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En el pub Queen Elizabeth, división de opiniones sobre la reina y los funerales

«No me importa», dice uno, mientras otro habla de «comunión». En el pub Queen Elizabeth de Londres, la división de opiniones sobre la monarquía, Isabel II, o sus funerales, muestra que no hay unanimidad en la sociedad britanica.

Este bar del barrio londinense de Walworth, en el sur, de bonita fachada de ladrillos, en una zona residencial de viviendas familiares, debe su nombre a Isabel I, que reinó de 1558 a 1603.

En la sala principal, decorada con fotos de caballos de carreras, en blanco y negro, algunas amarillentas, la cerveza corre de buena mañana para algunos clientes habituales.

Para Tony, cabellos blancos, risa fuerte y cavernosa de fumador, este lunes no tiene nada de particular. Va al pub «todos los días» y lo que se ve en la pantalla no le emociona demasiado: «tienen un estilo de vida totalmente diferente al mío», se justifica.

Un joven limpiador ha llegado después de su turno, y no da su nombre porque no quiere que se sepa que está ahí, su esposa cree que termina más tarde.

Es indiferente a la familia real. «Me importa una mierda, nunca pagaron mis facturas».

Vuelan las reflexiones cáusticas sobre la reina consorte Camila o el príncipe Andrés, que se libró de las acusaciones de agresión sexual a una menor pagando millones de dólares.

– «No hizo nada por mí» –
De vez en cuando, algunos echan una mirada silenciosa al televisor, entre idas y venidas para salir a fumar.

En este ambiente masculino, la gente grita, bebe y eructa.

Pero no todos son indiferentes. «Amo a la reina», dice Hassan Halil, de 69 años, para quien este lunes es «triste, muy, muy triste».

La reina era «como una madre en todo el mundo».

A su vecino Roy Wayre, de 71 años, no le importa el funeral de la reina.

«No soy monárquico», dice, liando un cigarrillo, «no hizo nada por mí».

En una sala diferente del bar, se ven pintas de cerveza, pero sobre todo tazas de té con leche, zumo de naranja.

Aquí, un público más familiar escucha religiosamente en un silencio sólo perturbado por un niño pequeño y por algunos susurros.

Un cliente pide que se suba el sonido de la televisión para poder escuchar mejor el sermón del arzobispo de Canterbury, Justin Welby.

Otro mira angustiado a la otra habitación ruidosa. En esta parte del pub se guardan los dos minutos de silencio y se canta el himno nacional.

– «Ceder el testigo» –

David Clifford, un abogado de 36 años y padre joven, vino al pub Queen Elizabeth por sentido de la comunidad, para ver el funeral con sus vecinos.

«Es el fin de una era», señala, «el fallecimiento de alguien que ha estado ahí toda mi vida y el comienzo de la vida de mi hija».

Resalta que es difícil combinar «la pompa de la vieja Gran Bretaña» con la reflexión «de lo que será la nueva».

El himno nacional, añade, sirve para «ceder el testigo al nuevo monarca. Lo cantamos tantas veces como ‘Dios salve a la reina’, y para mí era la primera vez» de cantar «Dios salve al rey».

«Es un momento de comunión (…) Para eso se inventaron estos acontecimientos», observa Vincent Letort, un informático francés de 50 años, instalado en Londres desde 2014.

AFP