El 18 de enero de cada año marca el día en el que se honra la memoria de Martin Luther King Jr., el líder y activista por los derechos civiles que nació en Georgia, en enero de 1929 y murió en Tennessee, en abril de 1968.
Su asesinato en el balcón del hotel Lorraine, en Menphis, es considerado, aún hoy día, como uno de los crímenes más sonados e impactantes del siglo pasado. Cuatro años antes de ese suceso, King Jr. había recibido el Premio Nobel de la Paz.
En 1977, mucho después de su homicidio, cometido a distancia, por un francotirador, el pastor bautista recibió la Medalla Presidencial de la Libertad de parte del ex presidente Jimmy Carter. Luego, en 1986 se instauró al 18 de enero como una fecha festiva para rendirle homenaje.
El último de sus títulos póstumos se le concedió en 2004, cuando los legisladores en el Capitolio de Washington D.C. le hicieron merecedor de la Medalla de Oro del Congreso de Estados Unidos.
A Martin Luther King Jr. se le recuerda como un luchador incansable en contra de la Guerra de Vietnam, pero sobre todo a favor de la minoría afroamericana.
Su cruzada la libró en un contexto particularmente difícil para los estadounidenses de piel oscura. En aquel momento, la segregación racial era una práctica habitual, amparada por la ley de turno.
En medio de su batalla, King Jr. y un numeroso conglomerado de seguidores protagonizaron eventos que dejaron huella dentro de la historia estadounidense. El más emblemático fue la Marcha sobre Washington por el Trabajo y la Libertad. En ese evento, el reverendo pronunció su célebre discurso “I have a dream” (“Tengo un sueño”, en español).
En cada una de aquellas palabras, Martin Luther King Jr. abogó por una sociedad fraternal, en la que blancos y afroestadounidenses estuviesen a la par, y con la capacidad de disfrutar de los mismos derechos e iguales posibilidades.
Las reivindicaciones reclamadas por el movimiento de King Jr. se verían concretadas con la promulgación, en 1964, de Ley de Derechos Civiles, pero también con la Ley de Derecho de Voto de 1965.
El primer instrumento eliminó la segregación racial en locales comerciales, bares, restaurantes, escuelas y universidades. El segundo le permitió a los afroamericanos participar en comicios en los que se disputan cargos de elección popular.