En una entrevista en el programa En La Mira con La Katuar, conducida por la periodista Jessica Vallenilla, un excarcelado del régimen de Nicolás Maduro compartió su impactante testimonio.
Utilizando el seudónimo «Juan» para proteger su identidad, relató los abusos y torturas que sufrió tras ser detenido el 31 de julio, tres días después de las elecciones presidenciales marcadas por denuncias de fraude electoral.
#EnLaMiraConLaKatuar | No quiero vivir sin patria… No quiero más torturas: preso político reveló en EVTV las torturas recibidas en Tocorón
Entrevista de Jessica Vallenilla (@La_Katuar) a Juan*, preso político en Tocorón
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Juan explicó que fue arrestado por manifestarse pacíficamente contra el régimen y en defensa de su voto, “Me detuvieron por el simple hecho de alzar mi voz y exigir mis derechos como venezolano”, afirmó. El joven fue acusado de delitos graves como terrorismo, instigación al odio y traición a la patria.
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Durante su detención, fue interceptado por hombres encapuchados armados, quienes lo llevaron a un centro policial. Allí, intentaron forzarlo a admitir que obtenía financiamiento de partidos políticos opositores, una acusación que negó. Como represalia, las autoridades plantaron explosivos y combustibles en su vehículo para justificar mayores cargos. Juan describió esta experiencia como un «secuestro».
Torturas físicas y condiciones inhumanas
Tras su traslado a prisión, Juan vivió episodios constantes de violencia y privaciones. “Nos golpeaban con palos de escoba y nos daban comida podrida y agua sucia; por el hambre no le veía la cara a la comida”, relató. Las condiciones eran insalubres, con acceso limitado al agua para la higiene, lo que agravaba la situación.
Los días comenzaban con la angustia de ser despertados a las 6:00 am por guardias que golpeaban las celdas con palos y obligaban a los presos a bañarse con agua helada. Las comidas carecían de horarios definidos, dejando a los detenidos en largas horas de hambre.
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Uno de los episodios más impactantes narrados por Juan fue su traslado a la «celda castigo» conocida como El Tigrito, de apenas 1.50 metros de largo y ancho, donde varios detenidos estaban hacinados. “Esta era la primera fase de la tortura. No podíamos alzar la voz, cantar el himno o hablar de política porque nos castigaban”, dijo.
Otra celda de castigo, aún más reducida, carecía de ventilación, lo que provocaba desmayos y crisis nerviosas por la falta de oxígeno. Estas experiencias generaron claustrofobia severa entre los presos.
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Además, las torturas psicológicas eran constantes, llevando a muchos detenidos a intentar suicidarse o dejar de comer. Juan aseguró que otros prisioneros sufrían convulsiones sin recibir atención médica adecuada.
Pese a su liberación, Juan afirmó que continúa alzando su voz en honor a sus compañeros. “Aunque no debería estar haciendo esta entrevista, lo hago por mis compañeros y sus familias, que también han sufrido”, concluyó.