Todavía a sus 62 años, Gustavo Petro se ve a sí mismo como un «revolucionario» de varias causas. De anteojos y verbo encendido, luchó primero contra el Estado y ahora busca, en democracia, derrotar a las élites e instalar por primera vez a la izquierda en el poder en Colombia.
Petro es un político obstinado que aspira en su tercer y definitivo intento llegar a la presidencia. Todas las encuestas lo dan como vencedor este domingo, aunque en principio deberá ir a un balotaje.
El senador y exalcalde de Bogotá se siente llamado a cambiar nada menos que una «historia de 200 años». Así lo ha repetido en la plaza pública. «Dar discursos es hoy en día parte de mi talante», escribió en su autobiografía «Una vida, muchas vidas».
Nacido en una familia de clase media, de padre conservador y madre liberal, y educado por sacerdotes lasallistas, levantó las banderas del cambio y de la ruptura con las fuerzas que tradicionalmente han gobernado Colombia.
Para muchos, es considerado el político más influyente de la izquierda colombiana. Casado con Verónica Alcocer con quien tiene dos hijos.
Su ascenso asusta a sectores conservadores, a los ganaderos y a una parte del empresariado y los militares, que temen que su gobierno sea un «salto al vacío».
Estudió economía en la Universidad de Externado de Colombia en 1981 y tres años después siendo parte del M19 pasa a la clandestinidad.
En 1985 fue capturado y llevado a prisión por dos años, al quedar en libertad, regresó al M19 y al lado de Carlos Pizarro, hizo parte del acuerdo de paz del grupo guerrillero.
En 1997 se lanzó como candidato a la Alcaldía de Bogotá, fue derrotado, pero llegó a la cámara de representantes y ocupó ese curul hasta el año 2006. Cinco años más tarde, resultó electo alcalde de Bogotá. Fue una alcaldía polémica por tener caos en el sistema de recolección de basura y eso llevó a su destitutción e inhabilitación por 15 años en diciembre de 2013.
Petro, sin embargo, llevó el caso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y ganó una batalla jurídica que ordenó su reintegro a la Alcaldía de Bogotá en abril de 2014.
En la contienda electoral de 2018, logró pasar a la segunda vuelta y disputó las elecciones con Iván Duque, perdió pero obtuvo los votos suficientes que le dieron un curul en el senado.
Después creó el Pacto Histórico y hoy empieza una nueva lucha.
Petro quiere robustecer el Estado y cobrarle más impuestos a los ricos. Camino al balotaje, se mostró como un político moderado, cercano a la gente y al feminismo.
«Cuando se subía en una tarima y hablaba hora y media (…) lo que hacía era profundizar a fondo su modelo económico (…) y eso se vuelve un poco sofisticado», reconoce Alfonso Prada, jefe de debate del izquierdista.
Ante los miedos que provoca, prometió que no buscaría la reelección, previa reforma constitucional, ni venganzas personales y que respetaría la propiedad privada. «Digo enfáticamente que nunca he pensado ni pensaré en confiscar o menoscabar» los bienes, sostuvo.
Su hija Sofía lo resume: Petro «es un hombre en deconstrucción»
Petro ha planteado reformar la policía, implicada en violaciones de derechos humanos, y regular los ascensos al interior de las Fuerzas Militares, que considera clasistas. Petro podría ser el primer exguerrillero al que las tropas juren lealtad.
Después de firmar la paz, llegó al Congreso en 1991 y más adelante a la alcaldía de Bogotá (2012-2015).
Como parlamentario se destacó por denunciar los nexos de políticos con los sangrientos paramilitares de ultraderecha, pero como alcalde ganó fama de autoritario y se echó en contra a una parte de la ciudad por su caótico plan para estatizar la recolección de basura.
Daniel García-Peña, asesor de Petro en la época y quien se alejó de él por su «despotismo», aún recuerda sus «dificultades para trabajar en equipo».
Tiene «un temperamento muy impetuoso y autoritario, y cuando se empeñaba en sacar adelante sus propuestas (…) no supo concitar y convocar a los diferentes sectores para ponerlas en práctica», comentó el también profesor universitario.
Además, agrega, «casó muchas peleas al mismo tiempo y eso generó mucha frustración en las metas que él mismo se había trazado».