Un hecho absolutamente inexplicable sucedió el 11 de enero de 2012. Una valija diplomática, enviada desde Ecuador a Italia, y que cumplía con todos los sellos y las solemnidades de la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas de 1961, contenía, entre otros objetos, estupefacientes.
Se trataba de un cargamento compuesto por jarras y platos en donde se escondían drogas. Las autoridades policiales italianas informaron a las autoridades diplomáticas que se comunicaron con sus pares ecuatorianos. En el Carondelet todos se miraron las caras. ¿En una maleta de la Cancillería del Ecuador se envió, utilizando los canales regulares diplomáticos, un cargamento de 40 kilos de pasta de cocaína?
Pronto la noticia se regó como verdolaga en playa y el gobierno del Ecuador era motivo de vergüenza internacional. Sucedió durante la presidencia de Rafael Correa y el canciller era Ricardo Patiño, un apasionado militante por la despenalización del consumo de las drogas para luchar en contra de su consumo. En junio de 2013 Patiño dijo que debería permitirse una “cierta despenalización como salida” en la lucha antidrogas.
En cada entrevista, Patiño aprovechaba para relativizar escándalo, para burlarse de sus entrevistadores y hasta para insultar a sus adversarios. Que todo se trataba de una estrategia regional de desprestigio en contra de los gobiernos progresistas, decía.
En una controversia con el periodista mexicano Fernando del Rincón, Patiño le dijo: “Ignorantillo, el delito de haber metido droga en una valija está siendo investigado por la fiscalía, allí puedes preguntar” (sic). Del Rincón únicamente había preguntado: “Canciller Patiño cuando usted aclare qué paso con la narcovalija nos sentamos y le vuelvo a explicar”. La explicación a la pregunta legítimamente planteada era la misma ¿cómo aparecieron 40 kilos de pasta de cocaína en un instrumento de envío de información exclusivamente diplomática?
El fiscal Chiriboga cerró cualquier investigación sobre el caso asegurando que todo correspondía a la jurisdicción de las autoridades penales italianas y desconoció ante el mundo entero que la asociación para cometer el delito se produjo en Ecuador cuando un grupo de persona se coludieron para enviar un cargamento de pasta de cocaína sirviéndose de los instrumentos del estado ecuatoriano, con conocimiento o no de sus autoridades.
Incluso la cónsul de Ecuador en Italia, al ser notificada del delito y requerida de su presencia en las instalaciones de la aduana milanesa, se quejó de que los sellos diplomáticos habrían sido rotos para verificar el contenido de las porcelanas e insinuó que la sustancia habría sido plantada para ridiculizar al gobierno progresista del Ecuador. Todo era posible en el discurso político de la revolución ciudadana porque entonces gobernaba Silvio Berlusconi, un político populista de centroderecha que no tenía ningún interés en mirar al Ecuador en ese momento.
Se trataba de un delito flagrante, que en italiano se escribe de forma idéntica, que significa lo mismo y que procede de esa dogmática penal, para querer decir que había un delito que se estaba cometiendo en ese acto. La cónsul de Ecuador en Italia era Narcisa Soria Valencia. La cónsul tenía algo de razón, la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas de 1961 prohíbe la violación de los sellos, pero las autoridades policiales y diplomáticas italianas estaban frente a un delito en suceso y ninguna policía del mundo democrático detendría la investigación para que llegara la cónsul.
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