El académico ucraniano Nazar Danchishin no tiene experiencia de combate, pero ayuda a su país desde el inicio de la guerra aprovechando sus conocimientos de la lengua y la poesía nacional para enseñarlas a sus compatriotas rusoparlantes.
«Si todos hablamos ucraniano en el futuro, dispondremos de un arma potente contra una agresión», dice este investigador y poeta de 30 años, que dos veces por semana da estos cursos en línea.
Una minoría no desdeñable de ucranianos tiene el ruso como lengua materna y muchos otros, especialmente en el este y el sur del país, lo hablan con fluidez, herencia de su pasado como república soviética.
Pero tras la anexión de la península de Crimea en 2014 y el conflicto en el este con separatistas prorrusos respaldados por Moscú, el idioma ucraniano ha ganado terreno frente al ruso. El gobierno la impuso en 2021 como única lengua en tiendas, restaurantes y otros servicios.
Desde el inicio de la invasión lanzada por Vladimir Putin el 24 de febrero, bajo el pretexto de «desnazificar» el país y proteger a los rusoparlantes, la tendencia se ha acentuado.
En la ciudad occidental de Leópolis, donde el ucraniano es predominante, un grupo de universitarios proponen lecciones gratuitas del idioma.
En apenas tres días, los organizadores han recibido 1.000 inscripciones pero, por falta de profesores, solo pudieron satisfacer 800.
«La gente recuerda que sus abuelos y bisabuelos hablaban ucraniano antes de pasarse al ruso» bajo la Unión Soviética, dice Danchishin. «Muchos quieren volver a su lengua de origen».
– «No necesito» protección de Rusia –
Sus clases son en línea pero su contenido se inspira en los manuales de la Universidad Nacional Politécnica de Leópolis. En sus páginas toman protagonismo figuras como el poeta ucraniano Taras Shevchenko (1814-1861) o la directora de orquesta contemporánea Oksana Lyniv, originaria de esa ciudad.
Volodimir Krasnopolski, universitario rusoparlante de 52 años originario de Lugansk, una de las principales ciudades del Donbás (este), es uno de los estudiantes de Danchishin.
Cuando los separatistas prorrusos se hicieron con el control de Lugansk en 2014, este hombre de 52 años se trasladó a Rubizhne, una pequeña ciudad en el este.
Cuando un misil estalló en esa ciudad el 24 de febrero, él y su hija, una estudiante de medicina, pasaron dos semanas refugiados en un sótano antes de huir hacia el oeste.
«Había gente de diferentes orígenes en el refugio con nosotros, pero todos se sentían ucranianos», afirma a AFP a través de un mensaje de texto.
El hombre cree que aprendiendo ucraniano demuestra «al agresor» que es ucraniano, que no necesita su protección. «Tengo mi propio país», añade.
«Creo que la nación ucraniana se está formando hoy, independientemente del origen de la gente», defiende.
– «Mis balas son las palabras» –
Yuliya, una directora de escuela y profesora de matemáticas, se unió a este curso después de que el conflicto la forzara a huir de los bombardeos en Járkov, la segunda ciudad ucraniana cerca de la frontera rusa.
«Planeo volver a casa lo antes posible», afirma la mujer de 51 años, que enseña en ucraniano pero habla ruso en su vida diaria.
«Tengo fluidez al leer y al escribir en ucraniano, pero tengo problemas al hablar». Pero «ahora es un buen momento para el desarrollo personal», explica sin dar su apellido.
Bajo los altos techos de la universidad, la apasionada activista por el idioma ucraniano y otrora diputada Irina Farion explica que iniciar estas clases gratuitas es parte «de la lucha constante de los ucranianos por el derecho a ser ucraniano».
Sus ojos se humedecen mientras explica las informaciones de que los rusos en la sureña ciudad de Melitópol han intentado forzar a las autoridades a cambiar el currículo escolar por el ruso.
«Si no defendemos nuestro idioma, Putin vendrá aquí, a este mismo edificio», advierte.
Además de las clases en línea, también planea enseñar el idioma a los padres de los niños desplazados apuntados en la escuela local para ayudarles a seguir sus deberes. «Este es mi línea de frente. Mis balas son las palabras», asegura.
AFP.