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EL MUNDO: Europa se despide de Boris Johnson sin lágrimas ni pena

«Hay que ignorarlos y que se cuezan en su propio caldo». El mensaje de una alta fuente comunitaria, hace apenas tres semanas, resume a la perfección el sentir en Bruselas con la evolución de la crisis política en Reino Unido y unas relaciones bilaterales en horas muy bajas.

Durante años, desde el referéndum del Brexit de 2016, las negociaciones y contactos con Londres fueron constantes, una pesadilla diaria con David Cameron, Theresa Mary, Boris Johnson y sus diferentes equipos de asesores, siempre en rotación. Pero desde la firma del Acuerdo de Salida, del protocolo irlandés y del Acuerdo de Libre Comercio, el cambio ha sido total.

Los problemas persisten, Reino Unido no ha respetado lo firmado, hace casi lo que le da la gana, amenaza sin parar con romper la baraja y ha sacado incluso adelante una legislación que sin lugar a dudas ignora el derecho internacional y hace añicos la reputación del país. Y aun así, la reacción en Bruselas y el resto de capitales continentales ha sido mínima, nula a veces.

Han ignorado los desplantes, rebajado el nivel, se han negado a entrar en el juego. Esperando a que se cuezan en su propio caldo. Johnson no ha hecho sino acumular leña y encender cerillas y sus antaño socios sólo esperaban que prendiera la hoguera.

En el mundo de las relaciones internacionales sólo hay una cosa peor que cuando tus contrarios, rivales o enemigos reaccionan con contundencia a tus movimientos: que no reaccionan en absoluto. Johnson comenzó desde el primer día en Downing Street que tenía más peso que Theresa May, que era más listo, peligroso y menos de fiar que ella. Pero también dejó claro que no tenía sentido comportarse con él como con el resto de líderes mundiales. No responde a los mismos códigos ni incentivos . No lo hacía de corresponsal en la UE y tampoco como primer ministro en las relaciones con ella. Así que dejó de tomarselo en serio, de entrar a su juego.

Su caída es una noticia, pero en Bruselas, tremendamente pragmáticos, no tienen todavía claro si buena o mala. Nadie va a llorar por él, desde luego.

De May lamentaban su irrelevancia en el seno de los Tories, su debilidad. No tenía carisma, capacidad de liderazgo, genialidad estratégica ni mano izquierda con la oposición, por lo que cuando necesitó el respaldo de la oposición a la desesperada los puentes estaban derrumbados. Pero tenía principios, tenacidad y paciencia y resistencia ante las puñaladas de los suyos. Johnson no.

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