Ghislaine, la hija educada en Oxford del desprestigiado magnate de la prensa Robert Maxwell, fue trasladada a la prisión de Brooklyn en julio del año pasado y desde entonces sólo ha sido vista por el público en bocetos del tribunal. En una entrevista con Daphne Barak, autora y productora de cine y televisión, publicada en el Daily Mail, la mujer habló por primera vez de su vida entre rejas, afirmando que fue agredida y maltratada por los guardias de la prisión, que se le ha privado deliberadamente del sueño y que se le ha dado comida en descomposición.
“En la vida real, los 10 kilos que ha perdido son evidentes. Sus mejillas están hundidas y su piel pálida”, escribe Barak que cuenta que la conoció en 1992, cuando entrevistó a su madre, Betty, la viuda de Robert Maxwell, tras la extraordinaria muerte del magnate en la costa de Tenerife, justo antes de que se descubriera que había saqueado los fondos de pensiones de sus periódicos.
A sus 59 años, la Ghislaine de hoy dista mucho de la mujer glamurosa que antaño era un elemento de la escena social internacional, donde se mezclaba con líderes mundiales como Bill y Hillary Clinton y era amiga íntima de la realeza, incluido el Príncipe Andrés.
Su detención se produjo 11 meses después de que Epstein, su ex novio y amigo de toda la vida, se suicidara en la cárcel mientras se enfrentaba a cargos de abuso infantil. Hasta el suicidio de Epstein, Maxwell nunca se había enfrentado a cargos penales.
No puede hablar de los detalles de su caso por consejo de su poderoso equipo legal. La selección del jurado comienza mañana, y el juicio, el 29 de noviembre. Pero el panora no le es alentador: las autoridades estadounidenses la han descrito como la reclutadora de niñas menores de edad para el pederasta convicto Epstein.
También se enfrenta a múltiples cargos por delitos graves, como “transportar a una menor con fines de actividad sexual delictiva” y “conspirar para incitar a menores a viajar para participar en actos sexuales ilegales”.
“Cuando la conocí Ghislaine era guapa. Era inteligente y elocuente. Pero también parecía vulnerable. Era la niña de papá y estaba claro que sufría mucho. En aquel momento, me dijo que vivía en un pequeño estudio en el Upper East Side de Manhattan que le había regalado un amigo… un tal Jeffrey”, cuenta Barak.
Desde entonces, pasó a vivir una vida glamurosa en la jet-set, moviéndose entre las casas de Epstein: en Florida, su mansión de Nueva York (la mayor casa privada de Manhattan), su isla privada del Caribe y su rancho en Nuevo México.
También acabó siendo propietaria de una casa en Nueva York -que vendió por USD 16 millones- y teniendo una carrera de éxito que incluye la fundación de TerraMar, una organización benéfica centrada en los océanos.
“Volví a conectar con Ghislaine hace tres meses, cuando mi amiga Susan Zirinsky, la primera mujer presidenta de CBS News, me pidió que participara en un nuevo e importante documental, Ghislaine, un programa de cuatro horas que se emitirá en ITV en el Reino Unido y en CBS-Paramount plus al final de las seis semanas de prueba”, agrega la entrevistadora.
Durante el encuentro, Maxwell encadenó sus quejas. “En mi última comparecencia ante el tribunal, estuve con grilletes durante más de 12 horas y tuve que subir y bajar escaleras con los brazos y las piernas encadenados a la cintura. Tengo los tobillos en carne viva”.
“Me han dado una comida que parecía Chernóbil después de la lluvia radiactiva. Las ensaladas están marchitas por el moho, una manzana tenía gusanos, me dieron un plátano negro y empapado. Había pan tan húmedo que al apretarlo salía agua”, agregó.
Además, afirmó que dejó de ducharse todos los días: “Dejé de hacerlo por culpa de los espeluznantes guardias que se paran cerca y me miran todo el tiempo”.
Aseguró, también, que los guardias intentan intimidarla. En una ocasión, dice que la acusaron de tener contrabando ilegal después de derramar el analgésico Tylenol -prescrito por un médico de la prisión- en el suelo.
“Lavo mi propia ropa. La secadora es tan ruidosa que la apodan “transbordador espacial” porque suena como si fuera a despegar. Mi correo, tanto legal como personal, ha sido manipulado”, contó.
Barak detalla que la vida en la cárcel la ha obligado a desarrollar un oscuro sentido del humor y una peculiar relación con los captores que, según ella, a menudo le hacen la vida imposible.
“Se impresionaron cuando me corté el pelo con cortaúñas y quedó algo liso. Sólo tenía un espejo pequeño. Me premiaron con unas tijeras de papel y me sugirieron que podría abrir un salón de belleza”, le contó la amiga de Epstein.
Su queja más grave, sin embargo, gira en torno a que no se le dio el tiempo adecuado para prepararse para el juicio de seis semanas… Se enfrenta a más de 80 años de cárcel si es condenada por todos los cargos.
Maxwell alega que le dieron computadoras que no funcionaban, que la documentación vital llegó tarde y que durante un tiempo no tuvo un escritorio adecuado para trabajar.
Dice que “no hay presunción de inocencia” en el centro de detención. “Los presos preventivos como yo, que por ley son inocentes hasta que se demuestre su culpabilidad, son tratados como si ya fueran delincuentes condenados”, dijo. Y agregó: “Está mal, es antiamericano e inconstitucional. ¿Dónde están todas las personas que juraron defender la Constitución?”
Su mayor temor es no poder encontrar un jurado imparcial. La cobertura del caso en EEUU sigue siendo implacable, y se refieren a ella como “la madame de Epstein” y “la socia de Epstein”.
“Ser etiquetada como ‘socialité’ se siente despectivo y sexista, diseñado para pintarme en una luz negativa. He trabajado toda mi vida, empezando con trabajos a tiempo parcial cuando tenía 15 años. A ningún hombre con una carrera profesional similar se le llamaría socialité. Me abruman los sentimientos de tristeza y conmoción ante los relatos grotescos y falsos que son una total invención y no se parecen en nada a la realidad”, objeta.