“El rol de Cúcuta, de Ocaña y del Catatumbo es, sobre todo, el de un mecanismo de lavado para, llamémoslo así, el contrabando de efectivo, el tránsito y el movimiento de dinero hacia Venezuela, donde la economía está dolarizada”.
Así se expresa un especialista en la materia que conoce de cerca la problemática del lavado de capitales en especial en la zona fronteriza de Cúcuta, Norte de Santander, y en la región del Catatumbo, que vive un conflicto armado entre grupos irregulares.
Explica, asimismo, que esta práctica tiene varias etapas: “Una de generación de riqueza, otra de transporte y de movilización de recursos de un lado a otro, y una final cuando ya lavan la plata y la depositan”.
Son fórmulas que emplean los grupos delictivos para blanquear capitales, como también se conoce a esta praxis. Ellos han encontrado un terreno fértil precisamente en zonas de la frontera, pues los controles no resultan tan efectivos para evitar este tipo de delito que lesiona la economía formal.
“En Venezuela necesitan dólares, no necesitan pesos colombianos”, dice el especialista. Esto ha hecho que la transaccionalidad, el movimiento de flujo de dinero, especialmente de Cúcuta, en los últimos cinco años, haya sido grande. Sus cálculos, basados en informes bancarios, lo llevan a afirmar que “es el municipio de Colombia con el mayor movimiento de dinero en efectivo sacado desde los bancos”, aunque no precisa el monto.
En ese escenario de frontera, marcado por la volatilidad, el contrabando y la informalidad, muchos se refugian en criptoactivos y criptomonedas; otros recurren a casas de cambio irregulares o prestan sus cuentas bancarias para recibir dineros ilícitos a cambio de un porcentaje del monto que reciben.
Criptoactivos y criptomonedas cumplen dos funciones: ser válvula de escape frente a la inestabilidad monetaria y, a la vez, permitir que existan operaciones fuera del radar institucional. Esto último lo conocen bien quienes dirigen organizaciones ilegales.
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