El cardenal Baltazar Porras considera que la falta de una postura clara del gobierno de Estados Unidos hacia Venezuela genera mayor incertidumbre y opina que en ningún caso se debería levantar las sanciones al «régimen» sin contrapartidas.
El también arzobispo de Mérida y administrador apostólico de la arquidiócesis de Caracas ha finalizado en Miami una gira por varias ciudades de Estados Unidos con el fin de presentar a los fieles una reliquia del beato venezolano José Gregorio Hernández (1864-1919).
La figura de este médico e investigador cobra mayor significado en medio de la «absurda» guerra de Rusia contra Ucrania, pues fue un «cultor de la paz» hasta el punto que ofreció su vida a Dios para que acabase la primera guerra mundial y murió en un accidente menos de un año después del armisticio, dice Porras.
En sus visitas a Nueva York, Washington y Boston el cardenal se ha reunido con representantes de la conferencia episcopal estadounidense, pero no menciona haber tenido contactos con miembros del gobierno de Joseph Biden.
Su opinión sobre la postura del gobierno de Estados Unidos de cara a Venezuela es que no se ve claro cuál es y, según dice, eso se «complica mucho más en medio de este conflicto de Rusia y Ucrania y con la postura de parte del régimen venezolano de apoyar irrestrictamente la actitud de Rusia».
«Esto, indudablemente, lo que genera es mayor incertidumbre y mayor desesperanza», asegura.
Muy cercano al papa Francisco, el cardenal sigue defendiendo la necesidad de una solución negociada para que Venezuela pueda retomar la senda democrática, por más que reconoce que la idea de un nuevo diálogo causa rechazo dados las muchos intentos sin resultados que ha habido desde 1999.
«Ha faltado siempre la voluntad real por parte del régimen de no solamente conversar, sino de entrar en un entendimiento y esto hace que en buena parte de la población, hablar de diálogo en Venezuela es casi una mala palabra», reconoce.
No obstante, subraya que «cuando hay un conflicto cualquiera, uno tiene que buscar cómo solucionarlo y solucionarlo racionalmente».
A su juicio, no puede ser a través de las armas ni a través de la violencia. «Hay que tener la suficiente creatividad para buscar y forjar (un diálogo) e indudablemente que haya en las partes un deseo real de llegar a algún entendimiento», subraya.
Esa postura de la Iglesia, que «es de siempre, no de ahora», se aplica también al conflicto de Rusia y Ucrania.
«En la vida todos los conflictos se arreglan no eliminando una de las partes, sino encontrando qué puntos en común tienen y por encima de todo el respeto a la dignidad de la persona», asevera.
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