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Disidentes rusos que huyen de Putin se exilian en una Serbia pro-Kremlin (+VIDEO)

En los días siguientes a la invasión de Ucrania ordenada por Vladimir Putin, sus amigos fueron detenidos, la libertad de expresión se desvaneció y la economía rusa se hundió. Entonces, Marina decidió hacer maletas y huir de Moscú.

Pero ni siquiera a 2.000 kilómetros, en Belgrado, la ex agente de viajes de 41 años consigue escapar a la propaganda de Rusia. En Serbia, muchos apoyan la intervención en Ucrania.

«Los habitantes me dicen que respaldan a Rusia cuando saben que vengo de Rusia. Me dicen eso para expresarme apoyo, pero resulta que este apoyo incluye a Putin, sus acciones y la guerra», dice Marina a AFP, escondiendo su apellido por seguridad.

En las semanas posteriores a la invasión, Serbia se convirtió en vía de escape para muchos rusos. El pequeño país balcánico es una de los pocos destinos posibles tras las prohibiciones masivas de vuelos en el continente europeo y mantiene conexiones regulares entre Moscú y Belgrado.

Hace siglos que Rusia y Serbia conservan vínculos fraternales fundados en su herencia eslava y ortodoxa. Pero con la crisis actual, rápidamente aparecieron contradicciones.

Los rusos exiliados a Serbia son en ocasiones contrarios a la política del Kremlin, o huyen de las consecuencias catastróficas provocadas dentro de su país por la invasión y las consecuentes sanciones.

Pero muchos serbios respaldan al Kremlin y su «operación especial» en Ucrania, y comparten con Moscú el resentimiento contra la OTAN, forjado por los bombardeos de la alianza sobre Belgrado en 1999 como respuesta a la guerra de Kosovo, un recuerdo que todavía corroe.

– Incomprensión –

Belgrado es la única ciudad de Europa que ha presenciado manifestaciones masivas para respaldar a Putin y denunciar a la OTAN. El gobierno serbio ha condenado el conflicto en la ONU, pero ha rechazado alinearse con las sanciones occidentales contra Moscú.

Es una paradoja difícil de gestionar, asegura Marina. Sus conversaciones con partidarios serbios del presidente ruso le provocan rabia, desesperanza y vergüenza.

«Queda claro que esta persona está bombardeada por la propaganda rusa y cree verdaderamente que las fotos de ciudades destruidas y gente muerta en Ucrania son falsas», lamenta.

 

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«Este estado de ánimo es tan agobiante que me parece que no puedo hacer nada, con lo que abandono e interrumpo la conversación», añade.

No hay una cifra oficial del número de rusos exiliados en Serbia, pero un grupo de Telegram destinados a nuevos llegados cuenta con cientos de integrantes.

Entre los temas de conversación aparecen consejos sobre cómo actuar ante los comentarios desafortunados de serbios pro-Putin.

El especialista en informática Iakov Borevich explicó a AFP que había escogido Serbia por «la proximidad de su cultura» y de «su mentalidad» con Rusia.

Pero le cuesta lidiar con las opiniones favorables al Kremlin, incluido un grafiti de Putin con la inscripción «hermano» en cirílico cerca de su nuevo apartamento.

– «Ya no era un patriota» –

Aun así, entiende los sentimientos de los serbios cuando muchos de sus compatriotas confunden patriotismo y respaldo a Vladimir Putin.

«Puede que, para la población del país, para Serbia, el rostro del país sea su dirigente, y la manifestación de sentimientos positivos hacia los rusos (…) pase por el respeto» a su presidente, dice.

Pero, en su opinión, incluso en su país empieza a fracturarse la identificación entre «el ruso, que viene del interior y de la base, y el dirigente, que viene de la élite». «Cada día, estos grupos se alejan más y más unos de los otros».

Para muchos no fue fácil partir. Tomaron la decisión en unas pocas horas, tuvieron que vender apresuradamente todas sus cosas y despedirse precipitadamente de sus seres queridos.

«Mi padre me dijo que ya no era un patriota y que tenía que quedarme para contribuir a la economía», dice Kiril, un ingeniero de 31 años.

«Pero yo entendía perfectamente que si me quedaba, todos mis impuestos iban directamente a contribuir a la guerra», afirma.

Todavía no sabe si se quedará en Serbia o volverá algún día a San Petersburgo.

Otros temen no poder regresar nunca ante el telón de acero que vuelve a separar Rusia del resto de Europa.

«Desde que llegué aquí, sentí que me quitaba un gran peso de encima», dice Marina. «Ahora, estoy horrorizada por lo que ocurre en Rusia», añade.

AFP.