El presidente turco Recep Tayyip Erdogan movilizó este sábado a sus partidarios y rezó en Santa Sofía, la basílica transformada en mezquita en Estambul, la víspera de las elecciones en las que por primera vez se enfrenta a una oposición unida liderada por Kemal Kiliçdaroglu.
Es en esta basílica bizantina del siglo IV, convertida en mezquita en 2020, que el jefe de Estado concluyó una campaña de invectivas y amenazas apenas veladas formuladas tanto por él como por su entorno contra su rival, Kemal Kiliçdaroglu.
«¡Todo Occidente quedó azorado! ¡Pero lo hice!», clamó el sábado ante sus partidarios sobre la conversión de Santa Sofía, que él mismo realizó.
El «Reis» (jefe), de 69 años, regularmente reelegido por las urnas desde 2003, prometió el viernes respetar el resultado de las elecciones presidenciales y legislativas a las que están llamados 64 millones de electores y que prometen ser reñidas, según los sondeos.
«Hemos llegado al poder por la vía democrática, con el apoyo de nuestro pueblo. Si nuestra nación toma una decisión diferente, haremos lo que la democracia exige», aseguró, visiblemente enojado, en una entrevista televisada, difundida por la noche simultáneamente en la mayoría de los canales del país.
Sin embargo, el miedo a los excesos violentos persiste en las grandes ciudades después de una serie de incidentes ocurridos en la recta final de una campaña muy polarizada, obligando a su adversario a llevar un chaleco antibalas bajo su traje en sus últimas reuniones de campaña.
El autobús del alcalde de Estambul Ekrem Imamoglu, del Partido Republicano del Pueblo (CHP) dirigido por Kiliçdaroglu y muy activo en la campaña, fue apedreado el domingo pasado en Erzurum (Anatolia oriental).
– «¿Preparados para la democracia?» –
Kiliçdaroglu, que regresó a Ankara, concluyó su campaña el sábado con una visita simbólica al mausoleo de Mustafa Kemal Atatürk, fundador de la Turquía moderna.
A diferencia del poder autocrático «de un solo hombre» (Erdogan), su principal adversario, de 74 años, propone en caso de victoria una dirección colegiada, rodeada de vicepresidentes que representen a los seis partidos de la coalición que dirige, de la derecha nacionalista a la izquierda liberal.
«¿Estáis preparados para la democracia? ¿Para que la paz reine en este país? Yo lo estoy. Se lo prometo», lanzó el viernes en su último gran mitin en Ankara.
«Le prometo» es su lema de campaña y el estribillo de las canciones de su partidarios.
Kiliçdaroglu promete el regreso al estado de derecho y al régimen parlamentario, la separación de poderes y la liberación de los decenas de miles de presos políticos –jueces, magistrados, intelectuales, militares y funcionarios– encarcelados por «terrorismo» o «insulto al presidente».
La popularidad del jefe de Estado, que resalta los grandes logros y el desarrollo de su país desde 2003, se vio mermada por el giro autoritario de la última década, una economía a media asta –con una devaluación de la libra turca a la mitad en dos años– y una inflación de alrededor del 40 % a lo largo de un año, según cifras oficiales cuestionadas.
Erdogan reconoce tener dificultades para seducir a los jóvenes. Más de 5,2 millones de ellos votarán por primera vez en estos reñidos comicios.
Otra incógnita es el impacto del terremoto que devastó parte del sur de Turquía, causando al menos 50.000 muertos y tres millones de desplazados.
«No es agradable votar entre los escombros, pero queremos que el gobierno cambie», afirmó el sábado Dilber Simsek, de 48 años, refugiada en una tienda de campaña. «Nada mejoró en los últimos tres meses».
AFP