Las fábulas sobre los templarios son legendarias, pero en las profundidades de un castillo de Chipre, una isla del Mediterráneo que perteneció a la cofradía de los cruzados, se esconde un patrimonio todavía muy visible, según los historiadores.
En la parte baja de una estrecha y empinada escalera de piedra del fuerte de la ciudad portuaria de Limassol, en una sala abovedada y bordeada de lápidas de caballeros medievales, se encuentra la capilla en la que el rey de Inglaterra Ricardo I, llamado «Corazón de León», se habría casado, de camino a las cruzadas, en 1192.
«La arquitectura y los objetos que aquí se encuentran reflejan la gran historia de Chipre», afirma la arqueóloga Elena Stylianou, mostrado una larga espada de la época de las cruzadas, oxidada y dañada pero todavía afilada.
Dada su situación estratégica, «Chipre era un lugar del que querían apoderarse multitud de extranjeros», recuerda.
Ricardo I pasó aquí su noche de bodas, bebiendo vino tinto dulce, antes de pasar su luna de miel destruyendo cultivos y quemando y saqueando tierras, hasta añadir a Chipre a su lista de posesiones. Más tarde, se la vendería a los templarios.
El museo medieval de Chipre, instalado en el fuerte, indica que aunque los muros principales del castillo daten del periodo otomano (s. XVI), reposan sobre unos cimientos mucho más antiguos, mientras que la bóveda «probablemente [sea] una capilla de las fortificaciones principales de los templarios» en Chipre.
Los templarios, un ejército internacional de combatientes de élite creado para proteger a los peregrinos europeos en su camino hacia Jerusalén, hicieron de Chipre su cuartel general para dirigir campañas militares autorizadas por el papa en Tierra Santa, a algo más de 100 kilómetros de la isla, al otro lado del Mediterráneo.
Según el historiador medievalista chipriota Nicholas Coureas, las cruzadas son una etapa clave del a formación de la identidad nacional: «la consecuencia más duradera de la conquista de Ricardo es que, aunque Chipre cambió de manos varias veces, siempre mantuvo una orientación europea, y la mayoría de los chipriotas se identifican más con Europa que con Asia o África».
– Base para las fuerzas occidentales –
En la actualidad, la isla está dividida desde 1974, cuando Turquía invadió y ocupó el tercio norte del territorio en respuesta a un golpe de Estado apoyado por Atenas y destinado a anexionar la isla a Grecia.
Una zona tampón de Naciones Unidas separa el sur, grecohablante y mayoritariamente cristiano, de la República Turca de Chipre del Norte (RTCN), reconocida únicamente por Ankara.
Coureas ve un «paralelismo» claro entre las cruzadas y la época actual.
«Lo que también empezó en la época de las cruzadas es la importancia de Chipre como base de operaciones para las fuerzas occidentales que intervienen en Oriente Medio y en África del Norte», recuerda.
Actualmente, Chipre cuenta con dos bases británicas soberanas a partir de las cuales se lanzaron varias operaciones aéreas en Libia o Siria en los últimos diez años.
Los templarios solo poseyeron Chipre durante ocho meses antes de venderle la isla al francés Guy de Lusignan, pero durante un tiempo conservaron varios de los castillos, hasta que fueron calificados de herejes y quemados en la hoguera en el siglo XIV, según varias obras.
Pero hoy, Chipre sigue estando salpicada de castillos en ruinas herencia de los cruzados, como el de Kolossi, antaño base de la orden de los Caballeros Hospitalarios; o, en el norte, el castillo de San Hilarión, que domina majestuoso sobre el puerto de Kyrenia.