanentes, se volvió a plantear la cuestión del veto.
Entre las ideas que se presentaron se cuenta una propuesta franco-mexicana para limitar su uso en casos de «crímenes masivos» y una sugerencia de Liechtenstein de que toda nación que emita un veto lo explique ante la Asamblea General.
El presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa, cuyo país espera algún día ser miembro permanente del Consejo, dijo que «se necesita reformar toda la arquitectura de paz y seguridad de las Naciones Unidas.»
Otros potenciales miembros permanentes son destacados actores mundiales: India, Japón, Brasil y Alemania.
Pero varios expertos afirman que las posibilidades de reforma seguirán siendo bajas mientras los miembros permanentes se nieguen a aceptar cualquier dilución de su poder.
AFP