Los evacuados de la acería de Azovstal, el último reducto de resistencia ucraniana en la devastada ciudad de Mariúpol, en el este del país, contaron este martes ya a salvo en Zaporiyia, su calvario en un búnker a merced de los bombardeos y donde salir a buscar agua podía significarles la muerte.
Sobrevivieron en túneles ocultos bajo la gran planta siderúrgica de Mariúpol, entre las tropas ucranianas que todavía resistían, teniendo que retirar cristales rotos de su comida y esperando a que alguien los evacuara de allí.
Finalmente, a bordo de una caravana de autobuses urbanos blancos, llegaron a la ciudad ucraniana de Zaporiyia, a un centro de acogida improvisado, donde les esperaban entre lágrimas sus seres queridos así como decenas de periodistas.
«Bajo el fuego permanente, durmiendo en colchonetas, golpeada por las ondas expansivas, corriendo con tu hijo y cayendo al suelo por una explosión… Todo fue horrible», contó a los periodistas Anna Zaitseva, una de las evacuadas
Llevaba a su bebé de seis meses en brazos y lloraba dando gracias a todo el mundo, a las tropas que encontraron leche para su hijo y al esfuerzo internacional de rescate que los puso a salvo.
«Gracias», dijo antes de ser escoltada a una zona privada dentro de un centro comercial.
Un grupo de unos 100 civiles atrapados en sus refugios bajo la acería lograron salir de allí gracias a un acuerdo con las fuerzas invasoras rusas que tardó días en hacerse realidad.
La suerte de los civiles, pero también de las tropas ucranianas que aún permanecen allí, ha sido objeto de repetidas negociaciones a nivel internacional.
Sin embargo, funcionarios ucranianos indicaron que algunos civiles se habían quedado atrás durante la operación. Una situación que preocupa porque Kiev anunció que las fuerzas rusas han lanzado una ofensiva con tanques y vehículos blindados contra la planta.
El complejo de Azovstal, con un área de 11 km2, es una extensa zona con líneas ferroviarias, almacenes, hornos de carbón, fábricas, chimeneas y túneles que se consideran ideales para la guerra de guerrillas.
– «Todo temblaba» –
Elyna Tsybulchenko, de 54 años y que trabajó allí en tareas de control de calidad antes de que la guerra, se quedó atrapada con el conflicto.
«Bombardeaban casi cada segundo, todo temblaba. Los perros ladraban y los niños gritaban», recuerda. «Pero el momento más duro fue cuando nos dijeron que nuestro búnker no sobreviviría a un impacto directo», subraya.
«Comprendimos que solo sería una fosa común y que nadie podría salvarnos bajo el fuego», añade Tsybulchenko, quien creyó que «sería imposible salvarnos».
La mujer se refugió en la acería después de que los bombardeos destruyeran su casa y por la escasez de agua en la ciudad. Pero dentro del recinto conseguir agua conllevaba también inmensos riesgos.
«Para encontrar agua teníamos que movernos entre los edificios. Los hombres lo hicieron por nosotros, incluido mi padre», explica la joven madre. «Resultó herido, pero gracias a Dios no fue mortal», dice aliviada.
Según ella, las tropas ucranianas localizaron leche en polvo para su hijo pequeño, y cuando se agotó, le trajeron sémola, que ella cocinó bajo la luz de las velas. «Criar a un niño es algo difícil», dice.
Precisa que unas 70 personas estaban refugiadas en el mismo lugar que ella. «Es aún más difícil en un búnker sin luz», sostiene.
Mariúpol es una de las ciudades de Ucrania más castigada por las tropas de Moscú y Azovstal se convirtió en el solitario lugar donde las tropas de Kiev consiguieron resistir a las fuerzas rusas.
El riesgo para los civiles fue denunciando en repetidas ocasiones a nivel internacional, con acusaciones contra Rusia de haber hecho poco para proteger a los habitantes de la ciudad durante sus intensos ataques.
AFP.