El régimen venezolano y la oposición empezarán a negociar este fin de semana en México con varios acuerdos a los que han llegado en conversaciones anteriores que ahora solo hay que refrendar.
El más importante de ellos es la voluntad de ambas partes de descongelar los fondos estatales en el extranjero con la ayuda de Estados Unidos, que debe darle confianza a los bancos, los fondos de inversión y las entidades de crédito para liberar una cantidad enorme de dinero de origen venezolano. Una parte de ese capital servirá para financiar al Gobierno chavista y otra irá a parar a un fondo de ayuda humanitaria manejado por la ONU.
La dictadura chavista —calcula que tienen 5.000 millones de dólares congelados en el extranjero—, urgido de financiación, ha condicionado su presencia en México a la relajación de las sanciones internacionales.
Otro de los acuerdos sería que Chevron recibirá varias licencias para explotar petróleo en el país, lo que supondrá un desahogo para la economía local. Recuperar su pujanza energética, algo que también favorece a Washington por su enfrentamiento con Rusia, es otro de sus objetivos en México.
Las partes se sentarán a negociar este fin de semana y probablemente volverán a hacerlo de nuevo a principios de 2023. Hay un deseo expreso de que no pase mucho tiempo entre un diálogo y otro.
Con las partes sentadas en la misma mesa, el diálogo ya no parece imposible. La comunidad internacional ha empujado en los últimos meses para que así sea. El chavismo ha enviado a Jorge Rodríguez como principal baluarte, pero también a un hijo de Maduro, que tiene su mismo nombre, y a Camila Fabri, la esposa de Álex Saab, el empresario colombiano acusado por EE UU de ser un testaferro de Maduro.
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