El secretario de Defensa de EE UU, Lloyd Austin, ha reconocido este martes ante el Congreso que el rápido colapso de Afganistán halló desprevenido al Pentágono, aunque asumió errores de cálculo a la hora de interpretar señales como la corrupción y la desmoralización del Ejército afgano ante el avance de los talibanes, así como el “liderazgo mediocre” del Gobierno de Kabul. La oposición republicana esperaba esta convocatoria -como la del secretario de Estado, Antony Blinken, hace dos semanas- para sacar partido político de la atropellada retirada de Afganistán, que puso fin oficialmente a veinte años de intervención militar en el país centroasiático y ha dejado vía libre a una posible reconstitución de Al Qaeda o el Estado Islámico (ISIS, en sus siglas inglesas), lo que constituye “una amenaza real para EE UU”, según el general Mark Milley, jefe del Estado Mayor Conjunto, que también declaró en la audiencia.
En una comparecencia ante el comité de Servicios Armados del Senado, a la que seguirá este miércoles otra ante la misma instancia de la Cámara de Representantes, Austin aseguró que la arrolladora victoria talibán fue imprevista. “El hecho de que el Ejército afgano que nosotros y nuestros aliados entrenamos y formamos se deshiciera en muchos casos sin efectuar un solo disparo nos pilló a todos por sorpresa”, ha declarado el jefe del Pentágono. “Sería deshonesto contarlo de otro modo”, subrayó.
“Debemos tener en cuenta una verdad incómoda, el hecho de que no entendimos del todo la profundidad de la corrupción y el liderazgo mediocre en sus rangos superiores, tampoco el efecto dañino de las rotaciones frecuentes e inexplicables hechas por el presidente [Ashraf] Ghani con sus comandantes”, expuso Austin, recordando que el acuerdo de Doha, que en febrero de 2020 pactó las condiciones de la retirada entre el presidente Donald Trump y los talibanes, tuvo “un efecto desmoralizador sobre los soldados afganos”.
La advertencia de Milley apenas si ha logrado acallar la controversia que le persigue desde hace semanas, cuando en el adelanto del libro Peril (Peligro), de los periodistas Robert Costa y Bob Woodward se le atribuyen llamadas a su hómologo chino para alertarle de un hipotético ataque de EE UU en el tramo final de la presidencia de Trump, así como una reunión secreta con la cúpula militar para instrumentar planes de contingencia tras el asalto al Capitolio en enero. Milley ha defendido este martes sus contactos con sus interlocutores chinos mientras aseguraba “estar seguro de que Trump en ningún momento quiso atacar a China”. La polémica, alimentada por los círculos políticos y periodísticos de Washington, se basa en las dos conversaciones telefónicas que Milley mantuvo con su homólogo chino, una en octubre de 2020 y otra en enero, justo antes de asumir la presidencia Joe Biden, para tranquilizar a Pekín y transmitirle que EE UU no iba a lanzar ningún ataque en su contra. Los republicanos han pedido su dimisión desde que estalló la polémica y Trump, que sea juzgado por traición por obrar “a espaldas del presidente”. Biden, sin embargo, le ha testimoniado su “gran confianza”.
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