Hace 20 años era costumbre de los colombianos viajar a Venezuela, un viaje que representaba dos horas de recorrido para llegar a San Cristóbal, la gran “metrópolis” que surtía a los cucuteños de grandes marcas de ropa, vehículos y sobre todo, de exquisiteces de la gastronomía venezolana.
Hoy, luego de las dinámicas políticas, sociales y económicas, que viene viviendo Venezuela, esa vieja tradición se acabó. Los ‘hermanos ricos’ que eran los venezolanos ya no tienen variedad para ofrecer, y por el contrario, decidieron buscar nuevos rumbos en otros países, entre ellos Colombia.
Y es que la gastronomía venezolana ha alcanzado diferentes esferas sociales en Cúcuta, Colombia. Es común ver en las calles, puntos ambulantes de ventas de comida típica venezolana, a bajo costo; pero también, grandes restaurantes que en otros tiempos fueron símbolo de lujo en Venezuela, hoy están asentados en Cúcuta.
Y las cifras hablan. La Cámara de Comercio de Cúcuta informa que desde el 2013 hasta junio de 2021, son más de 1.083 personas de nacionalidad extranjera que han registrado establecimientos, lo que llevaría a que el 86,6% de los inversionistas en Cúcuta, sean de origen venezolano.
Debido a esta situación, personas como Lucrecia Capacho, venezolana que estudió y vivió todo el proceso de la historia reciente del país, vieron en Cúcuta una oportunidad para mantener la tradición gastronómica venezolana y buscar un sustento de vida.
“Nos iba muy pero muy bien” en Venezuela, rememora Lucrecia, quien además cuenta que cuando empezaron los controles de cambio de la moneda y las “persecuciones por parte de los organismos del Estado”, tomó la decisión de salir de Venezuela, luego de que le quitaran todo lo que por años había construido.
En el 2014, un año antes del cierre fronterizo, Lucrecia llegó a Cúcuta con su hija para emprender en una “empresa de importaciones”, pero siempre tuvo la idea que su abuela, también llamada Lucrecia, le inculcó en su mente y corazón: tener un restaurante de “comida que fuera solo venezolana”, rememora Lucrecia.
Fue así como Lucrecia le dio vida a ‘Lucrecia Capachos Food’, un restaurante netamente de comida venezolana donde venden “todos los platos típicos”, y con orgullo cuenta que todos sus empleados son “venezolanos como yo”, haciendo énfasis en que su negocio ha sido una oportunidad para que diferentes migrantes venezolanos puedan conseguir un mejor futuro luego de salir de su país.
Lucrecia se despidió de la Voz de América, con una frase que muchos venezolanos llevan en su corazón: “Yo sueño con que mis últimos días sean allá, vivir en cualquier parte de Venezuela”.
Como Lucrecia, muchos venezolanos han conseguido en Colombia un país de puertas abiertas. Otro de ellos es Benlewis Gaviria, gerente de panadería y pastelería ‘La Gran Cosecha’. Lleva 6 años viviendo en Cúcuta y ha logrado hacer de su negocio, un referente gastronómico de la comida venezolana.
En Venezuela, Gaviria era “trabajador de una empresa nacional” pero por las dificultades que el país afronta de carácter política y social, recibió una llamada del papá donde le dice que se “cierra la frontera. Hubo muchos atropellos a la gente” y a sus 26 años, decidió cruzar hacia Cúcuta con un sueño, construir historia y seguir luchando por su “esperanza” de una mejor Venezuela.
En su maletín apenas le cupo su cartera y una muda de ropa, pero en Cúcuta arrancó un sueño llamado ‘La Gran Cosecha’. La locación la describe como “una esquinita de una casa muy humilde”. Ese espacio -dice- lo logró adaptar y levantó allí su empresa para salir adelante.
Gaviria recuerda que se “levantaba muy temprano a trabajar”, y desde entonces la vida le cambió. Por eso asegura que no se cansa de “dar lo mejor al mundo” para recompensar algo de lo que la vida le ha dado en esta nueva oportunidad.
‘La Gran Cosecha’ genera empleo y es un referente de emprendimiento en el oriente colombiano, pero Gaviria asegura que se ha dedicado a “cultivar sueños” de muchas otras personas, como un generador de oportunidades para todos.
Estos procesos de emprendimiento han logrado que Cúcuta, una ciudad netamente comercial que se vio afectada por el cierre fronterizo, logre dinamizar su economía. En parte el mérito es de venezolanos con sueños que hoy apuestan a construir empresas.
«[El Estado debe garantizar mejor] “infraestructura de conexión”, sostiene el economista Mario Zambrano, coordinador del Programa Cúcuta Cómo Vamos. La idea -explica- es atraer más inversionistas y generar oportunidades laborales y empresariales en la frontera, cumpliendo sueños y avanzando en la construcción de un territorio incluyente que apertura espacios a los migrantes venezolanos.
Con información de Voz de América