El Museo de la Historia de la Inmigración francés inaugura este martes su colección permanente después de tres años de obras y una profunda reorganización de su contenido.
La nueva colección, abierta al público a partir del sábado, se desarrolla a lo largo de once fechas clave, empezando por 1685, año en que se publica el «Código Negro», que reglamenta la trata de esclavos en las colonias, y terminando con 1995 y la creación de un espacio de libre circulación en la Unión Europea (UE).
Entre esas dos fechas, todo un país que se construye y se reconstruye a partir de la aportación de millones de inmigrantes y la «exportación» de otros tantos millones de colonos, aventureros o exiliados.
Cuando el rey Luis XV edicta el «Código Negro», las personas de color no podían entrar en la metrópolis sin permiso especial. Casi tres siglos y medio más tarde, 7,6 millones de personas en Francia (11,6% de la población total) han nacido en el extranjero.
Entre la necesidad de reflejar esa realidad multiétnica y el deseo de preservar una historia común, el equipo de expertos del museo decidió reformular la colección a partir de fechas de fuerte simbolismo.
«Actualmente un francés de cada tres es inmigrante, hijo de inmigrantes o nieto de inmigrantes. Es algo considerable. Y este museo es, de cierta manera, una arqueología del presente», explicó a la AFP Constance Rivière, directora general del Palais de la Porte Dorée, que alberga el museo.
En cada sección se alternan las explicaciones con las figuras destacables.
Como la de Alexandre Aguado (1784-1842), un «afrancesado» colaborador de la monarquía que Napoleón instauró brevemente en España a través de su hermano José.
Cuando ese experimento fracasa, cerca de 10.000 españoles abandonan su país para instalarse en Francia, la inmensa mayoría sin la buena fortuna de Aguado, que se convierte en un banquero de éxito y se naturaliza en 1828.
Ese trasvase de población se repetirá en 1939, con el fin de la Guerra Civil, cuando 475.000 españoles llegan al territorio francés huyendo la guerra.
Pero esos enormes movimientos demográficos corresponden a una historia europea común, tejida de incesantes guerras, epidemias o persecuciones religiosas o políticas.
Miles de franceses cruzarán la frontera española cuando la peste devaste sus aldeas, en el siglo XVII. O huirán a Gran Bretaña cuando su rey los persiga por ser protestantes (hugonotes).
Años más tarde, será el turno de Francia de recibir a los miembros de sectas protestantes inglesas, pero del otro lado del Atlántico, en lo que será más tarde Canadá.
– La herencia colonial –
Una historia mucho más compleja es la herencia de las antiguas colonias.
Entre 1642 y 1848, 1,4 millones de africanos serán trasplantados como esclavos a las colonias, mayormente en el Caribe.
Francia intenta, sin éxito, eliminar la esclavitud después de la revolución de 1789. La segunda vez será la buena, con la Revolución de 1848.
Ese mismo año se crea la categoría administrativa «refugiado extranjero», a la que se acogerán rápidamente militantes de todos los horizontes.
Francia es pionera en ese campo, pero apenas unos años antes, con la expansión por el norte de África (Argelia es conquistada en 1830), el país siembra sin saberlo las semillas de lo que será la gran oleada de inmigración del siglo XX, proveniente del Magreb.
– Un problema político –
La migración de las excolonias se convierte en un problema social y político a partir de las repetidas crisis económicas de finales del siglo XX.
Y paralelamente, y de manera mucho más discreta, van llegando los inmigrantes latinoamericanos, provenientes de países sometidos a regímenes autoritarios.
Como Cristina Díaz Vergara, exiliada chilena después de 1973, cuya historia ha sido elegida para ilustrar la época.
Nacida en 1945, sindicalista, abandona su país tras el golpe pinochetista. Se instala en Lyon, donde cuatro décadas después continúa con su militancia, esta vez en favor de los derechos de los mapuches.
AFP